El rosario de la aurora

Adrià Pujol vagabundea por Barcelona con una prosa memorable

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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Dice la solapa de 'Picadura de Barcelona' que Adrià Pujol Cruells (Begur, 1974) es escritor y antropólogo

-una afirmación quizá redundante- y que ha publicado libros como los cuentos de 'Alteracions y Escafarlata d'Empordà'. Como la 'escafarlata'son las hebras de tabaco, 'Picadura de Barcelona' se puede entender como una segunda parte: si aquel libro se centraba sobre todo en la primera mitad de la vida del autor en Begur, ahora llega la segunda, situada en la capital. Si 'Escafarlata' era nostálgico, 'Picadura' resulta lúcido.

El último libro de Pujol Cruells es un largo monólogo rememorativo, enhebrado a base de cigarrillos liados y de latas de cerveza tibias adquiridas de paquistaní en paquistaní, desde un bar nocturno de Poble-sec hasta la llegada matutina al Eixample pasando por el Raval, Sant Pere, la Ribera y Sant Martí. A lo largo de 200 páginas se escurren sin solución de continuidad una serie de descripciones ácidas, de críticas benévolas y de experiencias contempladas con una autoindulgencia templada por lo que podríamos denominar autoacojonamiento, no sabemos si antropológico, étnico, temperamental, defensivo o un poco de todo.

El autor camina, fuma, sube a un taxi, bebe, se estira en la playa, fuma, cuelga fotos en las «xacres socials», bebe y sobre todo trenza una prosa memorable, con la riqueza que facilita haber crecido en la periferia (a la manera de Joan Barceló, Miquel Bauçà o Albert Roig). Evoca la invasión marítima del Fòrum, el Watergate de la barretina, recrea un viaje al Yemen o la experiencia de barquero en L'Estartit, el Chinatown de Barcelona y los vendedores de humo de la etapa Clos. Se acerca a los turistas con el preceptivo regard eloigné, pero sabiendo que ni él ni nadie puede lanzar la primera piedra, porque todos hemos formado parte del «tropell de boreals encarcarats» en algún destino presuntamente exótico.

Adrià Pujol Cruells reinventa el desvarío errabundo y omnisciente del bebedor sabático, como un Josipovici que se dejase llevar por el falso «automatisme de la turca». Igual que saca picadura de la bolsa, extrae frases -y versos, análisis, salidas de tono y juegos de palabras- del vagar por la ciudad, desde la luz de las estrellas hasta los primeros rayos de sol. De esta forma trenza un encadenado de microensayos, deambulando de Herodes a Pilatos, en que los misterios de gozo, de dolor y de gloria se suceden con cigarillos en lugar de padrenuestros: un rosario de la aurora postolímpico y peripatético.

«Tengo más recuerdos de los que puedo administrar», escribe, pero no es cierto porque los gestiona con pericia. Palimpséstico y lúdico, hipnótico y analítico, Pujol Cruells fija hacia el final una poética explícita y se adentra en la vida de sus abuelos y bisabuelos. Nos damos cuenta entonces de que lo que hemos leído es de hecho la autobiografía de un antropólogo, o sea, de un escritor. Por razones familiares y nacionales, se pelea amistosamente con Josep Pla, que estimula con una mano y molesta con la otra. Adrià Pujol Cruells ha escrito guiones, ha traducido a Lévi-Strauss, ha publicado la biografía del petómano Joseph Pujol, casi diríamos que 'ha guardat fusta al moll'. Como Toni Sala o Francesc Serés en sus últimos libros se sirve de la literatura para intentar entender el mundo: con voluntad de estilo, con escepticismo, pero también con ganas de transformarlo, o por lo menos de evitar que siga empeorando.

3 PICADURA DE BARCELONA

Adrià Pujol Cruells

Sidillà. 208 págs. 15 €