Opinión | Club de Educación y Crianza

Olga Pereda

Olga Pereda

Periodista

Confieso que hago los deberes con mi hijo

Según algunas teorías pedagógicas, las madres que repasamos las tareas escolares con nuestros hijos criamos seres inútiles e incompetentes que no se valdrán por sí mismos en el futuro

Un niño realiza los deberes, en su casa de Madrid.

Un niño realiza los deberes, en su casa de Madrid. / M. G.

Deja que tu hijo haga los deberes solo, le estarás brindando autonomía y responsabilidad”. Como teoría, fabuloso. Como práctica, imposible.

Confieso que soy una de esas madres que acompaña a su hijo para hacer los deberes en casa. Según algunas teorías pedagógicas, estoy criando un ser inútil e incompetente que no se valdrá por sí mismo en el futuro. Ajá.

Me encantaría que mi hijo -estudiante de 4º de primaria- cumpliera el manual del hijo perfecto y yo, el de la madre perfecta. En esa nube de algodón, mi hijo vendría a casa del cole, merendaría una manzana y se sentaría en su pupitre a hacer las tareas. Lo haría feliz, sabiendo que está cultivando el adulto responsable que será en el futuro. Sacaría sus libros de la mochila, repasaría las lecciones de ciencia, aprendería vocabulario de inglés, redactaría la redacción de lengua, resolvería los problemas de matemáticas, y tocaría un poco la flauta. Una vez terminadas las tareas, prepararía la mochila del día siguiente y me diría que si le cocino unas saludables judías verdes para cenar, que quiere irse pronto a la cama.

En el mundo real (al menos, en mi mundo real) las cosas suceden de otra manera: madre e hijo nos sentamos en la mesa y repasamos juntos las asignaturas. Menos mal que está en 4º de primaria porque, dentro de unos años, cuando lleguen las raíces cuadradas, voy a tener un serio problema.

Mi hijo es un tipo sensato, tranquilo y responsable. Pero no veo otra manera de inculcarle el hábito de estudio que no sea estando con él. Solo tiene ocho años. ¿De verdad a esa edad se le puede pedir que tenga una compleja hoja de cálculo en su cabeza con toda su agenda escolar, sus asignaturas, sus deberes y trabajos? ¿Hablamos de niños y niñas reales o de robots? Los deberes y las tareas del cole me abruman a mí, ¿cómo no le van a abrumar a él?

Ya puestos, haré otra confesión. Sí, soy de esas madres que, de vez en cuando, pide en el chat del cole una foto de la página de actividades que hay que hacer y que mi hijo se ha dejado olvidada en el cole.

Según muchas teorías pedagógicas, no se puede ser peor madre ni más mema. Mi hijo es un zote, lo será toda la vida, y solo habrá una culpable: yo. Debería corregir mi actitud negligente y dejar que él se sentara solo en su habitación para hacer los deberes. Y si no los hace, que aprenda. Y si al día siguiente no lleva los libros que corresponden a las asignaturas, que aprenda. Y si se pasa la tarde mirando por la ventana en lugar de hacer las sumas y las restas que tiene pendientes, que se apañe. Y si se ha olvidado de un libro en clase, que asuma su error.

Un poco tajante, ¿no? Suena como el método Estivill para dormir. La filosofía es idéntica: que se apañe el niño y que aprenda solo, ya sea a conciliar el sueño o a estudiar.

Si hay algo que te enseña la maternidad es a no juzgar porque cada casa es un mundo. Saber la teoría está muy bien, pero llevarla a la práctica puede ser imposible. Es estupendo y admirable que haya niños y niñas que hagan los deberes solos. E igual de estupendo es lo contrario. Depende de ti y de tu hijo.

Yo, como todas las madres, hago lo que puedo. Pero si de algo estoy satisfecha es de dedicar tiempo a mi hijo y estar a su lado, criándole y educándole. Y estoy todavía más satisfecha y orgullosa de otra cosa: mi hijo.