DESPEDIDA A UNA GRAN SERIE

Crítica final de 'La maravillosa Sra. Maisel': la belleza de saltar al escenario sin pedir permiso

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Crítica final de 'La maravillosa Sra. Maisel': la belleza de saltar al escenario sin pedir permiso

Crítica final de 'La maravillosa Sra. Maisel': la belleza de saltar al escenario sin pedir permiso / Prime Video

Juan Manuel Freire

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La quinta temporada y, más en concreto, el episodio final de 'La maravillosa Sra. Maisel' han servido para contestar a la pregunta que ha ondeado sobre toda la serie: ¿cómo consiguió realmente Miriam 'Midge' Maisel (Rachel Brosnahan) su gran oportunidad? La respuesta, en realidad, estuvo ahí desde el principio. Simplemente, hizo como en los días de su separación y ocupó un escenario donde no debía estar para decir cosas que nadie quería que dijese

Hay una diferencia importante entre una y otra situación, claro: no es lo mismo asaltar el escenario del Gaslight Cafe que imponerse a un trasunto de Johnny Carson para hacerse notar en la televisión nacional. Al principio de temporada, vimos a Midge empezar a trabajar como guionista en 'The Gordon Ford Show' e intentar de nuevo hacerse escuchar en un entorno de hombres. En lo que a veces parece briosa reinterpretación de 'Mad men' (estamos en la Nueva York de 1961), ella es la Peggy Olson de la historia. No logra aportar nada propio al programa hasta después de cuatro semanas. Eso tardan sus compañeros en entender "que no se les caería la polla por poner el chiste de una mujer", como dice la deslenguada representante Susie Myerson (mítica Alex Borstein). 

En esta recta final hemos visto a Midge despedirse de varios hombres, como el histórico cómico Lenny Bruce (Luke Kirby) en el primer episodio y el fugaz ligue Sylvio (Milo Ventimiglia) en el segundo. Otro tipo ha llegado para complicarle las cosas: el presentador estrella Gordon Ford (Reid Scott), con quien se pelea en plan Tracy-Hepburn, pero menos con intención de retrasar el romance inevitable que por defenderse como cómica. Ford defiende una ley arbitraria según la cual los autores de sus monólogos no pueden hacer monólogos ellos mismos en el programa. Pero Midge, como decíamos al principio, no ha llegado al mundo para seguir normas absurdas.

En el intento de reivindicar a su heroína como artista, la creadora Amy Sherman-Palladino casi ha eliminado la comedia romántica de la ecuación. Si ha habido una historia de amor importante (en esta y, en realidad, todas las otras temporadas), ha sido la que ha unido a Midge y la gran Susie, no menos protagonista. Y en estos capítulos, ha sido una relación teñida de drama, de distancia. Como se nos avisó en el segundo episodio a través de un salto adelante en el tiempo, su irrompible amistad de veinticinco años sufrió una fisura fatal. Durante la temporada hemos aprendido por qué se produjo y cómo se recompuso. Ese último detalle se exploró a conciencia en un sexto episodio, 'El home-frito', en el que un homenaje en 1990 a Susie, convertida en leyenda de la industria, deviene memorable catarsis emocional. 

Otros 'flash-forwards' han mostrado las consecuencias de que Midge dejara de lado a sus hijos y estuviera ausente de sus vidas mientras, con todo derecho, perseguía su vocación de ser una Joan Rivers imaginaria. En 1981, Esther (Alexandra Socha) es un genio de las ciencias ahogada por la neurosis. Y en 1984, Ethan (Ben Rosenfield) forma parte de una comuna agrícola en Israel. Al abuelo de ambos, Abe (excelente Tony Shalhoub), le cuesta entender por un tiempo que sea la nieta y no el nieto quien tiene una mente brillante. Pero lo importante es que llega a entenderlo, hace examen de conciencia y cae en la necesidad (acuciante tanto en los sesenta como ahora mismo) de potenciar el talento femenino y contribuir, sea desde el ámbito que sea, a cerrar las brechas

Es lo que se ha propuesto Amy Sherman-Palladino, siempre bien acompañada por su marido Daniel Palladino, aquí brillante guionista, desde el ámbito de la televisión de máximo lujo: dibujar el curso inspirador de personajes femeninos complejos, vivos, locuaces, llenos de emociones pero también ideas, sin miedo a coger el micrófono y, a veces, dejarlo caer en un golpe de efecto final. Así son Lorelai y Rory Gilmore ('Las chicas Gilmore'), Michelle Simms ('Bunheads') y una Sra. Maisel a la que ahora ya sabemos quien bautizó como 'maravillosa'. Para inmediatamente después, sin embargo, despedirla. Lo inspirador no quita lo divertido

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