La educación en Catalunya

Eduard Vallory: "Un sistema educativo obligatorio no puede permitir que un niño fracase"

Eduard Vallory es analista social, presidente de Catesco y fue impulsor del proyecto Escola Nova 21, que dio pie al inicio de la implantación en Catalunya del modelo educativo por competencias que ahora impulsan la Lomloe y los nuevos currículums. Acaba de presentar 'Aprendre', un libro en el que reflexiona sobre los diferentes aprendizajes de la vida. Parte de su experiencia personal con el fracaso escolar.

Eduard Vallory

Eduard Vallory / JORDI COTRINA

Montse Baraza

Montse Baraza

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Finalizó el COU (el actual Bachillerato) pasados los 20, tras diversas repeticiones de curso. Dio el salto a la universidad y acabó graduándose en Filosofía y Periodismo y doctorándose en Ciencias Políticas. Y ha revolucionado el debate sobre el modelo educativo en Catalunya. ¿El fracaso escolar ha sido el motor que ha marcado su trayectoria y le ha llevado a buscar nuevas formas de enseñar?

Sí. Me afectó en la autoestima y también me ha servido de motor. Es muy posible que el doctorado lo acabase haciendo por la sensación de que no tenía suficientes conocimientos. Pero llegó un día en que me di cuenta que era un absurdo porque no hay un límite en el conocimiento. No fui consciente de ello hasta que entré en el mundo de la educación de la mano de muchos docentes. Aunque el impacto del fracaso escolar fue duro para mí, puedo decir que yo he tenido suerte. Pero hay mucha gente que no ha tenido esa suerte. Ese peso es muy grande para muchas personas. Y no debería serlo en un sistema educativo que hemos creado como obligatorio. Tú no puedes obligar a la población a pasar por un sistema que expulsa a uno de cada cinco alumnos. No debería ser tolerable.

Eduard Vallory, autor del libro 'Aprendre'

De ser un niño inquieto, curioso y buen lector, a las 11 años empezó el contacto con el fracaso escolar. ¿Qué pasó?

No lo sé. El libro parte del interrogante de la mala experiencia en la escuela. No encuentro una explicación. No pasó nada a nivel familiar o personal. Eso lo hace todavía más chocante.

¿Qué aprendió en la escuela?

Yo tengo muchos recuerdos bonitos del colegio y relaciones de afecto con muchos de mis profesores. Cuando estaba perdido porque nadie me daba inputs de por qué no podía aprender, este problema también lo tenían los profesores. A aquellos profesores no se les había capacitado para poder acompañar a niños que tenían dificultades de aprendizaje. Solo te podían decir que estudiaras más, que te esforzaras más. Esto es importante, porque en el debate educativo hemos de superar la búsqueda de culpables. Mis profesores lo hacían lo mejor que podían. Pero lo mejor que podían no sirvió para mí ni para mucha otra gente de mi generación.

En el colegio, aprendí el valor de la socialización y la vida en común. Interioricé un tipo de valores éticos, la referencia a la empatía, el vínculo con los otros. Aprender a vivir incluye aprender a vivir con los otros. En mi colegio nadie me envió el mensaje de 'o pisas o te pisan', 'has de ser el primero'. Este elemento hace que mantenga el vínculo emocional con mi escuela, pese a que mi experiencia fue devastadora para mi autoestima.

"Hay un largo camino por recorrer en la escuela inclusiva, especialmente en el caso de niños desfavorecidos"

Ahora, a diferencia de cuando usted estudiaba, hay más detección de dificultades de aprendizaje o de altas capacidades.

Sí, pero en todo lo que tiene que ver con la escuela inclusiva, que quiere decir perfiles diferentes de alumnos, hay aún un enorme recorrido por hacer. Y este camino es aún más grave para niños y niñas de entornos desfavorecidos. El actual sistema educativo aún es un sistema muy segregado que no da las mismas oportunidades a todos. Claro que es mejor que hace 40 años, pero aún hay trabajo por hacer.

Cuando desde la pedagogía se habla de personalización del aprendizaje, se está diciendo que el modelo de la época industrial, en el que el mismo producto ha de servir para todos los niños, el mismo año y al mismo ritmo, es una falacia. Por eso nuestro sistema educativo se organiza en ciclos, a pesar de que aún pensamos en lógica de cursos, porque en los ciclos puede haber evolución a ritmos diferentes. Es importante visualizar que el modelo industrial es obsoleto. Y no funciona para lo que necesitamos, que es hacer aflorar al máximo las potencialidades de todos los alumnos.

