Entrevista

David Bonvehí: "Junts quiere hacer ahora lo mismo que hacía el PDECat: negociar con todos los partidos del Estado"

"No creo que desestabilizar España para que vaya peor favorezca al independentismo. En Catalunya hace falta más conciencia nacional y que se puedan votar partidos soberanistas de todo el espectro", asegura

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David Bonvehí, en la clausura del congreso del PDECat

David Bonvehí, en la clausura del congreso del PDECat / ACN / POL SOLÀ

Xavier Domènech

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David Bonvehí (Camps, Fonollosa, 1979) ha sido presidente del PDECat desde 2018 y hasta el pasado mes de octubre, cuando la formación decidió bajar la persiana. Antes fue coordinador de organización, cuando el partido se creó en 2016 como "refundación" de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Recientemente, se ha emitido una resolución judicial que cierra la liquidación del PDECat "sin obligaciones económicas por satisfacer, a pesar de haber asumido muchas obligaciones económicas de CDC", afirma el ya expresidente del partido.

¿Continúa en política?

He cerrado la etapa, que ha durado 20 años desde que me presenté a las municipales de Fonollosa en 2003. El país es capaz de generar nueva gente, y es bueno que los que hemos estado tomemos distancia para analizar todo lo que ha pasado.

¿Alguna militancia?

No me siento interpelado por ningún proyecto político. Como dice el presidente Mas, el 'procés' como lo conocimos se ha acabado, Catalunya está en otra etapa y pide otros proyectos y liderazgos.

¿En esto 20 años ha sacado más sonrisas o más lágrimas?

De la política de base, la municipal, más sonrisas. Del Parlament, una experiencia vital y un orgullo únicos. La política de partido es la que ha provocado más lágrimas y decepciones personales.

¿Fue una buena idea refundar CDC como PDECat sin un pacto previo de la cúpula?

No lo hicimos bien. Algunos intentaron hacer ver que se cambiaban muchas cosas para cambiar muy pocas. Es mi gran decepción.

¿Quién?

Hay mucha gente profesional de la política a la que le cuestan los cambios.

Un partido con una presidencia bicéfala y una dirección ejecutiva también bicéfala llevaba a preguntarse: ¿Quién manda?

Parecía razonable en aquellos momentos, pero en Catalunya estamos acostumbrados a los partidos con un solo liderazgo. Las bicefalias son difíciles.

Después de la crisis, ¿ustedes se quedaron con las deudas de CDC y Carles Puigdemont con la gente?

Nos quedamos las deudas, las responsabilidades, los compromisos, los malentendidos, el concepto antiguo de partido, la estructura, la máquina... todas estas palabras que no hacen tanto gozo como la ilusión, el mandato del 1 de octubre de 2017, la independencia, apartar los partidos con un movimiento transversal, el llamamiento nacional, la implantación de la república... Y los que decían esto ahora son un partido normal que quiere hacer el mismo que hacía lo PDECat: negociar con todos los partidos del Estado, hacer los acuerdos municipales que haga falta, no siendo un movimiento transversal, sino un proyecto político con ideas propias.

Un partido nacionalista con ideología liberal y de amplio espectro.

¡Si son esto ya les doy el nombre del PDECat! Pero en la actuación diaria todavía hacen cosas que no me ayudan a ver hacia dónde van.

Hubo chirridos cuando apoyaron la moción de censura a Pedro Sánchez, en 2018.

Este otro mundo no lo veía tan claro, le parecía que con el PP se vivía mejor y la confrontación era más fácil. Nosotros hicimos una apuesta estratégica y el tiempo ha demostrado que era la razonable.

Usted jugó fuerte.

Marta Pascal y yo jugamos muy fuerte allí y también en el pacto de la Diputación de Barcelona de 2019, que era una demanda de los alcaldes. Lo ligué con Salvador Illa en contra de mucha gente de mi partido. Esos dos hechos han tenido consecuencias, han marcado lo que ha pasado después.

¿Por qué no se entendieron con Junts?

Yo proponía una coalición de las dos almas que acabaría confluyendo, pero Junts pensaba que la coalición perpetuaba la diferencia. La gente hubiera votado esta coalición.

