OPINIÓN
Calzoncillos
En abril de 1992, el cónsul de Austria en Catalunya, culer estrafalario y concejal de Barcelona contra el «no al català» del alcalde Viola, Jacint Soler Padró, quiso acudir a la junta de accionistas de La Seda (en el salón de actos de la Mútua General) para comprarla por una peseta. Representaba la inversión de la huida multinacional Akzo Nobel. El abogado arribista -acompañado, por cierto, por un hermano del exministro Gallardón- no llegó a la junta: los empleados de La Seda, animados por el dirigente de Foment Llorenç Gascón, le quitaron los pantalones. Aquella foto de Soler en calzoncillos es el primer icono de la sectorial dels negocis del pujolismo.
Por entonces, Rafael Español ya estaba por ahí, agazapado pero servil. Por el consejo de La Seda pasaron en esa época, tras el episodio de los calzoncilos, Jordi Pujol junior, Artur Mas, Jordi Vilajoana, Carles Vilarrubí... Toda una factoría de dirigentes con futuro. También estuvo Joan Majó, ya exministro, o el muy influyente líder de la UGT del Baix Llobregat, José Luis Morlanes. Entre todos consiguieron reorientar a La Seda para la producción del PET (las latas de refrescos). Y es ahí donde Español, y solo él, urdió la gran estafa de proveerse a sí mismo. Los políticos ya no estaban. Pero estuvieron.
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