Esto se relaciona con la idea aún arraigada de que si no te va bien en los estudios es por culpa tuya. Y el alumno al que no le va bien vive ese fracaso como una vergüenza y no la visualiza. Entonces resulta que la aparente normalidad es que a todos les va bien el colegio. Porque a los que no, lo esconden. Hemos de hacer lo contrario. Hacer un buen diagnóstico del sistema educativo. Porque cuando hablamos de abandono escolar prematuro, la media está en el 20%, pero si miramos en entornos más desfavorecidos estamos por encima del 40%. Es muy grave.

"Deberíamos tener un sistema que imposibilitara que un docente dijera 'me la sudan los adolescentes que tengo en clase'"

A usted le 'salvó' una profesora, que le obligó prácticamente a no abandonar. ¿Cuenta más el profesor que el sistema educativo?

Ha de ser el sistema pero aún dependemos mucho del voluntarismo de los profesores. Deberíamos tener un sistema educativo en el que la formación de los docentes, su selección y el modo en que se organiza el aprendizaje en el colegio hiciera imposible que un profesor dijera 'a mí me la sudan los adolescentes que tengo en clase', o 'el que trabaja, bien, y el que no, peor para él'. Esto debería ser imposible. Como tenemos un sistema que esto lo posibilita, dependes de la suerte que tengas con los profesores. Si tienes suerte de tener un profe que te salva, bien, y si no, pues mal. Pero deberíamos aspirar, precisamente porque la educación es obligatoria, a que esto no fuera un tema de voluntarismo, sino un tema de sistema. Como nos pasa en el sistema sanitario, que no te encuentras a un médico que te diga 'mire, peor para usted' o 'si tienes un problema, ya te apañarás'.

También le 'salvó' el movimiento escolta, donde aprendió otro tipo de cosas. ¿Liga eso con la importancia que se quiere dar a la formación no reglada?

Sí, totalmente. Esta es una reflexión del libro. El 'escoltisme' tuvo para mí un doble impacto. Uno fue socioemocional. Fue mi balsa de salvación en un momento de erosión sistemática de mi autoestima. Me realimentó la autoestima y lo hizo en un contexto de afecto, de comunidad. Y por otro lado, me enseñó cosas que en la escuela eran irrelevantes como organizar, pensar por ti mismo, hablar en público, dialogar, negociar, plantear retos y articular acciones para conseguirlos. Los aprendizajes vitales también deberían formar parte de la educación de cualquier niño. Esta es una de las cosas que defiende el nuevo informe de la Unesco.

¿Dónde estamos en educación ahora?

En todo el mundo estamos en una transición del modelo industrial del XIX, basado en la retención a corto plazo y muy selectivo, a un modelo de aprendizaje más profundo, significativo y transferible que dure en el tiempo y que nos permita ser actores en un contexto más complejo e incierto que antes. Los retos globales de desarrollo, cambio climático, tecnología, derechos humanos están interrelacionados y se necesita una aproximación compleja para resolverlos.

En esta transición, la mayoría de profesores y familias aún están formadas en el modelo anterior. Hemos de avanzar hacia una reconversión del sistema educativo. Pasar de un sistema centrado en generar valor añadido bajo para todos --en el que si vienes de una familiar de nivel sociocultural alto necesitas menos esfuerzo-- a otro de mucho valor añadido para todos, en el que, por ejemplo, la etapa de 0-3 años, si se hace bien, es determinante para los niños.

Lo que pasa es que el modelo antiguo necesita menos recursos. Y hemos de reivindicar más dotación para el nuevo. Y si alguien dice que no nos lo podemos permitir, la respuesta es que si piensas que la calidad es cara, prueba la mediocridad y mira las consecuencias: subida de populismos, deslocalizaciones, cambio climático...

"Hacer exámenes semanales en la escuela es absurdo. A ningún adulto se le pide eso"

Ha hecho bandera de la educación por competencias y de un nuevo modo de evaluar.

