Pederastia en colegios religiosos
Dos hermanos denuncian abusos en los Jesuitas de Barcelona: "Destrozaron a toda la familia"
Exalumnos del Sant Ignasi acuden a los Mossos para acusar a dos sacerdotes del colegio: Pere Sala y Lluís Tó
Las víctimas aseguran que los Jesuitas recibieron en el pasado quejas de ambos profesores pero la congregación lo niega
Jordi de la Mata nació el 13 de febrero de 1968. Se educó en el colegio Sant Ignasi, el de los Jesuitas de Sarrià (Barcelona). En una fotografía tomada a mediados de los 80 aparece junto a su padre y sus hermanos pequeños, Oriol y Xavier, y da la impresión de haberse convertido en un adolescente sano al que le espera un buen futuro. No iba a tenerlo. A finales de febrero del 2019, 35 años después, cuando se dirige a EL PERIÓDICO para destapar otra historia de pederastia silenciada, Jordi es un hombre atormentado, al que le sorprende su propio llanto cada pocos minutos y que asegura estar enfermo y querer aprovechar "las fuerzas que le quedan" para desenmascarar al padre Pere Sala, sacerdote y profesor del colegio Sant Ignasi, a quien culpa de que su vida naufragara.
"Abusó de mí, de mi hermano Oriol y de otros alumnos. Hay más víctimas", avisa. El pasado viernes 1 de marzo, Jordi presentó una denuncia por abusos sexuales en los Mossos d'Esquadra contra Pere Sala y también contra el padre Lluís Tó (fallecido). Oriol, su hermano, confirma su versión de los hechos y el próximo 15 de marzo viajará a Barcelona para presentar una segunda denuncia contra Sala. Jordi y Oriol aseguran que el padre Sala fue apartado de la docencia temporalmente tras recibir la escuela varias quejas por pederastia. La congregación, sin embargo, lo niega. Por otro lado, en 1992, el padre Tó fue enviado por los jesuitas a Bolivia después de ser condenado a dos años por abusar de una niña, tal como publicó 'El País'. En el 2016, dos exalumnos del colegio Kostka, otro centro de los Jesuitas, también denunciaron haber sufrido abusos por parte de dos docentes en la década de los setenta.
El padre Sala actualmente, con más de 90 años, vive en la residencia del Sant Ignasi. Jordi, tras ver el documental 'Examen de Conciencia' de Albert Solé (Netflix), ha contactado con este diario y con la emisora RAC1 para explicar su caso. También ha abierto la dirección 'abusados.jesuitas@gmail.com' para encontrar más víctimas.
Jordi de la Mata
"De crío era muy movido y me mandaban a menudo al despacho del padre Lluís Tó", empieza a contar Jordi. "Él fue el primer profesor que abusó de mí, cuando tenía unos 11 años". A solas, en su despacho, Tó le castigaba "con una regla". Golpeándole en la palma de la mano o, después de bajarle los pantalones, en el culo. "A veces lloraba y él me abrazaba para consolarme y me acariciaba la zona dolorida. Si me había pegado en el culo, también". Jordi habló de aquel comportamiento extraño a dos trabajadores del colegio -un docente y un vigilante-. Uno se lo sacó de encima. El otro le dio un bofetón. Poco antes de ser enredado por el padre Pere Sala, a Jordi ya le habían dejado claro que esas cosas debían callarse.
"El padre Sala me caía muy bien. Me hacía cosquillas. Éramos amigos. Nunca pensé que él estuviera abusando de mí", se sincera. "Jamás fue agresivo, era como si estuviéramos enamorados. Cogía mi mano y la ponía sobre sus genitales para que le masturbara. Se corría sobre mí. En una ocasión, también me penetró y me rogó que no lo comentara con nadie. Al acostarnos quería que durmiera apoyando mi cabeza sobre su pecho", explica Jordi, que da la impresión de no haber escapado todavía de aquella manipulación. Sufrió los abusos y violaciones del padre Sala, un sacerdote 40 años mayor que él, entre los 12 y los 14 años. La época coincide con su fracaso académico. También fue la edad en que comenzó a orinarse en la escuela y por las noches.
En 1984, la familia de Jordi emigró a México. Su padre llevaba ya algún tiempo allí tratando de obtener sin éxito una titulación de dentista. En aquel país, Jordi enloqueció del todo. "[Al padre Sala] No podía quitármelo de la cabeza y busqué ayuda en las drogas". Una espiral autodestructiva que le llevaría a tres intentos de suicidio, dos por sobredosis y el último cortándose las venas. También a la cárcel, a perder todos los trabajos de hostelería en los que brillaba al principio, a emprender huidas cambiando de país -México, Estados Unidos, España e Inglaterra- y a arruinar cuantas relaciones afectivas inició. Jordi tiene dos hijas, Karen (31 años) y Elena (14 años), de dos matrimonios distintos, a las que siente que ha fallado como padre. A los 51 años, cree que todo, "todo", conecta con el padre Sala.
