Seis años del 17-A

Los hijos de la inmigración de Ripoll: "Aquí, si eres marroquí, te sientes terrorista"

La herida de Ripoll explota seis años después del atentado terrorista: "No se trató y ha estallado el odio"  

El laboratorio identitario de Ripoll, por Andreu Claret

Editorial | La larga sombra del 17A

Moussa, un joven marroquí que llegó a Ripoll con cuatro años, frente a la plaza del monasterio.

Moussa, un joven marroquí que llegó a Ripoll con cuatro años, frente a la plaza del monasterio. / JORDI OTIX

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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Marc, Jan y Omar tenían nueve años el día de los atentados terroristas de Las Ramblas y Cambrils, del que este 17 de agosto se cumplen seis años y que dejaron un balance de 16 muertos y 140 heridos. Estos tres adolescentes acaban ahora de cumplir los 15 y en septiembre se estrenan en 4º de la ESO. Charlan en la plaza que hay delante del monasterio de Ripoll, lugar central del municipio que muchos sitúan como el inicio de la nación catalana. Municipio que aún vive con la carga de la masacre, cometida por seis de sus vecinos, seis jóvenes criados aquí y radicalizados por el imán Abdelbaki Es Satty en la mezquita local.

"Te sentirás diferente siempre. Es lo que tiene vivir entre dos mundos. Aprendes a vivir con la mirada racista y a la vez hay cosas que en casa no puedes hacer ni contar. Yo al final decidí que soy ciudadano del mundo"

Moussa, 25 años

Marc, Jan y Omar son catalanes: han nacido y crecido en Ripoll, pero uno de ellos, de padres marroquís, mantiene a sus amigos al margen de su vida familiar. Los rezos en la mezquita o la fiesta del sacrificio del cordero son momentos que esconde. EL PERIÓDICO charla con una generación de ripollenses que ha crecido con las secuelas del atentado, se ha tenido que distanciar de amigos, soportar insultos de 'terrorista' y que a la vez sufre por traicionar las costumbres en casa.

Niños de entornos migrantes juegan a fútbol en una plaza de Ripoll.

Niños de entornos migrantes juegan a fútbol en una plaza de Ripoll. / JORDI OTIX

Omar, Jan y Marc van al mismo instituto, salen juntos, juegan al fútbol y van al 'casal' en verano. Pero Jan y Marc saben que Omar ha sido blanco de muchos insultos en el 'insti'. "El 'moro de mierda' siempre se lo dicen, pero nosotros le defendemos", cuenta Jan. A veces también le ha caído el calificativo de terrorista. "Te lo dicen en plan broma, en plan en serio...", apunta el chico con la cabeza gacha.

Omar, de 15 años, ha nacido en Ripoll pero mantiene a sus amigos al margen de su vida familiar: "Hay cosas de las que no me gusta hablar"

Al rato, Omar explica que a veces acude a la mezquita con sus padres, que hace unos meses celebraron la fiesta del cordero y describe cómo es el 'iftar' tras el Ramadán. Sus amigos lo miran ojipláticos. "¡Qué fuerte! Yo no lo sabía... ¿y en qué consiste? ¿por qué no nos lo habías explicado?", le interroga Jan, que a pesar de haber invitado a su amigo a casa, nunca ha ido a la de Omar. "Son cosas de las que no me gusta hablar...", corta el joven.

La de estos adolescentes es una muestra de cuán compleja es la vida de los niños con orígenes árabes en Ripoll. Para Moussa, estudiante y camarero de 25 años, es el pan de cada día. "Yo era amigo de algunos chicos que cometieron el atentado, salían conmigo de fiesta. Eran un encanto... a veces lo pienso, podría haber sido yo mismo", reflexiona.

"Antes era diferente, la gente estaba encantada con nosotros... pero desde el atentado ha cambiado todo"

Hamza, 27 años

"Es que en Ripoll, si eres marroquí, te sientes terrorista. La gente ya te mira en plan 'están tramando algo'". Son las repercusiones que dejaron en el municipio los atentados cometidos por seis de sus vecinos. "Te tienes que acostumbrar a eso. No es que tu les hayas hecho nada malo, es que eres marroquí", explica el chico, que llegó a Sant Joan de les Abadeses con cuatro años. Lo peor fue perder amigos. "Después de los atentados, muchos se distanciaron de mí".

