Atentados del 17A
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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El laboratorio identitario de Ripoll

La herida de Ripoll explota seis años después del atentado terrorista: "No se trató y ha estallado el odio"

Los hijos de la inmigración de Ripoll: "Aquí, si eres marroquí, te sientes terrorista"

Editorial | La larga sombra del 17A

Dos mujeres musulmanas, delante del monasterio de Ripoll.

Dos mujeres musulmanas, delante del monasterio de Ripoll. / JORDI OTIX

En Ripoll yace el cuerpo de Guifré el Pilós (Wifredo el Velloso), fundador de la dinastía condal de Barcelona. Guifré nació a mediados del siglo IX, y en el relato fundacional que le acompaña se mezclan historia y leyenda, pero para el caso nos vale. Ripoll siempre ha sido, para el nacionalismo catalán, cuna de una patria que encuentra en la portalada del magnífico monasterio de Santa Maria su simbolismo más acabado. He aquí la razón por la cual todo cuanto sucede allí tiene un impacto singular en una parte importante de la sociedad catalana. A menos de 25 kilómetros de Ripoll hay pueblos como Manlleu u Olot, que le doblan o le triplican en población, pero ninguno de ellos, ni siquiera Vic, le hace sombra en cuanto a representar las esencias de una patria purificada de cualquier excrecencia ajena. No creo que el imam Es-Satty escogiera Ripoll por su historia para llevar a cabo sus tropelías diabólicas. Todo indica que llegó porque sabía de la existencia de unos jóvenes de origen marroquí radicalizados por un relato de la guerra de Irak tan manoseado como el de Guifré del Pilós. Pero Sílvia Orriols, la nueva alcaldesa, sí sabe de historia o, mejor dicho, de cómo manipularla para conseguir una Catalunya independiente y libre de inmigrantes.

Seis años después de los atentados yihadistas del 17 de agosto que costaron la vida a dieciséis personas, Ripoll sigue estando en el centro de muchas preguntas. A mucha gente le cuesta todavía aceptar que aquella apandilla de muchachos conocidos en todo el pueblo pudieran cometer semejante barbarie y no pocos consideran que Es-Satty fue manejado por el CNI para cometer atentados destinados a pinchar la burbuja del 'procés'. Con sus insinuaciones lascivas, José Manuel Villarejo contribuyó a una narrativa que le venía de perlas al independentismo. Entre verdades que nadie quiso reconocer sobre cómo fue posible semejante radicalización sin que se encendiera ninguna alarma y teorías de la conspiración, Ripoll quedó traumatizado. La crisis del 'procés' y la pandemia hicieron el resto. Se acabaron las ambigüedades de Jordi Pujol sobre la inmigración. Los miles de extranjeros llegados para trabajar en las granjas porcinas de la comarca pasaron a ser una amenaza. No solo para la seguridad. También para la identidad. No hizo falta que Orriols recordara que el Pilós había muerto a manos de un señor musulmán leridano, Lobo, bin Mohamed. En vez de interrogarse sobre los fallos en la gestión de la diversidad y la prevención del terrorismo que condujeron a la masacre de las Ramblas, concluyó que seguridad e identidad van de la mano. Como Vox, pero sustituyendo España por Catalunya. Y Ripoll volvió a hacer historia, al votar a favor de un alcalde independentista y abiertamente racista. Queda por saber si Orriols conseguirá extender su estrategia al resto de Catalunya. Por si acaso, Carles Puigdemont sigue de cerca sus movimientos. Sabe que un cóctel hecho del independentismo más irredento y de una xenofobia desacomplejada puede ser letal para sus intereses políticos. 

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