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Andrés Rábago 'El Roto': “Hoy hay menos libertad de expresión que en los años 80”

El dibujante satírico ha reunido en un libro 705 aforismos sobre el mundo del arte que pensó mientras pintaba sus cuadros

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Andrés Rábago en su estudio.

Andrés Rábago en su estudio. / José Luis Roca

Juan Fernández

Juan Fernández

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De Andrés Rábago (Madrid, 1947) es conocida su faceta de dibujante satírico, que desarrolla en la prensa bajo el seudónimo de 'El Roto', pero no menos importante es para él la de pintor, a la que da rienda suelta cada mañana en su estudio, un luminoso apartamento situado sobre su vivienda, pero con acceso independiente. Aquí pinta los cuadros que de vez en cuando expone y, entre pincelada y pincelada, reflexiona sobre el arte. 705 de esos pensamientos los ha reunido en forma de aforismos en ‘Parpadeos’ (Taurus), el libro que acaba de publicar.

¿Estoy hablando con un artista que hace dibujos satíricos o con un dibujante satírico que pinta cuadros?

La verdad es que me recuerdo siempre pintando y dibujando. En ciertos momentos, por supervivencia y porque tenía más facilidad para publicar viñetas que para exponer cuadros, desarrollé más el dibujo, pero las dos almas funcionan en mí de forma paralela, son complementarias y se llevan bien. De hecho, la una aprende de la otra.

¿Recuerda que fue lo primero que hizo, si un cuadro o una viñeta?

Lo primero fue un dibujo satírico. Cuando era niño me gustaba hacer chistes y enseñárselos a mi padre cuando volvía del trabajo. Eran horrorosos, pero él decía que estaban muy bien, y a mí aquello me estimulaba. La vocación me vino a raíz de un libro que me regaló un tío mío de Joaquín Xaudaró, un dibujante catalán de los años 20. Mirando sus dibujos, empecé a hacer mis propios chistes.

Si tuviera que prescindir de una de esas facetas, ¿a cuál le dolería más renunciar?

Preferiría no tener que elegir, pero reconozco que en este momento de mi vida me dolería más dejar la pintura que en otras épocas anteriores, en las que todavía había mucho Roto por delante. A estas alturas, El Roto ya ha dicho casi todo lo que tenía que decir. Me queda más por aprender de la pintura que del dibujo.

A estas alturas El Roto ya ha dicho casi todo lo que tenía que decir. Me queda más por aprender de la pintura que del dibujo

¿Qué le aporta pintar?

El dibujo satírico y la pintura son dos niveles distintos de comprensión de lo real. Uno trata de lo externo, de los hechos históricos y sociales que están pasando, y el otro tiene que ver con mi historia personal y con territorios interiores que voy descubriendo. Le advierto que el ámbito interno es más real que el externo.

Hábleme de ese ámbito.

Tratar con el color es tratar con la luz, y eso te obliga a ser más sensible. El artista se dedica a indagar por ciertos territorios y va dejando huellas por si luego le sirven a quien ve su creación. Puede que esa persona solo se quede con la parte externa, la puramente plástica, pero en una obra de arte hay siempre algo más, y ese algo, que es lo que tú aportas, con suerte lo redescubrirá el espectador dentro de sí mismo. El arte ofrece nuevas maneras de mirar y de hacer, se dedica al enriquecimiento sensible. 

¿Opera igual hoy que hace 20 siglos?

La pintura es eterna, pero las formas que adopta son muy variadas. En el siglo pasado hubo un despliegue tan grande de formas que casi se agotaron todas las posibles, aunque muchas carecían de suficiente aportación interior. Ahora estamos en un momento de declive. La pintura ha quedado marginada y las formas de expresión se han ampliado a otros territorios, sobre todo a los del espectáculo, en mi opinión demasiado. Hay un exceso de espectacularidad en todo. Todo es grande y espectacular, pero sin contenido. La propia pintura se ha visto contaminada por esa moda. Los cuadros son cada vez de mayor tamaño y hace falta más espacio para mostrarlos. Yo entiendo la pintura como un arte íntimo, más cercano a la música de cámara que a la orquestal, pero hoy se ha convertido en una exhibición de egos y formas innecesarias.

