Diversidad religiosa

El Ramadán de los sinhogar en Barcelona: "Me da fuerza mental para aguantar la vida en la calle"

Una mezquita de Barcelona reparte comida marroquí para que 700 personas sin recursos puedan celebrar el 'iftar' a diario

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Isham, un hombre sin hogar, rezando en la hora de romper el ayuno islámico.

Isham, un hombre sin hogar, rezando en la hora de romper el ayuno islámico. / JORDI OTIX

Elisenda Colell

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A las siete de la tarde, miles de familias musulmanas en Catalunya se reúnen alrededor de una mesa con copiosos platos de comida tradicional. Es la hora del 'iftar': con la puesta del sol se rompe el ayuno del Ramadán para volver a comer hasta el alba. Pero ni Isham, ni Ayoub, ni Abdelrasak, ni Hossan tienen esa suerte. Estos jóvenes mabregís no tienen casa. Duermen en las calles de Barcelona. Como ellos, 700 personas sin recursos recurren, a diario, al reparto solidario de la Mezquita Amigos de La Paz, en Trinitat Vella. "Sin ellos no podría hacer el Ramadán, me da fuerzas para aguantar la vida en la calle", sostiene Isham. Desde la entidad lamentan que los servicios sociales no están adaptados a la diversidad religisosa y los ritos de muchas personas con menos recursos.

El Ramadán de los sinhogar en Barcelona

Foto: Jordi Otix | Vídeo: Jordi Otix y Patricio Ortiz

Su sonrisa es pura, pero triste. A Isham le falta media dentadura. Tampoco tiene movilidad en la mano a raíz de un accidente de coche que sufrió a los 11 años en Nador (Marruecos). "Europa es nuestra cárcel", resolpa al saludar desde la cola de reparto de alimentos de la mezquita. Son centenares las personas que, como él, se reúnen en el callejón de Vinya Llarga, en Nou Barris. Desde mediodía, un grupo de mujeres cocina la 'harira', una sopa de pollo típica de Marruecos, imprescindible como suplemento alimentario durante el Ramadán, con arroz. A las cuatro de la tarde empieza el reparto: aparte de los platos tradicionales se ofrecen dátiles, plátanos y dulces.

Larga cola

Isham tiene 31 años. Hace tres que llegó a España en patera. Aún no ha aconseguido regularizar su situación. "Es que sin papeles no puedo trabajar en España", lamenta. Ha vivido en solares y en pisos ocupados. Desde hace tres meses duerme en el parque central de Nou Barris. Combate el frío con un colchón viejo y unas cajas de cartón. Le acompañan Ayoub, Younes y Riad, también marroquís en su misma situación. Los dos primeros duermen en el porche que hay frente al albergue municipal de Nou Barris. Riad hace pocos meses dejó el asfalto para dormir en un local abandonado en Sant Andreu. "Yo calculo que nos quedará una hora para que nos den la comida", aguardan desde la cola.

"Cuando como la 'harira' es como si volviera a casa con mi madre, en Nador"

— Alí, 30 años

La cola de la mezquita da la vuelta al callejón y sube las escaleras hasta la calle de la Foradada. "Es el quinto día que vengo a buscar comida para poder hacer el 'iftar' y seguir el ayuno, cuenta Mohmed Moulan, joven magrebí de 29 años sin permiso de residencia ni de trabajo. "Algunas veces trabajo, sin contrato, otras no. Por eso no tengo para comprar la comida", cuenta el joven, que malvive en una habitación de un piso de Santa Coloma de Gramenet. "Gracias a esta mezquita tenemos alguna ayuda y podemos comer caliente por el Ramadán", agradece Alí, de 30 años, también en la cola.

Ramadán en Barcelona

Ayoub y Karim se dirigen al metro que les llevará al barrio donde viven tras recojer la comida en la Mezquita Amigos de La Paz, en Trinitat Vella. / JORDI OTIX

Él duerme ahora en el albergue municipal de la Zona Franca desde hace un año. Antes vivía en la calle. "Siempre he venido aquí para comer durante el Ramadán", cuenta el hombre, que lleva tres años sin papeles. "El problema es que en el albergue nos dan la comida a unas horas que yo no puedo comer, si quiero hacerlo es muy difícil", explica el joven, quien agradece que, además de ofrecer la comida caliente para romper el ayuno, también se haga con los platos tradicionales. "Cuando como la 'harira' es como si volviera a casa con mi madre, en Nador", sigue el joven.

