La violencia del boom cannábico

La guerra de la marihuana en Catalunya: esbirros contra jardineros

Catalunya es un territorio infestado de plantaciones que están en el punto de mira de bandas rivales

Los traficantes se arman para proteger los viveros de asaltantes y ello ha multiplicado los episodios violentos

Plantación de marihuana localizada en un piso okupa de Barcelona.

Plantación de marihuana localizada en un piso okupa de Barcelona. / Guardia Urbana de Barcelona

Guillem Sánchez

Guillem Sánchez

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En la televisión de la casa, que está lejos del centro de Rubí, el Barça trata de remontar un clásico que está cuesta arriba en Valdebebas. En la pantalla mantiene la vista fija un hombre senegalés de 47 años. Es un ‘jardinero’, lo cual significa que cobra por proteger la plantación de marihuana que lo rodea de ataques como el que está a punto de sufrir y ante el que poco puede hacer. Llega en tromba, como el aguacero que cae sobre el partido que estaba viendo y que el Barça va a perder. Cuatro jóvenes de origen magrebí, con la cara cubierta por pasamontañas, destrozan la puerta de la casa, que es más bien un garaje, y se lanzan sobre él. 

Lo apalean con saña. Están fuertes. Los cuatro son entusiastas practicantes del MMA –la modalidad que mezcla golpes de todas las artes marciales y que supone el mayor contacto, la más violenta de cuantas se aprenden en los gimnasios–. El senegalés comprende, o cree comprender, que van a matarlo. Se revuelve, logra agarrar un cuchillo y lo hunde desesperado en el cuerpo de uno de los agresores, que cae desplomado al suelo en cuestión de décimas de segundos. La herida es en el corazón. Los tres asaltantes que quedan en pie se miran asustados. Y se dan a la fuga. El senegalés se levanta magullado, desorientado, y acaba llamando a los Mossos d’Esquadra. Los investigadores del Grupo de Homicidios de la Región Policial Metropolitana Norte lo arrestan e intuyen al ver las plantaciones de marihuana qué ha ocurrido: un narcoasalto.

Otro más. En los últimos meses los episodios violentos vinculados a los llamados ‘vuelcos’ entre bandas rivales se acumulan por el territorio catalán. El 26 de enero un hombre marroquí es atendido en un restaurante en Palafolls, junto a la N-2, con la cara ensangrentada. Acaba de recibir un disparo de perdigones que, según le contarán los médicos en unas horas, va a dejarle ciego. Ha sido herido en un enfrentamiento librado muy cerca de allí motivado por una plantación. El 25 de marzo otro hombre, procedente del este de Europa, es recogido con un disparo en la pierna en Premià de Dalt, no está claro si era el ‘jardinero’ que defendía un vivero o el asaltante que pretendía quedarse con él. El 1 de abril, el hospital de Calella atiende de madrugada a otro hombre, albanokosovar, que ingresa con una bala alojada junto al corazón. El paciente, a las pocas horas, coge el alta voluntaria y se niega a colaborar con la policía, que descubre que ha sido atacado en un local en el que también había marihuana. Ha habido más 'vuelcos' este 2021. Entre el 2018 y el 2019 hubo seis muertes violentas conectadas con esta droga. Solo en la última semana de agosto de 2020, la más negra hasta la fecha, se registraron tres homicidios en tres conflictos distintos desencadenados en Argentona, Flix y Lloret de Mar por el cannabis.

La violencia

El boom de la marihuana que comenzó a extenderse por Catalunya y por el resto de España en el 2015 tiene efectos nocivos para la salud de los consumidores –al tratarse de un mercado desregulado, los productores cultivan semillas hibridadas con concentraciones de THC altísimas–, para la economía –también es un mercado negro que supone una competencia desleal entre trabajadores y una fuente de dinero negro y, en consecuencia, de redes de blanqueo de capitales–, para la integridad de las instituciones democráticasun estudio de los Mossos avanzado por este diario concluye que la envergadura de las mafias las capacita para intentar corromper a políticos y policías– y para la seguridad. “Los ‘vuelcos’ entre narcos, ataques de un grupo de traficantes que quieren quedarse con la mercancía de una banda rival, han existido desde siempre. Que ahora hayan aumentado en Catalunya guarda relación con el cambio de paradigma que ha supuesto la marihuana”, explica el inspector Toni Salleras, a cargo del Área Central de Crim Organitzat de los Mossos.

“España era un territorio de tránsito para el hachís que venía de Marruecos o de la cocaína que descargaban en los puertos procedente de Colombia o Perú. Los traficantes apenas tenían tiempo de preparar los ataques contra sus rivales porque la droga estaba de paso y costaba saber cuándo llegaba la mercancía y dónde interceptarla. Desde que Catalunya se ha convertido en un territorio productor, los traficantes tienen todo el tiempo del mundo para atacarse entre ellos, las plantaciones no van a ir a ningún sitio”, argumenta Salleras. 

Durante el 2020, un año marcado por una pandemia global que ha destrozado la economía pero también ha hundido hasta cifras históricas las delincuencia, el tráfico de marihuana ha sido el único que ha seguido creciendo, según las cifras que maneja la policía catalana. En 2015 se intervinieron 65.000 plantas de marihuana; en 2019 fueron 220.000; el pasado año, 265.000. Un récord que batirá sin excesos problemas este 2021.

La operación Breda

Solo en la reciente operación Breda librada contra una organización china –que funcionaba como una gran empresa con 65 'trabajadores' y que había implantado un sistema de cultivo industrial en 13 naves alquiladas legalmente– se eliminaron 40.000 plantas. “Cada vez hay más plantaciones y cada vez habrá más gente dispuesta a atacarlas”, evidencia Salleras, que avisa del peligro que eso entraña para el resto de la sociedad, que sigue percibiendo la marihuana como una droga blanda –comenzando por el propio Código Penal que estipula penas leves– y sigue sin otorgar a este fenómeno el grado de amenaza que supone. 

En parte, subraya el inspector, porque la inmensa mayoría de los 'vuelcos' pasan por debajo del radar de las autoridades: ¿Quién va a denunciar que le han robado una plantación de marihuana?. Confirman la intensidad de estos 'vuelcos' los propios clubs cannábicos, que tienen mucho miedo de producir su marihuana conscientes de que el riesgo de ser atacados es enorme.

Cultivar marihuana en Catalunya significa estar expuesto a sufrir el ataque de traficantes que quieran quedarse con la producción y eliminar así a un competidor con quien se están disputando una porción del deseado territorio fronterizo con Europa, llevar la droga hasta el norte del continente implica multiplicar por tres o por cuatro el precio de cada gramo. Para prevenir estos ataques, las organizaciones destinan a ‘jardineros’ o ‘cuidadores’ a cada vivero, trabajadores que las cuidan las plantas y las defienden, con pistolas si es preciso, de sus atacantes. La derivada es fácil, detalla Salleras, si cada vez hay más plantaciones, cada vez hay más personas que llevan armas de fuego en Catalunya

“La marihuana tiene un gran potencial corruptor”, explica otro investigador policial. Como ha ocurrido con los cuatro jóvenes que asaltaron el senegalés de Rubí durante el clásico, las bandas atraen a personas que en un contexto social de crisis económica tienen menos salida. Dinero fácil que les permite vestir ropa cara, conducir buenos coches y hacerse valer en mundos de gimnasios en los que aprenden una violencia que usan para convertirse en asaltantes de marihuana. Los Mossos arrestaron el viernes 16 de abril a los tres atacantes de Rubí. Están seguros de que actuaron siguiendo órdenes. Como siempre.

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