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¿Y quién defiende al peatón en Barcelona?

Motos en las aceras de Barcelona.

Motos en las aceras de Barcelona. / RICARD CUGAT

Me gusta caminar; además de ser un ejercicio excelente, me permite ir explorando la cotidianidad de mi ciudad, descubrir cada día alguno de sus inacabables rincones y disfrutar de una de mis aficiones, la fotografía. Pero en los últimos años, caminar por  Barcelona se ha ido convirtiendo en algo parecido a aquella "pista  americana" de la desaoarecida mili.

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No diré nada de las bicis, porque ya es un tema recurrente, pero es  que, además de las bicis, nuestras aceras se ven invadidas por  patinadores, 'skatters' y, últimamente por patinetes eléctricos, con  la misma proporción de incívicos (mejor calificables, en demasiados  casos, de auténticos gamberros).

Nuestras aceras se ven invadidas por todo tipo de obstáculos: postes  de señales, motos estacionadas... Y no hablemos de su limpieza que,  como está en la mente de todos, evitará describir por si alguien lee esto durante su almuerzo.

Y los veladores, las terrazas... Ah, los veladores callejeros. Tan mediterráneos, ellos, fuente de  un pingüe negocio para tantos y tan honorables hosteleros. Antes, por lo menos, al finalizar el buen tiempo los retiraban, pero en la actualidad, la legión de fumadores expulsados de los locales públicos  los ha hecho rentables los 365 días del año. Ya no se trata de unas cuantas mesas y sillas fuera del establecimiento, sino de verdaderas instalaciones, de hecho, permanentes: entoldados, marquesinas, estufas...

El otro día, bajaba por la Rambla de Catalunya y en toda su longitud, salvo el breve tramo en que está enclavado el edificio de la Diputació, los  veladores (y toda su parafernalia) ocupaban la mitad exacta de la acera central. Ya no solamente han invadido el espacio peatonal, es que nos han sustraído también la vista, la perspectiva... Y así, cada año, poco a poco, a los peatones, a los paseantes, se nos va comprimiendo y  apretujando y se nos expulsa, de hecho, de muchos ámbitos urbanos.

Los ciclistas se quejan de las motos, las motos de los automóviles,  los automóviles de los autobuses, los hosteleros del Ayuntamiento...  Los peatones, ni siquiera tenemos voz, y la poca que tenemos no se escucha. ¿Quién nos defiende a nosotros, a los que sufrimos la agresión de  todos los demás?

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