Diversidad cultural

Relevo generacional en las mezquitas: "Hay que entender que un musulmán también es catalán"

Jóvenes y Ramadán: entre la convicción, la obligación y la desobediencia

Los musulmanes reclaman su sitio en los cementerios catalanes

El colectivo 'Entre Joves', organizador de el congreso islámico, en el momento de clausura del evento.

El colectivo 'Entre Joves', organizador de el congreso islámico, en el momento de clausura del evento.

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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Nacieron en Catalunya hace más de 20 años. Han estudiado en el sistema de inmersión lingüística, y mientras en la escuela hacían 'cagar el tió' o dibujaban la 'vella quaresma', en casa festejaban el ramadán y la fiesta del cordero. "Nuestros padres, inmigrantes casi todos de Marruecos, levantaron las mezquitas que hoy día conocemos en Catalunya. Ahora somos nosotros, catalanes y musulmanes, los que deberemos hacernos cargo de esta estructura y adaptarla a nuestra necesidades y nuestro contexto, que es muy distinto al de ellos", cuenta Illias El Ghaidouni. Forma parte del grupo Entre Joves, creado hace cuatro meses en la Unió de Comunitats Islàmiques de Catalunya (UCIDCAT), entidad que quiere implicar y reconectar a los jóvenes con el islam y los centros de culto. Ilias, junto con otros 17 compañeros, organizaron el pasado fin de semana un congreso islámico dirigido a la juventud catalana musulmana. "Ha sido todo un éxito", cuenta, orgulloso.

Más de 200 jóvenes participaron, el pasado fin de semana, en la 14ª edición de los congresos islámicos que organiza UCIDCAT. Y otros tantos se quedaron fuera porque llenaron el aforo. El congreso Joventut, religiositat i la questió de la identitat celebrado en El Prat de Llobregat fue todo un éxito. "Hasta ahora los congresos islámicos se hacían en árabe y estaban pensados para la generación de nuestros padres, pero ahora hemos cambiado este enfoque, necesitamos una red de jóvenes con los que compartir nuestra realidad, tejer alianzas y organizarnos", expresa otra de las impulsoras del evento, Sara El Bahri.

"Nosotros no somos inmigrantes, la gente tiene que entender que somos musulmanes catalanes. Una vez al año vamos a Marruecos y cuando nos hablan mal del catalán nos indignamos, pero, a la vez, aquí también nos gritan que volvamos a nuestro país cuando nos ven con el velo. Siempre que hablo con gente joven y musulmana sale el tema de la identidad. Y siento que necesitamos tener un lugar seguro donde hablar de esto, donde podamos expresarnos y se nos escuche sin juzgarnos... sentir que no estamos solos", sigue Iman El Ghaidouni.

Un grupo de chicas consulta los libros disponibles en el congreso sobre jóvenes, islam e identidad.

Un grupo de chicas consulta los libros disponibles en el congreso sobre jóvenes, islam e identidad. / Manu Mitru

Ella tiene 22 años y hace apenas seis meses que decidió ponerse el 'hijab'. Ha estudiado el grado universitario de Biotecnología y ahora está terminando un máster que compagina con un trabajo en una empresa del sector. "A mí, ni a nivel académico ni profesional me han hecho sentir nunca extranjera", cuenta. En el trabajo ha conseguido que su empresa le reconozca un lugar donde poder rezar en las horas que marca su religión. "Es lo normal y así lo vivo. Yo hablo del ramadán con mis amigas de la escuela, por ejemplo, que son ateas. De pequeña me daba más vergüenza pero ahora ya no, lo veo natural", sigue Iman, vecina de Collblanc. En cambio, El Bahri, estudiante de Ingeniería Alimentaria de 20 años, ha vivido muchos años en una frontera.

Asistentes a la charla de clausura del congreso islámico del pasado 24 de diciembre en El Prat de Llobregat.