Como siempre hemos hecho exámenes memorísticos, decimos que eso es lo que nos vale para medir. Una amiga me decía que su hija tiene un examen semanal. Es absurdo y excesivo. Ningún adulto hace cada semana ni cada mes un examen memorístico. Pero pasa en todo. Los docentes pasan una oposición que es un examen memorístico. Hay que moverse hacia aprendizajes globalizados, no pensados en la retención a corto plazo. Ello significa que docentes de diferentes disciplinas, antes de ponerse la mochila disciplinar, se hagan preguntas sobre el mundo y a partir de ahí profundicen en las materias. La Unesco lo lleva planteando desde el informe Delors en 1996. Uno de los problemas que tenemos es que los aprendizajes enfocados a la retención a corto plazo permiten la apariencia de aprendizaje. Estudias muchísimo para un examen y estás convencido que sabes mucho y haces el examen y sabes mucho. Pero nadie te lo vuelve a preguntar al cabo de seis meses. El aprendizaje globalizado te lleva a evaluaciones formativas, la que te dice dónde tienes problemas para aprender y lo que puedes hacer para avanzar.

"El gran problema es que los gobiernos no tienen un buen diagnóstico de la educación y hacen políticas a corto plazo"

El modelo competencial requiere, para hacerse bien, muchos recursos. Sin ellos, ¿está condenado al fracaso?

Efectivamente, este modelo requiere muchos recursos. El gran problema es que en general los gobiernos no tienen un buen diagnóstico de lo que necesita el sistema educativo. Ven la educación como una cosa con valor relativo, en el que necesitan que los profesores enseñen las materias. Y para eso, tampoco se requieren tantos recursos. Ligado a este mal diagnóstico, está el problema de políticas a corto plazo. Esta transición no se puede hacer en una legislatura. Por eso se necesitan políticas a largo plazo y que sean transversales. El gran éxito del modelo finlandés es que hay una agencia, el National Board of Education, que pese a que cambien los gobiernos, las líneas generales de la política educativa se mantienen. Por eso un elemento muy importante es conseguir políticas a largo plazo. Hay que cambiar el modelo de formación y de selección del profesorado. Eso no se hace en 4 años. Se necesitan acuerdos transversales que duren en el tiempo. Si no, lo que pasa es que tienes ministros o 'consellers' solos que en cuatro años tienen que solucionar una cosa que no se puede solventar en 4 años. Y como no se puede, tienen la tentación de hacer políticas a corto plazo. Y son políticas que no llevan a ningún sitio y acaban quemando el sistema porque tienes a miles de docentes que están súper comprometidos con la idea de escuela orientadora, inclusiva, de aprendizajes a largo plazo. Y ven que eso se contradice con las horas que tienen de preparación, de formación, de recursos. Y hay un descontento grande acumulativo. De algún modo, esto está relacionado con el problema de que la sociedad no se toma con la seriedad que tocaría la educación. Y por eso tampoco destina los recursos necesarios.

"La formación de los profesores debería ser residencial, como el MIR de los médicos"

¿Cómo se debería enfocar la formación del profesorado?

Hay un largo camino por recorrer hacia lo que debería ser una formación capacitadora. Es problema global, no solo aquí. Debería ser una formación residencial, como los médicos. Pero para ello necesitamos escuelas de referencia donde se pueda hacer esa formación. Y hay que moverse hacia un modelo de inducción, como el de los médicos y el MIR, en que el estudiante aprende en base a la interacción. Me consta que las universidades quieren ir hacia aquí. Si queremos que nuestro sistema educativo sea de calidad, necesitamos una inversión mucho más fuerte y una reconversión profunda de los modelos de formación de docentes.

En el libro concluye que la vida es un camino abierto. ¿Sería el mensaje que daría a alumnos que lo están pasando mal?

Sí. Ninguno de nosotros está condenado a ser lo que es en un momento determinado de su vida. Cierto que hay muchas circunstancias de las que no puedes escapar. No estoy diciendo que todo el mundo puede ser lo que quiera. Estoy diciendo que hemos de poder ver la vida como una experiencia larga en la que podemos determinar cómo somos o cómo queremos ser. Y nuestro sistema educativo debe estar enfocado a capacitar a los alumnos para eso. Eso quiere decir que todo aquel mensaje que condene a los niños o que los encasille no es válido. 'Es vago', 'no hará nada bueno' son frases de profecía autocumplida. Tú condenas cuando haces visualizar al niño que no tendrá éxito. Nadie está necesariamente condenado.

"Ninguno de nosotros está condenado a ser lo que es en un momento determinado de su vida"

Alguien dirá que es un discurso muy buenista, de color rosa.

