Abusos sexuales

Primeras denuncias policiales contra el jesuita Peris: "Hay que dar la cara, que se esconda el abusador"

Tercera víctima del cura jesuita Francesc Roma: "Yo también sufrí sus abusos"

El jesuita Francesc Roma, acusado de abusos sexuales por dos exalumnos del colegio de Casp

Dos exalumnos del colegio de Casp, Laura y Enric Soler, que habla a cara descubierta, acuden a los Mossos d'Esquadra a declarar contra este sacerdote

Enric Soler, una víctima del cura jesuita Francesc Peris habla a cara descubierta.

Enric Soler, una víctima del cura jesuita Francesc Peris habla a cara descubierta. / Foto Jordi Otix

Guillem Sánchez

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Enric Soler abandonó el colegio de los jesuitas de la calle Casp de Barcelona creyendo que era "idiota" y que no servía "para nada". Fue a principios de los 80, después de haber repetido un curso de BUP, de someterse anualmente a "pruebas electroencefalográficas" porque sus padres no comprendían cómo podía "suspender tanto" y de sufrir los abusos sexuales del cura Francesc Peris. Soler presentó el pasado 23 de mayo una denuncia contra Peris la primera que se formaliza contra este sacerdote sobre el que ahora llueven las acusaciones de pederastia– en la comisaría de los Mossos d’Esquadra en Gavà (Baix Llobregat).

También ha querido dar la cara y aparecer con nombre y apellidos en EL PERIÓDICO. "Ya es hora de cambiar el paradigma del abuso infantil. Los niños que han sufrido abusos por parte de adultos que tenían que haberlos protegido hemos tardado décadas en recomponernos. Y no hemos hecho nada. Tenemos que dar la cara. Quien tiene que esconderse es el que ha abusado", afirma. "Hacer daño a un niño no tiene defensa posible", avisa. No está solo.

Este martes Laura, otra exalumna del mismo colegio que Soler, ha presentado la segunda denuncia policial contra Peris. Laura cree que Peris actuaba "con mucha maldad", traicionando la confianza ciega que los menores depositaban en alguien como él: un cura que no parecía un cura y que fingía preocuparse por ellos más que los otros.

La denuncia de Enric Soler

Soler, psicólogo de profesión, juzga repugnante la posición de los jesuitas ante los casos de abusos que están aflorando. "Piden perdón por las molestias causadas y no son molestias, son actos criminales", argumenta. "Mi padre tenía tres trabajos para poder pagar a mis violadores", lamenta, en alusión al esfuerzo que hizo su familia para costear una escuela a la que entró con 6 años, en 1970, y de la que salió 12 años después, en 1982, agotado de presenciar "palizas" en primaria que hacían que sus compañeros se "orinaran encima", de lidiar con las "exigencias" de la educación de secundaria y de sobrevivir a los abusos de Peris. "Las secuelas [que me dejó Peris] son imposibles de calcular. No sé cómo hubiera sido mi vida sin la experiencia con este sujeto. Solo sé que fue una persona que abusó de su poder, de su superioridad física y que abusó de mí", asegura.

Soler relata cómo Peris se metía en la piscina sin bañador, exigía a los niños que hicieran lo mismo y los tocaba bajo el agua

Según declara Soler en su denuncia policial, Peris, a quien describe como el cura 'progre', que vestía con tejanos y camisa de franela, estaba a cargo de los menores que se apuntaron a un campamento de verano que se celebró en Viladrau (Osona). Aquel sacerdote se metía en la piscina sin bañador y exigía al resto de menores que hicieran lo mismo. Y, por debajo del agua, los agarraba, a Soler también, y se frotaba contra ellos, haciendo el gesto de intentar penetrarlos con el "sexo erecto". Soler detalla que algunas noches Peris también fue a visitarlo a su litera para someterlo a más tocamientos y que, durante mucho tiempo, pensó que aquellas 'visitas' eran un castigo que se merecía porque se resistía a quitarse el bañador. 

"Ya puedes sacarte la camiseta"

Contra el cura Francesc Peris, o Cesc Peris, o 'sex penis' como lo apodaban algunos alumnos, se acumulan las acusaciones de abusos sexuales desde que el diario 'El País' publicó el testimonio de varias víctimas que lo sufrieron en la década de los 70, como Soler, el de otros que lo sufrieron en Bolivia, donde fue enviado en 1983, y de otra estudiante que lo padeció en 2005, cuando fue definitivamente apartado de la educación, según la organización jesuita en Catalunya. 

Antes de 1980 Peris, que estuvo durante décadas a cargo de la educación sexual, abusaba solo de niños en el colegio de Casp porque era un centro únicamente de varones. En cuanto entraron las niñas, comenzó a abusar de ellas. Laura, la segunda denunciante, sufrió sus engaños a mediados de los 90, cuando tenía 12 años. 

Los padres de Laura estaban divorciados y Peris aparentó que se preocupaba por ella, que la "cuidaba", haciéndole un seguimiento particular. La sacaba de clase y la conducía hasta su despacho. Eran tutorías a puerta cerrada. Y, en cuanto entraban, Peris decía: "Ya puedes sacarte la camiseta". Dejándola en sujetador, la conminaba a cerrar los ojos y acariciaba su cuello y espalda, un abuso camuflado bajo una sesión de supuesta "espiritualidad" durante la que debía imaginar "una luz". 

Laura recuerda cómo, en las tutorías, Peris le pedía que se sacara la camiseta y le acariciaba cuello y espalda

"Me hacía sentir especial, valorada, creía en él", dice Laura, casi treinta años después, consciente de la manipulación de la que fue objeto por parte de un cura al que recuerda "guapo" y "carismático", del que no cabía pensar nada malo, y que "enloqueció" el día que ella osó decirle que no. Ocurrió en una excursión, mientras visitaban una iglesia pequeña: "Me propuso hacer la meditación que hacíamos sin camiseta e insistió mucho en que me sentara en su regazo. Sentí miedo, al verme a solas con él, encerrada en aquel lugar que no era el colegio". Peris no aceptó su negativa. Laura habló de aquello con su madre y esta acudió a pedir explicaciones a la dirección del colegio, que la ignoró.

EL PERIÓDICO destapó en 2019 los abusos sexuales silenciados en otro colegio jesuita de Barcelona, el Sant Ignasi de Sarrià-Sant Gervasi, una investigación periodística que comenzó con la denuncia de dos exalumnos y que se saldó con denuncias policiales contra cuatro sacerdotes.

Contra el colegio de Casp se han presentado hasta la fecha cuatro denuncias policiales contra otros tantos docentes distintos: los profesores laicos del Kostka –ubicado en el mismo recinto– Joan Pere G.M. y Josep Maria G.P. y los sacerdotes Francesc Roma y Francesc Peris.

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