Homenaje merecido

Ana Alba, compromiso en estado puro

Familia, amigos y profesión despiden a la periodista presentando su último trabajo 'Condenadas en Gaza': un documental sobre las dificultades que sufren las mujeres con cáncer de la Franja Gaza para acceder a un tratamiento

Homenaje a Ana Alba

Homenaje a Ana Alba / Álvaro Monge

Natàlia Farré

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Considerada y empática; a la par que rigurosa e integra. Vocacional y apasionada. Y sobre todo persona. Creía de verdad en lo que hacía. Así era Ana Alba (Barcelona, 1971-2020). Periodista de las de raza, de las que ponen el factor humano en el centro de la noticia. Siempre con respeto, por supuesto. “Era compromiso en estado puro”, a juicio de Álex García-Alba, primo y colaborador suyo. Pisó Bosnia y Kososvo, y durante la última década fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Israel. O Palestina. Siempre dispuesta a contar lo que sucedía sin pretender ser equidistante ni complaciente con el poder. La verdad y las injusticias por delante. Eso le venía de su abuela Paquita. Cuenta Amaya, su hermana, que fue ella quien les inculcó que “todos somos iguales, que hay que respetar a todo el mundo y ayudar a los más débiles”.  

Valores que Ana reflejó en su trabajo dando voz a las injusticias y a las personas que sufren. Puso su pluma al servicio de los que la necesitaban. Y su última mirada, en un documental sobre las mujeres enfermas de cáncer de mama de Gaza. Doblemente castigadas, o triplemente, por el tumor y por el bloqueo israelí sobre su territorio. Pero muchas, también, por el estigma que supone una dolencia como esta en una parte del mundo fuertemente mortificada y encerrada (en sí misma y del resto de la humanidad) por obra y gracia del Estado de Israel. “El documental resume lo memorable, que es mucho, que tuvo la vida de Ana, su capacidad de mirar, de observar, de descubrir historias”. Palabra de Albert Saez, director de EL PERIÓDICO. 

La verdad por delante

De todo esto se ha hablado este viernes y mucho más en uno de los auditorios de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Ana murió el 6 de mayo del año pasado, en pleno confinamiento y no pudo ser despedida. De manera que había ganas entre sus familiares, compañeros y amigos -de aquí y también de Jerusalén, Beirut y Damasco, estos últimos  conectados ‘on line’- de darle el adiós que se merecía. Y qué mejor homenaje que estrenar su documental ‘Condenadas en Gaza’. La pieza que realizó junto a la también periodista Beatriz Lecumberri. Lo dicho, Ana creía en lo que hacía, y lo que hacía no lo hacía por heroicidad, sino por explicar la verdad. 

Así que el documental mucho tiene que ver con el ataque a los derechos humanos que supone no poder recibir la cura adecuada ante una enfermedad. Esto es lo que les ocurre a las mujeres de Gaza: el bloqueo israelí impide que las medicinas o los equipos sanitarios necesarios entren en el territorio; y a su vez impide a un 40% de las gazatís que mensualmente solicitan permiso para desplazarse a Jerusalén o Cisjordania para ser tratadas puedan hacerlo. El resultado es en muchas ocasiones la muerte. Ana lo tenía claro: “Si yo hubiera nacido en Gaza, ya no estaría viva”. No en vano también sufría la impiedad del cáncer. 

Frente a un café con leche

El acto de homenaje –celebrado entre la tristeza de la pérdida irreparable y la satisfacción de poder mostrar el trabajo en el que Ana puso las pocas fuerzas que le quedaban en los últimos meses de su vida- ha quebrado la voz de todos. También la de Lecumberri. Emocionada. Mucho. La periodista navarra ha explicado cómo surgió la idea de la película, tomando un café con leche en Jerusalén mientras hablaban de periodismo y, como no, “de historias por contar y del deseo de intentar contarlas de una manera diferente”. No fue fácil ponerlo en marcha -problemas de financiación, de falta de medios, y de acceso a la Franja y a las mujeres enfermas-, y no ha sido fácil acabarlo. 

Ana no tuvo tiempo de verlo realizado, aunque no quiso abandonarlo cuando recayó en la enfermedad. “Recuerdo perfectamente lo que me dijo: ‘Ahora más que nunca tenemos que hacer el documental’. De manera que lo ha hecho Lecumberri: “Mi mayor preocupación es que la versión final se parezca al máximo a la historia que queríamos contar en aquel café de Jerusalén”. Visto el documental, seguro.