No estoy diciendo que todo el mundo puede ser lo que quiera. Estoy diciendo que hemos de mover el sistema educativo para que ningún niño se sienta condenado. Enfocar el sistema para que no haya nadie que diga 'como mi familia no lee', 'como tengo dislexia', 'como no se me dan bien las matemáticas'.... ese camino está cerrado. Nuestro sistema educativo no puede cerrarle las puertas a nadie. Todo el debate sobre la evaluación hoy está relacionado con esto. A pesar de que parezca un tema meramente nominal, en el fondo lo que está diciendo es que hemos de mover el sistema empezando por la evaluación, que es lo que califica, con la lógica de que nadie está condenado. Tú no eres un fracaso cuando tienes una dificultad. Un sistema educativo obligatorio no puede tolerar que un niño fracase.

También reflexiona sobre otros aprendizajes (amor, sexualidad, identidad) y confiesa debilidades como que hizo bullying.

Sí. A partir de la pregunta sobre qué es la educación, me di cuenta que para mí todo lo es. La educación es un proceso que te forma para todas las dimensiones de la vida, y todas esas dimensiones han aparecido en el libro: la autoestima, la relación con los demás, las inseguridades, la agresividad, la angustia, el éxito, la idea de masculinidad. Todas estas cosas han ido saliendo. Me he dado cuenta que toda mi vida, posiblemente por la suma de familia, entorno, formación, generación, pero también a la inseguridad, se creó una dinámica de tapar lo que no funciona, tapar aquello de lo que no te sientes orgulloso o satisfecho. Pero por mucho que lo tapes, todo eso está ahí y acaba teniendo consecuencias en cómo tratas a la gente o en cómo evolucionas. Y la idea que quiero transmitir es que no puedes acercarte al modelo de persona que sientes que eres sino eres capaz de hacer frente a las cosas. En realidad ha sido un proceso bonito de abrir carpetas. Ha sido liberador.

Y vuelvo a la escuela. La escuela enfocada a la respuesta es la escuela que te dice que si das una respuesta incorrecta lo haces mal. La escuela enfocada a la pregunta es la que necesita analizar las cosas y encontrar no una, sino muchas respuestas, y establecer un diálogo. Para mí el libro ha sido un ir de la lógica de la respuesta a la lógica de la pregunta. Y para poder hacer preguntas adecuadas has de poder hacer aflorar lo que te genera sorpresa o contradicción. Porque entonces puedes dialogar con otros que tienen las mismas dudas y evolucionar. Por ejemplo, si tú piensas que eres desagradable y que no es así como quieres ser, convertirse en la persona amable requiere primero hacer aflorar que lo que haces no es cómo eres. Y que has de encontrar la manera de dejarlo de hacer. Por eso hablo de la diferencia entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. La mentalidad fija es la que te condena, tú eres así. La mentalidad de crecimiento se fija en lo que haces, pero puedes dar pasos para cambiarlo. Nadie debe estar condenado.

¿Qué hemos de aprender con urgencia como sociedad?

A vivir. Hay felicidad a corto plazo basada en las posesiones materiales. Lo que te genera felicidad a largo plazo son cosas intangibles: afecto, relación con los otros, el sentido de las cosas, la apreciación de los sentidos y la belleza. Aprender a vivir quiere decir poder discernir si las cosas que hacemos están enfocadas a la felicidad a corto plazo, que aparentemente es la que todo el mundo quiere, o esa felicidad más profunda. Y esto empieza con la pregunta '¿soy como me gustaría ser conmigo y con los otros?' y acaba en cómo se organiza la sociedad, si con la lógica del hámster o con sentido.

Un pensador y un idealista

En 'Aprendre', Eduard Vallory explica el momento en que una llamada le salvó de tirar la toalla en los estudios. Fue una llamada de la directora del colegio Sagrat Cor de la calle Diputació de Barcelona, Tere Iribarren, que le dijo que "a qué esperaba para matricularse". "Me dijo que no me diera por vencido, que si quería hiciera solo las asignaturas que tenía suspendidas de 3º, pero que acabase el BUP. Y así lo hice. Y pasé a COU y lo acabé en junio con 22 años. Hice una buena selectividad y entré en Filosofía", relata en el libro. Iribarren, también profesora de Filosofía, recuerda con cariño a Vallory. "Un niño inquieto, simpático, ocurrente y muy inteligente", señala antes de concluir que "ha roto moldes". No le sorprendió que estudiara Filosofía. "No, porque es un pensador". Un pensador "idealista", añade Iribarren, que comparte con el que fuera su pupilo la idea de que "la escuela es de los niños y los profesores acompañan".

Suscríbete para seguir leyendo