Al contrataque
40 años de marcha
Anarcoma es la madre de todas las democracias. Es el lumpen LGBTI que no va a tener derechos hasta que los pijos no salgan del armario
Javier Pérez Andújar
Escritor.
JAVIER PÉREZ ANDÚJAR
Anarcoma ha cumplido cuarenta años, igual que las primeras elecciones generales, e igual que todo, porque los españoles somos muy de cuarenta años. Lo de ser español, claro, está dicho con sentido del arcaísmo, pues en realidad se es de Netflix, o de Filmin, o de todo un poco mientras salga gratis o esté de oferta. Este ha acabado siendo un país que no tiene nada que ofrecer, y por eso se valoran tanto las ofertas (si tuviera algo que ofrecer, los jóvenes no hubieran huido en desbandada, por ejemplo). Por otra parte, también es cierto que atrae mucho a los turistas; pero desengañémonos, no es a causa de su clima apacible, ni por la majestuosidad de su paisaje, ni por lo fascinante de sus costumbres, ni por la belleza de sus habitantes, mayormente a la gente le gusta irse a donde no la conozca nadie para que la dejen en paz, y en lo de no conocer a nadie aquí somos unos campeones como se ha comprobado recientemente durante la conmemoración de nuestras primeras Cortes Generales democráticas.
Anarcoma ha sido una de nuestras más profundas y auténticas muestras de democracia. Hay más libertad y más lucha por los derechos más íntimos (y a la vez más con mayor necesidad de ser compartidos), en un liguero de Anarcoma que en la eterna retahíla de padres de la democracia, donde en vez del padre el que siempre sale es el padrino. Anarcoma no es hija de la democracia, Anarcoma es la madre de todas las democracias. Anarcoma es el lumpen LGBTI que no va a tener derechos hasta que los pijos no salgan del armario.
Todo eso por lo que se ha luchado en los cuartos oscuros de la dignidad de la gente, todo lo que se ha conseguido y ha dado nombre a concejalías, a cátedras, estaba hace cuarenta años diciéndolo a gritos un maestro de escuela sevillano empeñado en dibujar tebeos, que prefirió la plaza Real a la Casa Real. Cuando aún más gente que ahora tenía miedo de ser como sentía, Nazario contaba sin cortarse lo que ocurría por las noches en Barcelona, y al verlo dibujado nos parecía que todos éramos así. El cómic es nuestro retrato de Dorian Gray donde va acumulándose todo el tiempo vivido y todo el mundo vivido. Anarcoma era uno de los nuestros y por eso no nos importaba ser como ella, porque todos éramos iguales, al menos mientras leíamos 'El Víbora'.
Anarcoma, esa detective con gabardina y corpiño, esa loba que enseña las orejas y el rabo en las aceras donde se detienen los coches, lleva la boina francesa, el pañuelo al cuello de la resistencia, y eso la hace aún más irresistible. En la sonrisa de Anarcoma está la burla de quien ha encontrado su patria en el lavabo de un bar.
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