EL RADAR

De Cristina Pedroche a Anna Gabriel

La presentadora y las diputadas de la CUP han sufrido una oleada de insultos machistas

Carlos Sobera y Cristina Pedroche, en la retransmisión de Antena 3 de las campanadas del 2015.

Carlos Sobera y Cristina Pedroche, en la retransmisión de Antena 3 de las campanadas del 2015.

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Guarra. Fea. Sucia. Puta, por supuesto. Puta por enseñar carne; puta por no maquillarse y, encima, no votar lo que toca en el Parlament. Puta porque, al fin y al cabo, si de denigrar a una mujer se trata, ese es el mejor insulto: rotundo, eficaz. Es puta una gran metáfora en cuatro letras de la desigualdad hombre-mujer, porque en la actividad a la que esa palabra se refiere se pone el foco insultante sobre la que vende (ella) y no sobre el que compra (él): donde puta es insulto, putero puede ser hasta un elogio.

Sí, "puta" les han dicho estos días por motivos opuestos que se reducen a lo mismo (son mujeres) a Cristina Pedroche y a Anna Gabriel (y al resto de diputadas de la CUP). A Pedrochepor segunda Nochevieja consecutiva la han puesto a parir por el vestido que eligió para retransmitir las campanadas; Gabriel y el resto de mujeres de la CUP han sufrido, dentro del #pressingCUP, insultos machistas. Sergio Castañer, estudiante de Barcelona, resumía en su carta los insultos a la presentadora: "A Pedroche le dijeron "‘puta’, ‘tonta’ y ‘gorda’, pasando por un ‘Gracias por la primera paja del año’ o ‘Mereces que te violen’". Por su parte, a las diputadas de la CUP, las llamaron "feas", "despeinadas", "sucias" y "guarras" una amplia corte en la que  se incluían un exvicepresidente del Barça, un articulista del ‘ABC’ y una tropa de hiperventilados con cuenta en Twitter.

"Den la vuelta a la situación. Allí donde está la mujer, pongan un hombre, y al revés. (...) Imaginen ahora a una mujer silbándole por la calle a un hombre: ‘¡Tío bueno! ¡Qué culo tienes!’", escribía en su carta la estudiante Marta Perich. No funciona así, claro, nadie dijo nada del traje de Carlos Soberacopresentador de las campanadas con Pedroche, ni ningún tuit se metió, no sé, con la incipiente alopecia de Antonio Baños, el cabeza de lista de la CUP en las pasadas elecciones. Claro, son hombres. Su aspecto físico no importa, ni para elogiar ni sobre todo para insultar, que es de lo que se trata.

#laballenadevallecas 

En las campanadas del año pasado, a Pedroche también le dijeron de todo en las redes sociales ("Dio mucho que hablar" o "Crea polémica", decimos, pudorosos, en nuestros titulares los periodistas, eufemismos para no decir que la frieron a insultos). Entonces, se popularizó el hashtag  #laballenadevallecas porque el vestido elegido hacía que a la presentadora se la viera gorda. "Gordita" fue la única forma que un tertuliano encontró de hacer callar a Ada Colau en una tertulia cuando la alcaldesa de Barcelona era activista de la PAH  (fracasó, claro). "¿En las siguientes campanadas Pedroche tendrá que ir con burka para que salga indemne de toda crítica?", se preguntaba Sergio. Da igual, entonces le dirían, qué se yo, fea antisistema.

Como a las diputadas de la CUP. En su caso, se suma el hecho de que se las supone de extrema izquierda, feministas radicales y antisistema, con lo que la barra libre del insulto es aún más grande, si cabe. Así, sus detractores se arrogan el derecho de meterse con su aspecto, su tendencia sexual, su maquillaje, su peinado, incluso sus hábitos sexuales (no he visto que al también diputado de la CUP Josep Manuel Busqueta lo hayan llamado "mal follao" en todo el lío de la investidura de Artur Mas). Sin remontarse mucho en el tiempo, cuando el 15-M, un insulto clásico fue que esos activistas, antes de hacer política, debían ducharse (ellos) y depilarse (ellas). Lo de perroflautas era casi cariñoso. Como decía un comentario en las redes sociales: cualquiera diría que la función de las diputadas de la CUP fuera poner cachondo a sus conciudadanos (hombres). Y, por extensión, la de todas las mujeres.

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"¿Somos  solo un objeto de deseo o tenemos otras capacidades y podemos ocupar puestos de responsabilidad", se pregunta en una carta Eva Francés, administrativa. Una pregunta pertinente, porque si hablamos de Pedroche y de Gabriel es porque a ellas las conocemos, pero en el trecho que va de la una o la otra caben todas las demás. ¿O es que también iba provocando con transparencias la futbolista del Albacete femenino a la que en su partido contra el Fuensalida el árbitro le dijo: "Toma una tarjeta amarilla, por guapa". 

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