NUEVAS RESTRICCIONES
La 'última cena' llena de clientes los restaurantes
Ninguna mesa en restaurante catalán alguno pudo sentar anoche a 13 comensales, como en la obra de Da Vinci. Pero aunque fueran un máximo de seis, cada uno de los que acudieron ayer a despedir a su restaurante favorito vivieron su particular 'última cena', con tantos brindis (por tiempos mejores) como liturgia. En el aire flotaba de nuevo la incertidumbre sobre si el cierre concebido para 15 días se prorrogará como ya sucediera con el confinamiento durante meses. Y antes de revivir de nuevo el 'mono' de barras, terrazas, vermuts, cenas románticas, celebraciones o demás parafernalias al calor de bares y restaurantes, miles de catalanes eligieron una despedida in situ en toda regla.
La última cena (sin apóstoles) estuvo a punto de ser la penúltima durante toda la jornada, ante la incertidumbre legal. Pero la hostelería ya había previsto su propio 'entierro' antes de tener el certificado de defunción temporal. Así que las redes sociales se convirtieron en el mejor vehículo para lanzar adioses y animar a los fieles a sumarse a la mesa. Con todas las medidas sanitarias a punto.
"Chicos, es la última noche para ir a restaurantes y bares en Barcelona. Chico y Palique en Mandri y Quillo en Rec Comtal ofrecen una despedida con rumba en vivo durante la cena (...). Reserven que lo pasaremos súper bien", anunciaban sus propietarios. La clientela no dudó y llenó sus mesas (con el aforo restringido) rápidamente. "La respuesta ha sido muy buena, la gente tiene ganas de despedirse y también de apoyarnos", explicaban a este diario.
Apurando las reservas
En restaurantes con tirón como los japobrasileños Ikibana, el teléfono no dio tregua para cambiar reservas del fin de semana a la noche del jueves apurando el último cartucho, o pidiendo mesa para el viernes "por si acaso". Estos establecimientos, como otros muchos, optarán el 'take away' (para llevar) o 'delivery' (servir a domicilio) a partir de hoy mismo, desde su local del Paral·lel.
En algunos casos, los establecimientos querían bajar la persiana con la cabeza alta y el cartel de completo, a la par que finiquitar sus estocs ante las pérdidas económicas que supone quedarse con la nevera llena de productos perecederos. "Es inconcebible que nos cierren de la noche a la mañana. Pienso abrir el viernes para poder sacar todo el marisco que no podía dejar de comprar porque viene de Galicia y no sabíamos si nos cerrarían ni en qué momento", se lamentaba Bernardo Orge, al frente de la Cervecería Brasería Gallega, en la calle de Casanovas. "En marzo regalé percebes a todos y yo los estuve comiendo una semana. Ahora no puedo hacer lo mismo", relataba con seis kilos de almejas y otros tantos de berberechos, navajas, un par de grandes rodaballos y otros ejemplares en el refrigerador.
La misma situación se repetía sobre todo en restaurantes grandes y que ya se habían aprovisionado para el fin de semana. Los afectados afrontaban el cierre con la certeza de que algunos no podrán resucitar.
El sector tomará esta mañana el centro de Barcelona con una gran movilización que alineará a trabajadores, empresarios y usuarios, con participación tanto de los gremios de restauración catalanes, como las patronales del ocio, y las del comercio.
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