Romeo y Julieta en Ripoll: "No me podía casar con ella"

La lista de lamentos es larga. "Los Mossos ya te paran antes que a los catalanes que van contigo, o al alquilar un piso ven tus apellidos y ya te dicen que no. Yo lo conseguí porque me fui a vivir con mi novia catalana", sigue. El romance ya ha terminado, pero la chica cuenta que ella nunca conoció a sus suegros. "No les podía decir que estaba con ella, no lo entienden. Me dirían, '¿por qué le haces esto a esta chica si no te vas a poder casar con ella, no es musulmana'", señala Moussa.

"Si se hubiera hablado del tema en la escuela se hubieran atajado muchos problemas"

Salma, 18 años

"Es lo que tiene vivir entre dos mundos. Te sentirás diferente siempre. Aprendes a vivir con la mirada racista, ves la separación desde la escuela y a la vez hay cosas que en casa no puedes hacer ni contar. Yo al final decidí que era ciudano del mundo", sigue.

Un vecino de Ripoll se lava la cara antes de entrar a rezar en la mezquita Annour.

Un vecino de Ripoll se lava la cara antes de entrar a rezar en la mezquita Annour. / JORDI OTIX

Hamza, de 27 años y empleado de una fábrica téxtil, llegó a declarar como testigo en la Audiencia Nacional por el juicio de los atentados. "Eran mis amigos, lo viví todo... tenían un futuro prometedor", asegura emocionado. A este chico, que llegó con siete años a Ripoll, el 17-A también le ha marcado la vida. "Antes era diferente, la gente estaba encantada con nosotros... pero desde el atentado ha cambiado todo. Te miran de otra manera, no te quieren alquilar un piso, se inventan excusas.. Nosotros somos personas, hacemos nuestro trabajo. Yo no busco problema alguno", explica antes de lavarse para ir a rezar a la mezquita.

Salma y su madre Karima, pasean por Ripoll, después de cruzar uno de los 15 puentes del municipio.

Salma y su madre Karima, pasean por Ripoll, después de cruzar uno de los 15 puentes del municipio. / JORDI OTIX

Salma, una joven de 18 años nacida en Ripoll que trabaja en una tienda de cosmética para pagarse la universidad, lo cuenta junto a su madre. Ella no lleva velo, la madre sí y muchas de sus amigas también. "Mi madre ha trabajado limpiando toda su vida, y cuando llegó aquí lo pasó muy mal... Es la sensación de sentirte fuera de lugar todo el rato. No puede ser que te miren mal, especialmente los más mayores, sin saber nada de tí",defiende. Le preocupa la nueva alcaldesa, Silvia Orriols, de la formación ultraderechista Aliança Catalana, y reconoce que le hubiera gustado hablar del tema en la escuela. "Se hubieran atajado muchos problemas".

Laura Gómez, camarera, llegó a Ripoll hace tres años procedente de Colombia.

Laura Gómez, camarera, llegó a Ripoll hace tres años procedente de Colombia. / JORDI OTIX

La esperanza en un café

Pero la mirada racista va más allá de los marroquís. Laura Gómez vino en 2020 de Colombia. "Hay mucho racismo acà, yo llevo tres años aquí y no tengo ni un amigo", lamenta. Al llegar a Ripoll, muchas tiendas le negaron comprar nada porque no hablaba catalán. "Te hacen sentir inferior... yo al principio lo pasé tan mal que no quería salir a la calle, me encerré en casa y me deprimí muchísimo". Ahora trabaja de camarera en un café y asume que los inmigrantes cobran menos y tienen peores condiciones que los empleados con apellidos catalanes. "Es muy injusto".

Íngrid y Hugo, dos jóvenes de Ripoll, en una terraza en la plaza del monasterio.

Íngrid y Hugo, dos jóvenes de Ripoll, en una terraza en la plaza del monasterio. / JORDI OTIX

Al rato, Laura toma nota a Íngrid y Hugo, dos jóvenes sentados en la terraza de la cafetería. Íngrid ha terminado el primer año de Psicología y vuelve en verano al pueblo para trabajar. "Claro que Ripoll es racista, y es algo que tenemos que cambiar. No puede ser que nuestros amigos, compañeros y vecinos se sientan así". Íngrid dice que tiene más consciencia de ello después de estudiar en Barcelona. Hugo también quiere cambiar la mirada de muchos en los que ve un comportamiento y actitud "muy racista". "No nos queda otra que intentar ser un puente entre estos dos mundos", dice él. Laura les sirve el café y, atenta a la conversación, sonríe. "Aún queda esperanza", susurra.