A finales de los 90, Jordi viajó solo de regreso a Barcelona. A su tía, que lo acogió, le contó por primera vez que lo ocurrido en el colegio Sant Ignasi. La noticia saltó el océano Atlántico y llegó hasta México. Para sus padres descubrir que el padre Sala, aquel viejo amigo, había abusado de su hijo mayor y que eso explicaba finalmente su trayectoria errática, fue algo imposible de digerir. "Se sintieron muy culpables", cuenta Jordi. Su padre se suicidaría pocos años después. Su madre, consciente de que Oriol también se había quedado a solas con el padre Sala, le preguntó a este si también había abusado de él. Oriol respondió que no.
Oriol de la Mata
"Hace pocos años, les dije la verdad: también abusó de mí", explica Oriol desde México en una conversación telefónica con este diario. Los abusos que describe son como los de su hermano Jordi. En casa de sus padres a los dos les puso la misma película pornográfica ('Calígula') para tocarles los genitales. También a él se lo llevaba de fin de semana. De acampada cerca de albergues jesuitas ubicados cerca de Rubí y de Tiana.
Una mañana de domingo muy fría, al despertarse en la tienda de campaña, tras una noche entera de abusos, Oriol recuerda que el padre Sala celebró una misa en el campo. "Hizo un altar con algunas piedras, sacó el vino y el pan de hostia y ofició la ceremonia solo para mí, después de haberme tocado durante toda la noche, el muy cabrón". Si Jordi era un niño "extrovertido" y "rebelde", Oriol era "callado" y "retraído". Aunque él sí consiguió enderezar los estudios y ahora es un protésico dental reputado a escala internacional.
"¿Que si me ha dejado secuelas? Claro que sí, psicológicas, a nivel afectivo, de cariño. Me acuerdo de él todos los días. De la putada que nos hizo a todos. Era muy amigo de la familia, venía a vernos siempre a la casa que teníamos en Caldetes (Maresme). Yo no dije nada porque sentía mucha culpabilidad por haber consentido que lo hiciera", asegura. La drogadicción de Jordi hizo que de adolescente se marchara semanas enteras sin decir nada y que Oriol y su padre tuvieran que ir a buscarlo a los hospitales y a las morgues. "Estoy seguro de que lo que le llevó a destruirse de esa manera fue el padre Sala. Jordi tenía un gran potencial, he conocido pocos tíos más inteligentes que él, y a ninguno tan generoso. Supongo que buscó refugio en las drogas y en el alcohol y yo, por fortuna, en el trabajo", reflexiona.
Xavier de la Mata y Teresa
Xavier, el hermano pequeño de Jordi y Oriol, vivió la "desintegración" de su familia sin comprender nada. En realidad, tampoco sus padres entendían nada, hasta que Jordi reveló qué le había hecho el padre Sala. "Llevaban a Jordi al psicólogo pero no podían con él. A los 13 años ya había regresado borracho a casa. Oriol, en cambio, era mucho más introvertido. Creo que ninguno de los dos contó nada antes sobre el padre Sala porque mi padre siempre decía que no había nada peor que tener un hijo maricón".
Teresa es la madre de Jordi, Oriol y Xavier. Atiende también una llamada de este diario desde México. Tiene 75 años y conserva casi intacto su acento catalán. El padre Sala era "un profesor" y un "amigo de la familia". "No teníamos ni idea de que hacía eso con nuestros hijos… ¿Cómo íbamos a saberlo?", se maldice. "A Jordi tenía que levantarlo 2 o 3 veces cada noche porque se hacía pipí. Pensaba que le daba pereza ir al baño. Ahora sé que no", relata.
Noticias relacionadasCuando Jordi comenzó a ir mal en la escuela y a tener problemas de incontinencia, el padre Sala se aproximó todavía más a él. "Tenemos que lograr que el chico vaya bien en la escuela", les decía. Matricularlos en el Sant Ignasi había sido "un sacrificio muy grande para la familia". "Era uno de los mejores colegios que había en Barcelona".
Teresa recuerda cómo empezó todo. Un día el padre Sala les dijo: "vendré a buscarlos a los dos y me los llevaré de cámping... era un sacerdote, era su tutor…", repite. "Si lo tuviera delante le diría de todo, que lo que hizo fue terrible, que Jordi y Oriol eran muy pequeños, que tenían solo 11 o 12 años, que les destrozó la vida y que el daño que ha hecho a toda mi familia es irreparable porque con la drogadicción de Jordi mi matrimonio también se fue a pique". Antes de colgar, con la poca voz que le queda, Teresa insiste: "No nos dimos cuenta. Era un sacerdote".
Los jesuitas afirman que es la primera denuncia contra el padre Sala
Enric Masllorens, director general de la Fundació Jesuïtes Educació, explicó ayer que Jordi y Oriol le contactaron el 23 de febrero para ponerles al corriente de los abusos sufridos por parte del padre Sala y del padre Tó. Este último es el mismo sacerdote que fue condenado por abusos en 1992 y enviado a Bolivia -donde falleció- por la congregación jesuita. Sobre el padre Sala, sin embargo, "estas son las primeras denuncias que hemos recibido", afirma Masllorens. Jordi y Oriol, no obstante, insisten en que el director general les dijo a ambos que al colegio le constaban otras quejas sobre el padre Sala y que este incluso estuvo apartado temporalmente de la docencia.
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