Asistentes a la charla de clausura del congreso islámico del pasado 24 de diciembre en El Prat de Llobregat. / Manu Mitru

"Yo de pequeña nunca me sentí diferente. Hasta que un día vino un niño nuevo al cole y nos tuvimos que presentar. Yo dije: 'Me llamo Sara, soy de Barcelona y me gusta nosequé'. Y entonces saltó un niño y dijo: '¿Como puedes ser de aquí si tus padres son de Marruecos?' Allí empezó mi lío sobre la identidad, me di cuenta de que, a pesar de haber nacido en Catalunya, no formaba parte de la sociedad, debía integrarme", cuenta la joven, de Ciutat Meridiana. Ella decidió ponerse el velo a los 12 años. "Hasta mi madre se sorprendió y me dijo: '¿Estás segura?". Fue a partir de entonces cuando notó el cambio más radical. "En mi barrio, con mis vecinos, soy la misma que antes, pero vas al CAP y te tratan como si fueras tonta, en el súper a menudo no te quieren atender y la gente por la calle te grita: 'Quítate el trapo, vete a tu país'".

Islamofobia y "piel dura"

Ilias también ha notado este rechazo. "El 'moro de mierda' para mí ya es una coña y me lo tomo con humor... Son muchos años porqque desde bien pequeño ya oyes este tipo de cosas", cuenta el joven, de 23 años, graduado en Ciencias y Tecnologías del Mar. "Creo que la islamobofia, en Europa, es algo normalizado. Yo tengo la piel suficientemente dura para que me dé igual, pero hay mucha gente que no tiene esa fortaleza, tienes que estar preparado psicológicamente", añade. "En el congreso, por ejemplo, hemos hecho un taller de inteligencia emocional para cosas como estas. Yo no he tenido problemas en el trabajo porque en mi sector hay muy poca gente y estamos muy especializados. Pero si tuviera otro trabajo, de cara el público, claro que me habría costado", sigue su hermana Iman.

Dos chicas, en los povadores de velos islámicos, el pasado domingo en El Prat de Llobregat.

Dos chicas, en los povadores de velos islámicos, el pasado domingo en El Prat de Llobregat. / Manu Mitru

Ilias e Iman son hijos de Mohamed El Ghaidouni, el histórico presidente de UCIDCAT. "Necesitamos implicar a los jóvenes en las mezquitas, no se puede perder el legado", sostiene. A diferencia de la Iglesia católica, en el islam no hay una estructura jerárquica que rija, ordene y organice el culto: cada mezquita se gestiona de forma autónoma, y el imán simplemente cumple la función de referente espiritual experto que domina los textos coránicos. Es decir: son los creyentes implicados quienes mantienen la estructura religiosa.

"Yo recuerdo acompañar a mi padre en muchas mezquitas, le tocó vivir el rechazo de los primeros años –afirma Ilias–. Me acuerdo cuando hubo el atentado y se le acabaron las vacaciones y vino a Catalunya... Son cosas que te marcan. Lo que sí pienso es que ahora nuestra realidad es otra". Por ejemplo, expone la necesidad de implantar menús halal en las escuelas con las familias que lo desean. "No puede ser que nos metan un lomo de cerdo... es que nosotros también tenemos derechos y vamos a luchar por ellos", insiste Iman.

Homosexualidad y terrorismo

También su visión del islam es particular. Evidentemente están en contra de la violencia y el terrorismo, y sienten que el radicalismo islámico afecta a los jóvenes que tienen más dudas identitarias y han sentido más el rechazo social. Pero van más allá. "Una cosa es la cultura marroquí y otra es la fe musulmana. Son cosas distintas y, a veces, contradictorias", cuenta El Bahri. "Ahora parece que está muy bien el ramadán por la moda esta de Morad, de ser MDLR... pero hay que ir más allá, ser musulmán es algo más que hacer ayuno una vez al año", insiste.

"Lo importante del islam es la relación que estableces con Dios: nadie te puede decir si está bien o mal lo que haces", sigue El Bahri, cuyo conocimiento del Corán le lleva a recitar algunos fragmentos del libro sagrado de los musulmanes. "Imponer u obligar algo a los demás es pecado ('haram')", dice la joven, hablando de quienes son obligadas a llevar velo o casarse con la exusa de la religión. ¿Y que opinan de la homosexualidad? De entrada, reconocen que el islam no apoya las personas del colectivo LGTBI. "Pero si una persona es homosexual y quiere ser musulmán ¿quién soy yo para decirle que está mal? Yo no soy nadie, que hagan lo que quieran", dice El Bahri. El resto afirman con la cabeza. "Sí, al final es tan básico como el respeto".

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