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Caos, terror y solidaridad en Barcelona

Una furgoneta arrolla a varias personas en la Rambla de Barcelona

Una furgoneta arrolla a varias personas en la Rambla de Barcelona / ALBERT BERTRAN

"Todo el mundo a casa", ha gritado un guardia urbano en la Via Laietana de Barcelona pasadas las cinco de la tarde. Después, el caos. Turistas y turismofóbicos, tenderos y manteros, trileros y estafados, familias, amantes, niños y abuelos, todos juntos han corrido a refugiarse donde han podido. El terror es un tsunami que no diferencia a quién se lleva por delante.

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Preocupación, apoyo, condolencias, solidaridad, ruedas de prensa, pinceladas sobre el atropello, más autores, un tiroteo; uno ha escapado, otro se ha atrincherado, tiene rehenes, había otra furgoneta, al menos dos muertos, tres, cinco, diez, trece... hay niños entre las víctimas mortales. Se activa el protocolo antirerrorista.

Otro tsunami, esta vez de solidaridad, recorre la ciudad. Y los taxis se convierten en ambulancias improvisadas, las casas en pensiones, los vecinos en enfermeros, psicólogos, amigos... en lo que haga falta. Porque Barcelona, 25 años después, vuelve a hacerse con el oro olímpico en un sentimiento de colectividad que puede con imposibles. Barcelona es poderosa.

Hoy no hay nada que demostrar, hoy no hay independentistas, ni unionistas, ni izquierdas, ni derechas. Hoy Barcelona sangra y todo lo demás es relativo, aproximado y circunstancial. Sus habitantes son glóbulos blancos, (sí, blancos si hace falta) que acuden en masa como un conjunto heterogéneo de respuesta inmunitaria.

Barcelona es una ciudad que te atraviesa de tal modo que cuando sufre un ataque al corazón es el tuyo el que cierra por derribo.

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