EL RADAR

Periodismo con el ciudadano

Las cartas más leídas del año no son opiniones, sino testimonios y denuncias

Ambos géneros plantean la desigual relación del individuo con los grandes actores del sistema

Un grupo de turistas y visitantes en el Park Güell.

Un grupo de turistas y visitantes en el Park Güell. / FERRAN NADEU

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Tradicionalmente, los periodistas dependíamos sobre todo del olfato profesional, una suerte de sexto sentido en el que el olfato propiamente dicho casi nunca tenía nada que ver. Este olfato profesional es el que nos decía si algo era noticia, si ese algo iba a resultarles interesante a nuestros lectores y si iba a funcionar. Una vez publicado (o emitido), diferentes métricas nos indicaban si el olfato nos había traicionado o no. Las había relativamente cuantitativas (la audiencia, los ejemplares vendidos…) y relativamente cualitativas: el impacto social y mediático, el 'feed back' directo por parte de los sectores afectados. Y, claro, la reacción de los lectores… Ahí, las cartas siempre han sido una buena forma de olfatear qué tal lo hacíamos.

Ahora, el formato digital nos da al instante todo tipo de métricas brutalmente cuantitativas con un nivel de detalle que suelen impresionar –en algunos casos, apabullar-- a los periodistas formados en el olfato, una suerte de síndrome de Google Analytics. Al mismo tiempo, las redes sociales permiten un 'feed back' con los lectores (aunque ahora ya no se les llama así, sino usuarios) que es muy veloz y al mismo tiempo cualitativo (qué se dice) y cuantitativo (cuántas veces se comparte). Muchas decisiones individuales de los periodistas y colectivas de las redacciones que antes se dejaban al albur de un olfato más o menos avezado e ilustrado, se toman ahora a partir de estas métricas. Pueden imaginarse que hay de todo: quienes lo fían todo a los nuevos indicadores y quienes quisieran seguir trabajando en un mundo profesional en el que el olfato era la madre de todos los sentidos.

En Entre Todos,Entre Todos el olfato (en este caso, el oído con el que escuchamos la conversación  pública) dictamina que el 2015 ha sido sobre todo un año político, como no podía ser de otra forma en un curso en el que ha habido cuatro elecciones (a la Junta de Andalucía, municipales y autonómicas, plebiscitarias/autonómicas catalanas y generales). Se ha hablado mucho, pues, de independencia, de bipartidismo, de corrupción, de nueva y de vieja política, de ilusión de cambio, de miedo a ese cambio, de ruptura y de reforma. El olfato/oído también nos dice que hemos hablado mucho de Francia y de terrorismo (el año empezaba en la redacción de 'Charlie Hebdo' y acababa en la sala Bataclan) y del islam y los efectos de la guerra. Ha sido un año más con el ellos y el nosotros como eje de la conversación pública, ya fuera para analizar el Gobierno de Syriza en Grecia o para comentar esa recuperación en la que a muchos ciudadanos les cuesta creer y aún más percibir en sus vidas cotidianas. Nada original desvela nuestro oído: al fin y al cabo estos son los grandes temas del momento.

Y sin embargo, las métricas puras y duras  nos dibujan otro escenario. Las cartas más leídas y compartidas del año no son políticas, sino denuncias. La carta más leída es la que firmó Huda BourrouhouHuda Bourrouhou, una joven de 18 años estudiante de Ciencias Políticas en la Universitat de Barcelona, que denunció que ella y dos amigas sufrieron una agresión en el metro porque una de ellas llevaba 'hiyab'La décima carta más leída la escribió Ariadna MoralesAriadna Morales, estudiante de Periodismo de Mataró, que describía la crudeza con la que un vagón entero le hacía el vacío a un hombre con aspecto de musulmán en los días posteriores a la masacre del 13 de noviembre en París. Hasta ocho de las diez cartas más leídas son denuncias, como la de Rosó CastellsaguésRosó Castellsagués, que se vio obligada a pagar una entrada  para su bebé de diez meses en el Camp Nou, o la de Ricard GalceranRicard Galceran, que denunció que le prohibieron explicar a unos amigos los secretos del Park Güell porque, le dijeron, eso solo lo pueden hacer los guías profesionales, agobiados por el intrusismo de los guías piratas.

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El testimonio de Ricard Galceran dio lugar a varias informaciones de este diario y a una tormenta de indignación ciudadana. Lo mismo sucedió con los de Huda BourrouhouAriadna Morales y muchas otras denuncias que se convirtieron en noticia después de que las recibiéramos en Entre Todos. Es significativo que las cartas más leídas y compartidas en las redes no sean opiniones sobre los grandes asuntos, sino testimonios de cómo esos asuntos afectan a nuestras vidas y las denuncias. Los testimonios y las denuncias tienen en común que plantean la desigual relación entre el ciudadano por un lado y las instituciones, las empresas y nuestros prejuicios como sociedad por el otro. Un combate en el que el periodismo debe posicionarse siempre con el ciudadano.

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