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Profesores, sin voz ni voto

Pruebas de acceso a la universidad en un aula de la facultad de Ingerniería de la UAB

Pruebas de acceso a la universidad en un aula de la facultad de Ingerniería de la UAB / FERRAN NADEU

Siguiendo el debate sobre la escuela que ofrecía TV-3 el 2 de diciembre desde el programa 'Els Matins', con la participación de un grupo de profesores de diferentes edades, he ido recordando algunos momentos de mi vida como docente.

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Uno de los profesores de más edad ha explicado la enorme implicación de los claustros de profesores a lo largo de la década de los setenta y los ochenta. Como esa implicación supuso un avance enorme en todos los sentidos y que la escuela pública dejara de ser minoritaria para ser la escuela democrática y de calidad que acogía a la mayor parte del alumnado en Catalunya.

Los profesores elegían a los equipos directivos que se escogían entre las personas más representativas y de mayor prestigio en el claustro. Estos equipos volvían al cabo de unos años a formar parte del claustro como un profesor más para dar paso a otros compañeros. Los directores eran buenos gestores del centro, pero también compañeros leales y justos.

Actualmente, en numerosas ocasiones, los equipos directivos están dedicados sobre todo a satisfacer las exigencias de la administración  sin cuestionar prácticamente nada. Ni la pérdida de derechos, ni la falta de medios y recursos, ni tampoco una normativa cada vez más burocratizada y absurda que resta tiempo de lo que de verdad importa, los alumnos.

Se ha dicho algo muy interesante en el debate y es que la administración tuvo miedo del papel protagonista de los maestros en el cambio hacia una escuela de todos, democrática, crítica y de calidad. Decidió entonces ir restando poder y participación a los profesores quitando competencias a los claustros y hundiéndolos en cambios legislativos y normativas cada vez más complejas e inoperantes.

Y ahora, una vez neutralizado, casi vencido, se pide al profesorado que se implique, que se ilusione, que responda a las expectativas de los legisladores, de los políticos, que sin pisar un aula van cambiando las leyes educativas con esa banalidad tan propia de estos tiempos.

Quizá algún día las cosas se hagan de otra manera: se legisle desde las escuelas, desde la realidad complejísima de los centros, de las aulas. Desde la tarea cotidiana de los profesores de a pie que saben qué funciona y qué no. Quizá algún día, por fin, se les tenga en cuenta, se les escuche, se les dé de nuevo ese papel protagonista que nunca debieron perder.

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