Tras la pandemia

El responsable de la Mezquita Amigos de La Paz, Mohamed Chair, confirma que hay muy pocos lugares de culto musulmán en Barcelona que hagan este reparto de comida. En su caso, todo empezó tras la pandemia. "Nosotros siempre hacemos un 'iftar' en la mezquita. La comunidad viene, cada uno trae algo y rompemos el ayuno juntos. Pero con el covid lo sustituimos por comida para llevar", cuenta el hombre. Empezó a correr el boca-oreja y, en cuestión de días, la mezquita se llenó de personas desesperadas buscando comida. Este año han superado todos los récords, llegando a los 700 menús repartidos al diario. "Esto es imposible de sostener sin los voluntarios y sin las empresas detrás que nos ayudan con aportaciones", sigue Chair.

"Esto no se podría sostener sin los voluntarios ni las empresas que nos ayudan con aportaciones"

— Mohamed Chair. Responsable de la Mezquita Amigos de La Paz

A las seis de la tarde, Isham, Ayoub y Riad ya tienen su comida. Riad muestra, orgulloso, la 'harira' que almacena en 'tuppers' improvisados: tampoco tiene papeles ni vivienda. Duerme en una antigua oficina bancaria ocupada en Sant Andreu. "Si no vienes aquí es imposible hacer el Ramadán, porque dan comida caliente, de Marruecos, que nos ayuda a aguantar todas las horas sin comer. Yo solo podría comprar galletas y zumo de naranja, y así es imposible", explica el hombre antes de partir hacia casa.

Ramadán en Barcelona

Un voluntario de la mezquita 'Amigos de la Paz', reparte la tradicional 'harira' a los fieles sinhogar. / JORDI OTIX

Comedores municipales

Muchos de ellos coinciden en los comedores sociales municipales, donde normalmente hacen el único plato del día en condiciones. "Ahora que no podemos comer... ¿Cómo lo hacemos?", dice Isham. A través de una aplicación del móvil se sabe todos los rezos y la hora a la que puede empezar a comer. Él llegó a España en 2021 en patera. Ayoub lo hizo por la ruta turca. "Un vuelo a turquía y después a caminar". Pero lo peor de todo , dice, no es la travesía por media europa. "Lo peor es llegar aquí y ver que no puedes trabajar sin papeles, que no nos dejan hacer nada".

A las siete, se reúnen en un parque con otros chicos de la calle: es la hora de comer los dátiles, el arroz y la 'harira'

A las siete, se reúnen en un parque con otros chicos de la calle como ellos. Es la hora de comer los dátiles, el arroz y la 'harira'. Se une al grupo Abdo Rasak, veinteañero que también duerme en la calle. Participa en el proyecto de cocina municipal Alimenta, y comparte arroz que ha preparado él mismo para sus amigos. "Para nosotros poder hacer el Ramadán es muy importante: a mí me da fuerza mental para aguantar el sufrimiento de la calle", cuenta Isham. "Sí, te permite centrarte, reflexionar... Si no te irías a todas las cosas malas que hay en la calle, que son muchas", cuenta Ayoub, que tras vivir en habitaciones de alquiler o casas okupadas ahora duerme frente al albergue municipal de Nou Barris.

Ramadán en Barcelona

Los jóvenes sin hogar comen en un parque a la hora del 'iftar'. / JORDI OTIX

Después de romper el ayuno, el grupo se separa. Abde se va a jugar a fútbol en un proyecto social. Isham decide ir a rezar. Es la hora del 'Magreb', el penúltimo rezo del día. Lo hace en plena calle, con un trozo de cartón que luego le servirá de cama. Ayoub también prepara sus cosas para ir a descansar. Mucha de la comida repartida se la guardan. "Lo bueno es que podemos comer durante toda la noche. Si no fuera por ellos, no tendríamos nada", agradece Isham.

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