Lo cierto es que los jóvenes de hoy se saben la vida de los futbolistas y los cantantes, pero no la de los pintores. ¿La pintura tiene el lugar que merece?

La pintura, es un arte que requiere un público culto. Puede gustarte sin más, pero necesitas haber visto mucha pintura para sentirla. Es un género de viejos, no de jóvenes, requiere una convivencia larga con ella para entenderla. Hoy vivimos en la prisa, pero no se pinta para lo inmediato, sino con la esperanza de captar el espíritu de una época. Es lo que luego aporta la historia de la pintura.

Hay un exceso de espectacularidad en todo. Todo es grande y espectacular, pero sin contenido. La propia pintura se ha convertido en una exhibición de egos y formas innecesarias

¿La expresión negocio del arte es un oxímoron?

El mercado del arte siempre ha existido, pero cuando los pintores holandeses pintaban retratos reales, respondían a una demanda de su tiempo. Ahora sigue habiendo mercado del arte, pero no hay una demanda social de arte. Por eso es un mercado falso. Se pinta mucho, y se vende, pero no responde a ninguna demanda, simplemente se va haciendo y luego se mira a ver si le interesa a alguien. Por eso el arte se ha entregado al espectáculo, porque necesita entrar rápido por la vista para ser vendido.

En su libro expresa su incomodidad con ese mundo, y afirma: “En algunas galerías tienes la desapacible sensación de que entras en un burdel”.

Muchas veces es así, siento que solo me ofrecen basura. Probablemente no lo sepan, y esto es lo dramático, que pocos galeristas saben de arte. No tienen preparación y exhiben a pintores solo porque venden fuera, sin pensar si son buenos o no. Actúan con un sentimiento de inferioridad que no viene a cuento, porque en España se ha hecho y se hace muy buena pintura que no siempre cuenta con el apoyo de las galerías.

Lienzos en blanco en el estudio de Andrés Rábago.

Lienzos en blanco en el estudio de Andrés Rábago. / José Luis Roca

Le leo otro de sus aforismos sobre este tema: “Ir a una feria y ver tanta variedad. Qué monotonía”.

Porque no hay tendencias. No sé si esto es bueno o malo, pero la realidad es que el mundo del arte es hoy un 'totum revolutum' donde hay muchas cosas que parece buenas que en realidad solo son imitaciones.

También declara: “El placer estético es un placer menor frente al placer del entendimiento”.

A mí me interesa más el contenido que el continente. El continente es necesario, pero el contenido lo es aún más. Un continente sin contenido es un arte superficial. Por supuesto, es necesario que una obra esté bien hecha, pero sobre todo que tenga contenido, porque eso es lo que le va a permitir traspasar el tiempo. Sin contenido, la forma sola no aguanta.

¿Qué quiere decir cuando afirma: “El estudio no es para mí un centro de trabajo, sino un centro de oración”?

Mi pintura es religiosa, aunque no lo parezca, en ella hay una súplica de luz. Esa luz que recibo es la que expongo. Para mí, la pintura es un trabajo espiritual, no físico. Requiere esfuerzo físico, pero es algo más.

Lleva décadas analizando la realidad a través de sus dibujos satíricos. ¿Diría que hemos ido a mejor o a peor?

Nos falta perspectiva, pero tengo la sensación de que vamos en dirección equivocada. Nos dirigimos hacia la destrucción del ser humano. A largo plazo, quizá sea necesario que pasemos por esto para renacer de otra manera. Eso no lo sabemos. Ahora mismo solo sabemos que nos estamos autodestruyendo.

¿En qué lo nota?

Por ejemplo, en las cotas de libertad que vamos perdiendo sin darnos cuenta. Hoy hay menos libertad de expresión que en los años 80, sin ir más lejos. Avanzamos hacia un aparente progreso que no es tal, porque consiste en un aumento cuantitativo, no cualitativo. Por decirlo brevemente: ahora hay más, que en realidad es menos.

Nos falta perspectiva, pero tengo la sensación de que vamos en dirección equivocada. Nos dirigimos hacia la destrucción del ser humano

Ese tipo de afirmaciones suelen generar polémicas, sobre todo entre colectivos que hoy viven con libertad sus realidades personales, sexuales, de género o de cualquier tipo, y que hace 40 años tenían que ocultarse o soportar el maltrato.