¿Cuándo vio que pintaba mal?

Cuando van al notario a mis espaldas y nos quitan el registro de Junts per Catalunya. Era un proyecto de la Crida y el PDECat con el compromiso de que solo se utilizaría de mutuo acuerdo. Pero convencieron a las personas que tenían la titularidad legal. Jugaron muy fuerte.

¿El PDECat tendría que haber cerrado antes?

Me lo he preguntado. Pero los diputados en el Congreso han hecho muy buen trabajo estos cuatro años y una manera de respetarlo era presentarse a las elecciones. También había muchos sectores que nos animaban y elogiaban.

La historia está llena de entornos que dan mucho ánimo y después votan a otro.

Y gente del mismo partido que cambiaba de idea cuando ya habíamos hecho pasos definitivos. De todo se saca un aprendizaje.

¿El 'procés' fue un error?

No, al contrario. Pero a partir de 2015 se presentaron las cosas de una forma que parecía sencilla y no supimos interpretar los resultados de las elecciones, que siendo plebiscitarias nos dieron un 39% de votos. La euforia llevó a un discurso triunfalista que no era suficientemente sólido. A partir de eso todo se envuelve. Se pacta con la CUP, y esta hace aprobar unas resoluciones que yo no compartía porque rompían con la legalidad sin tener una de propia y sacrificaban los liderazgos de nuestro espacio. En aquel momento el 'procés' pasa de andar por terrenos conocidos a un escenario fuera de la realidad.

¿Lo que siguió fue una larga fuga adelante?

Sí, a pesar de que hay momentos en que el presidente Puigdemont lee bien la situación, como cuando plantea un nuevo referéndum, con nuevas leyes de desconexión.

¿No se estaba prescindiendo de lo que podían hacer los otros? Cuando juego sol al ajedrez gano siempre.

Al menos era jugar una partida cuando no se jugaba ninguna. Pero es cierto que no tiene en cuenta el 50% de la Catalunya que no está de acuerdo.

Ni la fuerza del Estado.

Ni la fuerza del Estado. En las reuniones del 'estado mayor' del 'procés' había manifestado mis dudas sobre la viabilidad del camino con el que estábamos animando la gente. Pero también tenía un deber de lealtad hacia lo que se decidía. La famosa conversación del restaurante Vermell iba de esto, de estas incertidumbres, y la reacción a la filtración demostró cómo era de difícil expresar alguna discrepancia.

¿Está de acuerdo con Artur Mas en que la independencia va para largo?

Estoy de acuerdo en que la independencia, como se explicaba en 2017, no es por ahora, y que se tiene que hacer una política diferente.

De todas las decisiones que ha tomado en estos años, elija una que cambiaría.

En 2016, cuando se funda el PDECat y acepto asumir la secretaría de organización, quizá reclamaría que antes definiéramos más claramente hacia dónde queríamos ir y con qué estrategia, para tener más claro que iba acompañado, en todos los sentidos.

Si en 2014 Jordi Pujol no explica lo de la herencia, sino que niega todas las informaciones, ¿habría sido todo diferente? ¿Todavía existiría CDC?

Diferente, seguro, pero en la viabilidad de CDC pesaban otros factores y responsabilidades. Yo defendí al presidente Pujol en el Parlament cuando le querían retirar los honores. Le tenía un punto de estimación, admiración y conciencia por todo lo que había hecho por el país, y no compartí nunca el linchamiento que sufrió, en el que mucha gente del partido colaboró.

¿A Pujol se le tiene que rehabilitar mientras siga vivo?

Se está haciendo, poco a poco. Sería bueno para el país.

Desde fuera del día a día político, ¿qué hace falta para la independencia?

Mucha presión y estrategia internacional, para influir en todas las instituciones, partidos y 'think tanks', puesto que solo se llega a una parte. No creo que desestabilizar España para que vaya peor favorezca al independentismo. En Catalunya hace falta más conciencia nacional y que se puedan votar partidos soberanistas de todo el espectro. En la vertiente institucional, tener claro que hoy la soberanía no es única y un proceso de independencia no se puede hacer solo desde el Parlament de Catalunya, sino que hay que jugar también en otras cámaras.

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