INICIATIVA SOLIDARIA

Hogar de medio día

Voluntarios del barrio de Horta sirven el desayuno, el pasado miércoles.

Voluntarios del barrio de Horta sirven el desayuno, el pasado miércoles.

MARINA MUÑOZ BENITO
BARCELONA

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Café con leche o colacao, galletas y un trocito de pasta, acompañado de un poco de mantequilla y mermelada, además de un caldo caliente en invierno. Este es el almuerzo que ofrece los 365 días del año El Caliu, el comedor social que motivó a los comerciantes de Horta a despojarse de la ropa para el calendario solidario.

Más de 400 personas están inscritas en este comedor, en el que cada día, entre las ocho y las diez y media de la mañana, pasan unas 120.«Tenemos gente que está sola, parados, familias e inmigrantes que se encuentran en la pobreza máxima: la alimentaria», explica Sònia Núñez, responsable de la organización junto a Xavier Solà. La mayoría son extranjeros.«Somos una ONU en pequeño, hay más de 45 nacionalidades», compara Sònia.

Las dificultades económicas, junto con las sociales y familiares, obligan a algunos ciudadanos a acudir a estos centros.«Mis suegros nos echaron de casa y mi marido y yo nos vimos durmiendo en un cajero», cuenta Merche, usuaria fija del centro dese su apertura, en octubre del año pasado. En situación parecida se encuentra Maite:«Vivo con mi pareja en albergue del Císter, y hasta hace 15 días, en un cajero».

«Los voluntarios valen su peso en oro», dice Solà y Núñez. Los que trabajan se encargan a primera hora de llevar el pan o de cortar embutidos para los bocadillos que se reparten a la salida. Otros, como jubilados, algunos jóvenes o los mismos usuarios, reparten los desayunos. Teresa Montero colabora una vez por semana.«Es maravilloso. Además, me olvido de todas las preocupaciones», explica. Por si quedara alguna duda, alude a la remuneración:«No es algo pagado con dinero, sino con la cara que ves a los usuarios».

Abrazos y cariño

La comida solo es el vehículo para acercarse a las personas.«Intentamos que cada una se sienta importante y única. Hay otro tipo de alimento, y este es el afecto», explica Sònia. Este objetivo está más que superado.«Es como una gran familia: te reconforta y te sube el ánimo», recalca Merche.«Mientras que la gente que necesitas te da la espalda, ellos, que apenas conoces, te dan un abrazo y cariño», añade Maite. Para crear un ambiente acogedor, los voluntarios han recreado un hogar: paredes con tonos cálidos, cortinas y una zona dónde poder descansar y resguardarse de las inclemencias del tiempo hasta el mediodía.

Teniendo en cuenta que el 70% de los usuarios tiene alguna patología, Christian, responsable de atención sanitaria, atiende en el mismo local:«Elaboro un pequeño historial clínico de cada uno, a veces doy ibuprofenos y aspirinas y los derivo a los centros de atención sanitarios o, en caso de urgencia, llamo al 112». Si bien algunos problemas les provienen de hace años, Christian incide en que«los psicológicos y de ansiedad suelen darse por la situación en la que viven».

El barrio de Horta, como ya mostró con el calendario, se ha sensibilizado ante la crítica situación de algunos vecinos.«El barrio trabaja para el barrio», asegura Sònia. Mientras que la tintorería se encarga de lavar trapos y manteles, el horno de pan aporta 30 barras diarias. Una empresa les suministra cada 15 días el embutido necesario y el mercado de Horta les provee de frutas y huevos. Pero todavía se enfrentan a la escasez:«Lo que más necesitamos es leche, zumos, bollería, nescafé, galletas y productos de limpieza», enumeran.