Adrià Pujol: el antropólogo nostálgico en el Empordanet

La 'Guia sentimental de l'Empordanet' de Adrià Pujol propone una ruta alternativa, subterránea, actualizada, arbitraria, gamberra y recomendable

Temporal en la playa de Pals.

Temporal en la playa de Pals. / ARCHIVO / JOAN CASTRO

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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El Empordà es un género literario consolidado. Cualquier escritor que quiera practicarlo dispone de una tradición que admite reinterpretaciones, apropiaciones y también aportaciones. Nacido en Begur en 1974, hijo del corrector lingüístico de Josep PlaAdrià Pujol Cruells estudió Antropología y actualmente vive en Barcelona, de manera que está preparado para cultivar el género con la combinación de conocimientos, vivencias y distancia a la que denominamos literatura.

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Su aproximación, titulada 'Guia sentimental de l’Empordanet', toma tres rutas complementarias. La primera de ellas visita los senderos más transitados: los límites geográficos, el carácter local, las ermitas visitables. Desde el primer momento, no obstante, Pujol Cruells mete baza (“L’Empordanet no existeix”: con esta frase empieza el libro). En vez de limitarse a recoger lo más relevante que se ha escrito sobre el territorio, se pasea por la periferia del género y añade experiencias personales, familiares, generacionales.

En un segundo momento, el libro presenta una guía exhaustiva de pueblos y pueblecitos, a cada uno de los cuales el autor dedica una líneas o unas páginas. El resultado es una entretenida macedonia de apuntes líricos, etimología recreativa, opiniones ilustradas, refranes, wikipedismo satírico, vocabulario local, citas literarias (con tendencia al frikismo), ludolingüística, anecdotario autobiográfico y mucho más. Dos ejemplos: Flaçà es básicamente el bar de la estación, mientras que Palafrugell se configura como un “bukkake de pagesos encabits en casals llòbrecs”.

La última ruta empieza como una guía de hoteles y museos, pero rápidamente llegamos a la sección titulada 'Breu corol·lari de la desinformació', que nos aproxima (“Vull que visitis anormalitats”) a los videojuegos ambientados en el Empordà menor, los polígonos industriales preferidos por el autor, el Paintball Empordà o la central atómica de Pals. La cara oscura, vamos.

Para Adrià Pujol Cruells, el Empordanet es una magdalena en la que revivir la cocina de la abuela, las rodillas peladas en las caletas, la vieja moto Honda NSR (le dedica una oda en decasílabos), las salidas con su madre, los compañeros desaparecidos, la vida anterior a la ironía, la nostalgia por un espacio desaparecido filtrada por la mirada del antropólogo y la voluntad de no hacer el besugo. En algunos pasajes, el libro se podría titular 'Memòries de l’Adrià'. El autor, sin embargo, siempre sabe retornar al camino principal y ofrecer consejos e itinerarios. Finalmente, más que literatura del yo -que también lo es-, el libro viene a ser una guía verosímilmente alternativa, subterránea, actualizada, arbitraria, gamberra incluso, original y recomendable en cada capítulo. 

A pesar de la prevención ante el magisterio de Pla (a quien denomina "The Terminator"), Pujol Cruells ha acabado escribiendo su 'quadern gris', es decir, una mezcolanza homogeneizada por el estilo. Ahora los payeses no van con boina, llevan gorra de Repsol, pero las esencias se mantienen: “Els empordanesos petits retiren als suros, funda endurida i sang fosca”.

Avispado y dialectal -indiketa-, Pujol Cruells mejora con esta guía 'Escafarlata d’Empordà' (que fue su puesta de largo) porque sabe sacar partido de los límites. El peligro es ahora 'empordanejar', emborracharnos de fraseología, exprimir recuerdos de secuela en secuela. La literatura del yo permite centrarse en la forma, pero la ficción pide una renovación de la materia.