EL DERECHO A LA VIVIENDA EN LA CAPITAL CATALANA

Un estudio municipal constata el racismo de la jungla inmobiliaria

Mujeres musulmanas en una imagen de archivo.

Mujeres musulmanas en una imagen de archivo. / .13328775

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El título del experimento -'La llave puede ser un nombre'- es revelador, igual que la fotografía que ilustra la primera página de la presentación: un iceberg. Tras enviar 1.000 solicitudes prácticamente idénticas a 500 ofertas inmobiliarias en la capital catalana cambiando exclusivamente el nombre del interesado -en unas, un nombre autóctono; en las otras, un nombre de origen árabe- el informe concluye que las solicitudes con un nombre de origen árabe reciben un 20% menos respuestas.

Elaborado con solicitudes falsas, el experimento muestra solo la punta del iceberg de la discriminación por origen en la jungla inmobiliaria barcelonesa. En las solicitudes se cambiaba solo el nombre, cuando la realidad es mucho más compleja y en las discriminaciones que pesan sobre las personas de origen inmigrante juegan un papel importante otras variables como la socioeconómica, que el estudio, voluntariamente, obvia. "Se trataba de demostrar que únicamente por tener un nombre determinado se te cierran las primeras puertas. Exclusivamente por el nombre", destaca Ariadna Fitó, autora del informe, presentado este miércoles en el consistorio barcelonés y encargado por la concejalía de Derechos a la Ciudadanía a partir de la dureza de las realidades detectadas en la Oficina por la no discriminación.

Además de ese 20% más de respuestas a un primer correo (el estudio se queda ahí), el informe señala también las personas con nombres de origen árabe reciben más respuestas en los pisos más caros, es decir, los menos buscados (y superando así, además, los prejuicios por condición socioeconómica). El experimento confirma -con datos- que la discriminación disminuye cuando el poder adquisitivo aumenta.

La realidad siempre es más dura

Antes de iniciar el laborioso trabajo de campo, los investigadores se dieron cuenta de dos cosas. La intención inicial era trabajar con anuncios de pisos de menos de mil euros, pero la realidad de los precios del alquiler en la ciudad les obligó a ampliar la horquilla para llegar a tener una muestra suficiente. Dato que no queda recogido en el estudio pero que también dice mucho de la situación del derecho al a vivienda en la ciudad. La segunda cosa de la que se dieron cuenta en los talleres previos con usuarios reales de la Oficina por la no discriminación fue que no podían usar los mensajes reales redactados por ellos.

"No podíamos usar su lenguaje, más allá del nombre hay toda una serie de variables más interseccionales que quedaban en evidencia. Cuando les preguntábamos qué escribirías en un correo para optar a un piso, vimos, por un lado, que estas personas no siempre tienen un dominio de la lengua escrita o no saben cómo relacionarse con un agente inmobiliaria. Había quien me decía que no sabía si podría hacerlo por internet y un mujer ya puso en el texto 'soy una mujer magrebí'", indica la investigadora. Cuando Fitó le preguntó por qué había destacado eso en el texto la mujer que respondió que para no hacerse ilusiones. "Tienen la discriminación normalizada", prosigue.

De media, el estudio muestra que de cada 10 solicitudes enviadas, seis reciben respuesta. Cuando el nombre del interesado era árabe, en cambio, solo cuatro recibía respuesta.

El concejal de Derechos de Ciudadanía, Marc Serra, recuerda los antecedentes a este estudio; como el anuncio en Idealista en el que se especificaba que se trataba de un alquiler solo para españoles. "En este caso se sancionó tanto a la inmobiliaria como al portal, pero no es generalizable ese hecho. No es habitual que esa discriminación quede por escrito, por lo que es más difícil actuar, por eso es tan importante este estudio, porque nos ofrece pruebas, datos", prosigue el concejal, quien destaca en que el objetivo del ayuntamiento no es sancionar a las inmobiliarias que discriminan, sino prevenir estas actitudes y sobretodo reparar a las víctimas. "El objetivo es transformar esta realidad", concluye.

La historia de todas las Fátima

Cuando Fátima se mudó a El Clot lloró como el día en el que se dejó atrás su Bangladesh natal. Tras 25 años viviendo en el Raval, donde tiene a sus amigas, su trabajo, su red, la imposibilidad de encontrar un piso de alquiler la obligó a empezar de cero en la otra punta de la ciudad. "La pasé muy mal, mucho, pero era la única manera de no acabar en la calle", explica la mujer. Tras ocho años viviendo en el mismo piso sin tener ningún problema con el propietario, este le comunicó de un día para el otro que su contrato finalizaba y que tenía que irse, que no le iba a renovar. Ella le preguntó que cuánto pedía, que podían hablarlo, pero él insistió en que no. Se tenía que marchar. "Hay mucha gente en la calle, tienes que acostumbrarte", le dijo el hasta entonces su casero. Palabras que la persiguieron durante meses.