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Educación sexual, la asignatura pendiente

Una pareja de jóvenes en el parque de la Ciutadella, en Barcelona.

Una pareja de jóvenes en el parque de la Ciutadella, en Barcelona. / JOSEP GARCIA

La sexualidad en nuestra cultura es, tristemente, un tema de conversación polémico. En algún momento de la historia (no señalaremos culpables) alguien decidió que el sexo y todo lo relacionado con él era algo demasiado obsceno para hablar abiertamente de ello. Comenzamos a fingir que el placer y el deseo no eran parte de nuestra vida. Se dejó de dar respuestas claras a las tan necesarias preguntas de los niños, llegando a rozar el absurdo con los clásicos 'tocarse está mal', 'cuando seas mayor lo sabrás' o 'la cigüeña, cariño, la cigüeña'.

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Los Turu, en Tanzania, aceptan que ambas partes de una pareja tengan amantes. Entre los Ila (África), los varones jóvenes deben mostrar que han asimilado las lecciones de educación sexual recibidas de sus mayores fingiendo practicar sexo entre ellos o masturbándose en público. Los matrimonios del mismo sexo fueron una práctica común durante siglos entre miembros de la tribu Siwa de Egipto. Mientras tanto, aquí nos autodenominamos país desarrollado y estigmatizamos nuestros impulsos más primarios.

Hoy nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos adolescentes embarazadas, o escuchamos de pasada en la televisión la tasa de contagio del VIH o el VPH. Qué mal lo han debido hacer los padres de esos chicos, ¿no? Pues no; que mal lo estamos haciendo todos, asumiendo y participando en este absurdo e hipócrita puritanismo colectivo.

Algo va mal cuando una mujer esconde un tampón en el sujetador y va al baño disimuladamente, como si fuese a hacer algo malo. No es cocaína. No debería escandalizar a nadie ver productos de higiene femenina cuando el 50% de la población tiene o ha tenido que sufrir las consecuencias de la menstruación.

Si los adolescentes no conocen los sistemas anticonceptivos disponibles, los síntomas de las principales ETS o incluso en algunos casos el funcionamiento de sus propios órganos sexuales, no es culpa suya sino nuestra. Si se sienten confusos con su sexualidad o no se atreven a hablar de ello con sus padres y amigos, no es culpa suya.

Dejemos de transmitir éste peligroso mensaje a nuestros alumnos, amigos e hijos. Proporcionando la información necesaria a tiempo puede evitarse no solo un embarazo no deseado, sino también mucha frustración e insatisfacción sexual.

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