Opinión | La hoguera
Escritor y periodista
Juan Soto Ivars
Escritor y periodista
Ana Blanco no se toca
Leo en una nota de Dircomfidencial que la nueva cúpula de RTVE se plantea depurar a Ana Blanco y sustituirla por alguien que transmita más frescura como parte de un proyecto de renovación total. No es más que un rumor, un runrún, una hipótesis. Y sin embargo, ¡protesto! Si fuera cierta esta posibilidad, si alguien estuviera sopesando tal extravagancia como una opción razonable, entonces estaríamos nosotros -los del otro lado de la pantalla, los dueños auténticos del cotarro- a tiempo de impedirlo, y que reine la sensatez. Tenemos un arma más poderosa que los audímetros o la chabacana presión tuitera: la argumentación.
Ana Blanco le podría parecer una simple presentadora de telediario a quien la mire con ojos perezosos, pero es mucho más. Ana Blanco es el pegamento que mantiene unida España, un puente entre el ayer y el mañana. Lo que desde sectores políticos suele atribuirse a la Constitución o la Corona, a la separación de poderes, a la cultura democrática, nos lo da, en realidad, esta mujer que ha logrado sobrevivir, con su pausa y su matiz, al tiempo del entretenimiento histérico y los efectos especiales. Ana Blanco ha estado siempre ahí, como un miembro más de la familia, poniendo una nota de tranquila inteligencia a ese recuadro de la estupidez rampante llamado televisión.
Nos cuenta lo que está pasando en la Conchinchina o la Moncloa, en febrero da paso a un reportero que se está pelando de frío en Guadarrama para dar la sorprendente noticia de que hace frío, en agosto con otro que está tostándose en Torrevieja para compartir con la audiencia el hecho sensacional de que hace mucho calor, pero lo que hace Ana Blanco, en todo momento y circunstancia, en cualquier situación, es repartir por el país su seria dulzura, su precisión aterciopelada. Da igual quién gobierne, la izquierda o la derecha, y quién dirija el informativo. Da igual que la obliguen a leer propaganda o le permitan dar las noticias a su modo, con su neutralidad visible desde el espacio: Ana Blanco transmite constancia. Como un agujero en el presente, es pasado, historia, futuro.
En un tiempo de últimas horas histéricas y emoción loca hasta para leer el BOE, alguien podría suponer que el telediario de TVE debe rebajarse y romper en números circenses, con presentadoras jovencitas y hombres canosos llenos de ganas de opinar. No es así. España necesita a Ana Blanco. Sin ella, nuestra aceleración sería letal.
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