Calcopirita y ovación en el Bernabeu

JESÚS RIVASÉS

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José Luis Escriva, presidente de la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) suele tenérselas tiesas con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. La AIReF fue creada en el 2013 por sugerencia/imposición de las autoridades de Bruselas para ejercer de Pepito Grillo del Gobierno de turno, vigilar si sus políticas son realistas y advertir si se aparta de una cierta ortodoxia. La AIReF, desde su creación, pone de los nervios con frecuencia al Gobierno. En unas ocasiones porque no le facilita los medios para desarrollar su cometido y en otras porque no está de acuerdo con los gubernamentales.

Ahora, la AIReF acaba de centrarle un balón a RajoyMontoro y Guindos que, sin duda, rematarán como hicieron los delanteros del Barça el sábado en el Bernabéu y como marraron los del Madrid.

Los expertos que dirige José Luis Escrivá estiman que la deuda pública española podría ser 30 puntos inferior a la actual -300.000 millones menos- si entre el 2006 y el 2011, con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa, se hubiera aplicado la actualmente en vigor «regla de gasto», que limita por ley el gasto a la capacidad de financiarlo con ingresos estables. Significa que el gasto público no puede crecer más de lo que lo hace el PIB; es decir, para gastar más hay que ingresar más.

La regla de gasto, discutible políticamente, es el paradigma del sentido común que utiliza la mayoría de familias para administrarse. Y eso, en un país que, según Standard & Poor's «suspende» en educación económica y financiera, en una clasificación en la que incluso queda por detrás de Estonia, Bután o Birmania y por delante de Grecia.

El déficit de cultura económica española es proverbial. Es histórica la frase de Carmen Calvo, cuando era ministra de Cultura, de que «el dinero público no es de nadie». Zapatero, por su parte, que abrió el grifo del gasto en un intento vano de luchar contra la crisis, ha reconocido en privado que él «no sabía qué era el dinero» cuando llegaron las vacas flacas y que lo aprendió por las bravas cuando la Unión Europea (UE) le obligó a tomar medidas.

Es una historia antigua y el desaparecido escritor y economista José Luis Sampedro ya lo explicó en 1950 en su prólogo a la edición española del manual de economía de Samuelson.

«Es un hecho -escribía Sampedro- que el bachiller sale de las aulas conociendo, por ejemplo, lo que es la calcopirita, pero sin haber recibido la menor información sobre lo que es un banco. A pesar de que es casi seguro que el flamante bachiller habrá de recurrir a algún banco durante su vida siendo, en cambio, poco probable que le afecte algo relacionado con la calcopirita».

La cultura, también la económica, es fundamental, pero en pleno siglo XXI, según Standard & Poor's, algunas cosas no han cambiado. Al fondo, en vísperas electorales y con la amenaza yihadista presente, ahí están las empresas que abandonan Catalunya, por el fisco o por otras incertidumbres, y la ovación con la que el Bernabéu despidió a Iniesta. Sobresaliente en fútbol, pero falta cultura económica como demuestran algunas promesas electorales tan populistas como imposibles.