La festividad desde otras perspectivas

Sant Jordi: el Día del Ladrón de Libros

Para revenderlos, por la adrenalina, por aburrimiento..., cada 'diada' los libreros se enfrentan a un silenciosa legión amigos de lo ajeno

libros

libros / Alberto Estévez

Elena Hevia

Elena Hevia

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"Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito". Lo dijo Roberto Bolaño, que jamás tuvo el menor empacho en declararse bibliodelincuente, y poner su granito de arena en la creación del romántico mito del ladrón de libros. Hay otra manera de ver las cosas y es ponerse del lado del librero que asume con filosófica fatalidad que siempre habrá alguien dispuesto a llevarse un libro sin pasar por caja. En el gremio lo llaman la ‘merma’, una palabra modesta y un punto poética que poco tiene que ver con la expresión ‘lucro cesante’que utilizan eufemísticamente esas grandes empresas que jamás admitirán abiertamente las pérdidas.  La merma, que los libreros conocen bien, perjudica y mucho a los pequeños libreros.

Los libreros saben que el 23 de abril es el día del libro pero también saben algo que el resto de los que nos paseamos por las calles no percibimos porque es una actividad más oscura y embozada que se desliza por debajo de las mesas y solo algunos autores de éxito acaban confesándola con los años entre sonrisas y como pecadillos de juventud. Otra cosa es si los jóvenes de hoy tienen los libros físicos como objeto de deseo delictivo, bajárselos en internet quizá les parezca más algo más normal, pero eso daría para otro artículo.

Cómo olerse los cacos

En fin, centrándonos en el libro del papel, todos los oficios tienen su santo patrón y el de los ladrones de libros aunque el santoral diga que es San Judas Tadeo, más bien debería ser el mismo que el de Catalunya, Sant Jordi. La fiesta grande de los ladrones de libros. En la práctica, los amantes de lo ajeno aprovechan y mucho el trajín de libros desplazados a los puestos callejeros donde no hay cámaras y ni alarmas que valgan y la sustracción es más sencilla.

Tal es el monto de lo que se roba en Sant Jordi, que entre los  profesionales de la venta de libros existe una lista oficiosa de buenas prácticas que se dirige a los novatos, esos que se contratan únicamente estos días. Y no va únicamente de saber cómo funciona un datáfono o de desconfiar de los billetes de cien euros con más probabilidades de ser falsos. También incluye consejos sobre cómo olerse a los cacos, algo que los libreros avezados saben con solo echarles la vista encima. Alerta. Los que merodean sin fijarse en los libros son los principales sospechosos y una regla de oro: jamás, es decir, jamás, abandones tu puesto para buscar el libro que te pide un cliente si eso supone irte al extremo opuesto de la mesa con nula visibilidad. Se le dan amablemente las indicaciones al cliente y que espabile . “Es mejor perder un cliente que un libro”. También hay que extremar la atención en los momentos de la firma de libros porque toda la atención del personal está concentrada en los autores como en los mejores espectáculos de magia. Hasta el momento no hay constancia documental de alguien que haya robado un libro y se lo haya llevado a firmar a su autor, pero no hay que descartar la casuística.

Así actuaba el ladrón de libros en serie de Barcelona

El caso del señor X

Lo cuenta Xavier Vidal, librero de la Nollegiu, o mejor dicho de las Nollegiu, en Poblenou, Clot y Palafrugell. “No sabemos exactamente cuánto se roba en Sant Jordi porque no contabilizamos exactamente los libros que devolvemos de los puestos de los libros. Solo somos conscientes del descuadre a final de año cuando hacemos el inventario. Ahí sí se hace evidente que falta material”. Vidal fue uno del grupo de whatsapp librero que en el 2021 se organizó para atrapar a un ladrón de libros muy profesional que visitaba los locales con un amplio abrigo con bolsillos interiores donde escondía el producto de su trabajo. Los ojeadores libreros a base de poner en común el conocimiento parcial que tenían del sujeto lograron una especie de un retrato robot. Así que cuando un día Vidal se lo encontró frente a frente pretendiendo pagar en caja un pequeño libro de bolsillo de unos pocos euros le sorprendió con una factura de 160 euros, el cálculo de los libros que le había robado basándose en las imágenes de las cámaras del local. El tipo pagó sin rechistar. Otros libreros son capaces de romper la imagen lánguida y beatífica que se tiene de ellos mostrando un bate de beisbol disuasorio, pero las cosas nunca han llegado a mayores.

Los ladrones de Sant Jordi no son exactamente hábiles estrategas como el que operó en el 2021. Lo habitual es el diletantismo. Si hubiera que establecer un perfil , Èric del Arco, presidente del Gremi de Llibreters y librero de la Documenta, no tiene la mejor duda. La imagen que surge de su cartel de ‘wanted’ asombrará a muchos: el ladrón es mujer y de edad madura. “Las señoras son tremendas”, ironiza Del Arco, comprensivo con el hecho de que todos si tenemos la ocasión y el lugar también podemos caer en la tentación. ¿Lo hacen por el gusto de robar? ¿Quizá los revenden? Imposible saberlo porque no se puede trazar el recorrido de los libros.  

sant jordi

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"Me he equivocado"

A veces los ladrones también son capaces de despertar la admiración de su víctima. Es el caso de las ‘Obras completas’ del pintor y escritor Ramón Gaya, una exquisitez  no al alcance de todos los paladares, como recuerda Del Arco. “Me hace gracia la reacción que tienen cuando se les pilla –evoca el librero- dicen que se han equivocado. Un librero no debería dejar pasar eso porque ‘equivocado’ es un uso incorrecto de las palabra a menos que se amplíe mucho su semántica”. También cabe aquí la duda de si la pulsión viene acompañada de alguna patología psicológica, de si se trata de necesidad, de enfermedad o de pura y simple cara dura. “En todo caso, si fuera una adicción existen las bibliotecas para darles la ‘metadona’ que necesitan”, tercia el librero.  

Los libreros saben que en este Sant Jordi 2023 volverán a ‘desaparecer’ libros entre el tumulto, será la merma. Solo una cosa les consuela, los sistemas de detección de robo que las agencias de seguros y las circunstancias les obligan a tener.  Hay algo entre perverso y curioso en colocar cámaras de vigilancia en el lugar donde más se celebran los libros. Al George Orwell de '1984' le daría mucho que pensar.