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Estudiantes aburridos, distraídos y agresivos: la asignatura pendiente de mantener la disciplina en clase

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Una profesora imparte clase, en una imagen de archivo.

Una profesora imparte clase, en una imagen de archivo. / Elisenda Pons

Olga Pereda

Olga Pereda

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El último estudio internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS, Progress in International Reading Literacy Study) confirma que la disciplina en clase es básica no solo para la productividad académica sino también para la comprensión lectora, una asignatura en la que los estudiantes españoles pinchan. El informe entiende por disciplina el código de conducta, el comportamiento y las sanciones.

Los conflictos que más abundan en las aulas de primaria tienen que ver con la disrupción en clase y con molestias entre compañeros y compañeras, según reveló el primer estudio oficial sobre el bullying en España, elaborado recientemente por la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

Hablar con cualquier profesor confirma que las aulas de colegios e institutos son todo menos una balsa de aceite. Además de enseñar las asignaturas a los chavales, los docentes tienen una competencia extra: gestionar la disciplina y mantener el orden. ¿Cómo?

Competencias emocionales

El estadounidense Douglas E. Noll, abogado de profesión reconvertido en mediador de conflictos graves (ha trabajado en prisiones de máxima seguridad), acaba de publicar en España 'Desescalar, cómo calmar a una persona furiosa en menos de 90 segundos' (editorial Arpa). Quizá funcione… o quizá no. Pero, inundado de referencias a la neurociencia y la psicología científica, el ensayo deja clara una verdad absoluta: somos seres emocionales y no podemos seguir viviendo de espaldas a las emociones.

“La cruda verdad es que las competencias emocionales son habilidades que hay que enseñar y hay que aprender”, sentencia el autor. “Sin las emociones no seríamos humanos y tampoco podríamos razonar”, añade.

"Una disciplina escolar eficaz requiere de un esfuerzo de colaboración por parte del profesorado, la administración y los padres. Es más fácil decirlo que hacerlo"

— Douglas E. Noll, mediador de conflictos y autor de 'Desescalar'

Estudiantes aburridos, otros adictos a su móvil, otros incapaces de mantener la atención… el recurso habitual de mandar a los chavales que perturban el ambiente de clase al despacho de la directora o director ya no es una amenaza, como lo era en otras generaciones. “Hoy, los estudiantes, sobre todo los adolescentes, tienen mucha más información e independencia. Se resisten a la autoridad”, analiza el divulgador, que, como muchos otros expertos en educación y crianza, no confían en los castigos.

Noll cita estudios que confirman que las prácticas disciplinarias severas no son buenas para nadie: "Un alto nivel de expulsiones en un centro escolar está asociado con un denscenso en el rendimiento académico entre los alumnos no expulsados".

Interactuar "positivamente"

Suena difícil, pero Noll propone “interactuar positivamente con los alumnos que se portan mal”. Un ejemplo. Una niña, con cierto ánimo protagonista, lleva la batuta del aula y contesta todas las preguntas de la profesora sin dejar hablar a sus compañeros. El divulgador propone a la maestra que se cargue de paciencia y encuentre un rato para hablar a solas con la alumna. Lejos de la típica riña, la docente deberá desplegar sus superpoderes para que la niña le cuente cómo se siente cada vez que interrumpe la clase y cómo piensa que se siente la profesora.

El ejemplo propuesto por Noll termina cuando la niña confiesa que nadie la escucha en casa, se siente sola e ignorada y que, por eso, le gusta que sus compañeros y su maestra le presten tanta atención. “Sus intervenciones fuera de tiempo son una estrategia para satisfacer necesidades emocionales. Algunos podrían decir que es una maleducada o una persona agresiva. Esos juicios no ayudan a resolver el problema”, sentencia.

El emplo de Matías

Otro ejemplo es Matías, un chaval de secundaria que nunca presenta atención en clase. Se aburre soberanamente. A lo largo de la conversación privada con su profesora, esta le anima a escribir una carta a la directora del centro para explicarle de qué manera, en su opinión, se podrían imaprtir las clases para que fueran más divertidas. “Las probabilidades de que Matías escriba una propuesa son escasas o nulas. Pero ese no es el objetivo de la conversación. Lo importante es escuchar a Matías a un nivel profundo y hacer que se implique. Puede que a partir de ahora atienda en clase. O no. Pero la profesora se ha implicado. Escuchándole, le ha mostrado respeto”, concluye.

En una conversación de alto voltaje, ya sea con un alumno, con un padre o con cualquier otra persona, Doll invita a ignorar las palabras que el otro le está lanzado y centrarse en las emociones (enfado, miedo, angustia, asco, vergüenza, abandono…). Después insta a reflejar esas emociones: “Estás enfadado”, “tienes miedo”… Es la vía, según el divulgador, para calmar a una persona.

Habrá que esperar a septiembre, cuando comience el curso escolar, para ver si funciona. No hay varitas mágicas para hacer que las aulas tengan siempre buen ambiente. Hasta el propio Noll confiesa que una disciplina escolar eficaz requiere de un esfuerzo de colaboración y coordinación por parte del profesorado, la administración y los padres. "Es más fácil decirlo que hacerlo porque el tiempo y los recursos son limitados", concluye.