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La corrupción política empobrece al ciudadano

Ignacio González y Esperanza Aguirre, en una reunión del comité de dirección del PP de Madrid.

Ignacio González y Esperanza Aguirre, en una reunión del comité de dirección del PP de Madrid. / JOSÉ LUIS ROCA

Bárbara Baigol Galvan

La riqueza del rico es invisible. El rico niega ser rico porque siempre necesita más. Cuanto más tiene más quiere. Sin esta máxima no se puede entender lo que ha pasado en este país los últimos años. Y es que la codicia ayuda a comprender la larga mancha de corrupción que ha teñido de 'black' todo el territorio. Políticos, empresarios, funcionarios y gente trabajadora que un día quisieron más.

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Decía el otro día un 'arrepentido' en el programa 'Malas compañías' (La Sexta) de Cristina Pardo, que "alguien lo iba a hacer igualmente". Se refería a lo de llevarse el dinero público. Lo de repartir los sobres. Vamos lo de corromperse. Y es que de un día para otro este enfermero, si no recuerdo mal, pasó de tener un sueldo medio a ingresar miles de euros en sus cuentas. Pero quería más. Y es que el rico siempre quiere más.

Cuando se tiene el ático en Marbella, como el del expresidente del Comunidad de Madrid Ignacio González -ahora tan de actualidad-, se quiere el cortijo en la sierra para exhibir trofeos de caza. Y así sigue la rueda pasando por viajes de lujo, coches, joyas y otros vicios.  Y es que la riqueza es infinita sobre todo si te la paga el otro. 

Pero este es un juego de sumas y restas. Si al todo le quitas una parte el global baja y hay otra parte que sale perjudicada. Como decía, también en el citado programa de televisión, un Fiscal: "Al contribuyente, al ciudadano le importa poco si el dinero sustraído a las arcas públicas va a una cuenta personal o a la de un partido político". El resultado es, en todo caso, que las escuelas, los hospitales, los servicios sociales, los transportes, vamos lo público empeora. El ciudadano se empobrece y el rico se enriquece.

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