En ese terreno se ha avanzado muchísimo y las conquistas no tienen vuelta atrás, pero yo no me refiero a comportamientos sociales, sino a esa coerción que sentimos todos ante ciertos temas que no se pueden tocar, o que solo se pueden tratar con un enfoque determinado. El espacio de lo que se puede decir se ha estrechado en los últimos 40 años, no tengo ninguna duda. Yo defiendo el derecho a hablar de todo, e incluso a decir cosas equivocadas, pero hoy se coarta la libertad de expresión bajo la apariencia de que eso los hace más libres.

¿Quien ejerce esa coerción?

Los grandes medios. No estoy pensando en despachos concretos, sino en temas con los que nos manipulan sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, nos venden el transhumanismo como algo progresista que supondrá un avance para la humanidad, cuando en realidad es algo que nos hará menos libres y menos humanos.

¿Es contrario a la investigación genética?

He hecho muchos dibujos sobre ese tema. En uno decía: “No me toquéis los genes, no sabéis lo que me costó ordenarlos”. Hoy se está manipulando la naturaleza del ser humano, pero nos lo venden bajo la apariencia de tratamientos para curar enfermedades graves. En realidad, no va de eso, sino de otra cosa más trascendental y de consecuencias más graves. Hay que desvelar esas mentiras.

¿Qué opinión le merece la inteligencia artificial?

Que es falsa. O es inteligencia o es artificial, pero no puede ser las dos cosas a la vez. Eso de lo que hablan tanto, carece de emociones y de capacidad creativa real, se limita a organizar información. Pero eso no es inteligencia, es un instrumento, es una máquina pura y dura.

Habla de sensación de ‘totum revolutum’ en el mundo del arte. ¿Extendería esa definición a otros ámbitos de la vida pública?

Sí, la situación es caótica. Soportamos a diario una avalancha informativa, la mayoría de las veces basada en falsedades y contradicciones difícil de detectar en un primer momento, porque hace falta tiempo para reconocerlas. Nuestra cultura, la occidental, está en una fase de decadencia y va camino de la descomposición porque ha perdido las raíces, y sin raíces no hay sustento.

Nos venden el transhumanismo como algo progresista que supondrá un avance para la humanidad, cuando en realidad es algo que nos hará menos libres y menos humanos

¿Se considera una persona pesimista?

No creo que haya pesimismo en nada de lo que digo, me dedico a describir la realidad con objetividad, pero la objetividad no tiene por qué ser pesimista. De hecho, creo que soy bastante optimista.

¿Al ciudadano Andrés Rábago García le afecta personalmente todo lo que ve y luego expresa en sus dibujos satíricos?

La verdad es que no.

¿Qué le preocupa?

Muchas cosas. Por ejemplo, la pésima calidad de nuestros políticos y el seguidismo que practicamos frente al poder imperante. Un caso: Europa ante la OTAN. Es una vergüenza que no sepamos construir como europeos algo nuevo y al margen de lo que nos impone Estados Unidos. Esa sumisión me parece indecente. También me preocupa la decadencia de valores tradicionales a la que asistimos. Son estructuras sociales que han pervivido durante milenios, pero ahora se equiparan a moralismos superficiales que debemos quitarnos de en encima.

¿Qué le ha aportado la edad?

Una mayor distancia frente a los hechos. Te das cuenta de su dimensión real, que es menor de lo que crees cuando estás demasiado implicado en ellos. También tienes menos miedos, porque descubres que tampoco pasa nada si te mueres, que es el principal miedo que albergamos. En realidad, no pasa nada.

 “Cuando se va la luz, todo lo que hiciste desaparece. Una amarga lección”, dice en otro aforismo. ¿Qué quedará de usted cuando se apague su luz?

Lo que haya hecho y mantenga alguna utilidad. Siempre he buscado que mi trabajo tuviera una belleza plástica, que es una forma de permanencia, pero también un mensaje, un contenido. Con una sola persona a la que ella ha llegado, ya habrá merecido la pena. Estar presente de alguna manera en esa persona es un poder de una riqueza extraordinaria. 

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