Tras la ruptura con ERC

Junts intenta exhibir cohesión interna un año después de la salida del Govern que dividió al partido

¿A qué se dedican los antiguos 'consellers' de Junts que salieron del Govern?

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Laura Borràs y Jordi Turull.

Laura Borràs y Jordi Turull. / QUIQUE GARCÍA / EFE

Fidel Masreal

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"La decisión de salir del Govern, vista con perspectiva, ha sido buena, estamos más fuertes que antes, más cohesionados". Este juicio lo emite un exmiembro del Ejecutivo por Junts. Esta voz considera que fuera del Consell Executiu, el partido puede marcar perfil en las actuales negociaciones con el PSOE, pero algunos de los que formaron parte del 42% del voto partidario de mantener la alianza con ERC advierten de que en términos de poder y de dinero, la formación está peor. "En absoluto estamos más cohesionados, es un espejismo porque somos decisivos en Madrid", indica otra persona que formó parte del Govern. El balance, pues, incluye claroscuros.

Alguno de los 'exconsellers' que plantaron cara al secretario general, Jordi Turull, en una tensa cena en el restaurante Set Portes de Barcelona, admite ahora en privado: "Sigo pensando que el partido no nació para hacer lo que hicimos, pero es una estrategia, la del 'president', que la tiene muy trabajada y pensada; con la perspectiva del tiempo la entiendo, lo cual no quiere decir que la comparta". "Ahora me doy cuenta de que todo tenía un sentido", añade un integrante de la comisión ejecutiva del partido.

Las elecciones

El éxito o el fracaso de un partido se mide en las elecciones. Pero también en algo previo, condición necesaria para concurrir en las urnas: la cohesión mínima para defender una propuesta única ante la sociedad. Hace un año, Junts arrastraba conflictos internos de peso -las diferencias entre sus dos principales cargos, la existencia de sectores enfrentados, la convivencia entre exconvergentes y fichajes procedentes de la sociedad civil, las dudas sobre la estrategia independentista, las divergencias en el eje ideológico- que no es que hayan desaparecido, pero que sí se han congelado en beneficio de un objetivo superior de todas las facciones: ganar la batalla al principal adversario, ERC. O, como mínimo, no perder ninguna más.

"En términos internos, estamos más cohesionados y electoralmente los de Esquerra no nos han liquidado y ahora tienen claro que no nos liquidarán", concluye un exmiembro del Ejecutivo. Los resultados de las elecciones municipales primero y de las generales inmediatamente después han sido mejores de lo que algunos pronósticos indicaban, pero tampoco han sido excelentes. Junts compitió con ERC en los comicios locales e incluso estuvo a punto de acceder a la alcaldía de la capital catalana. La gestión posterior de los resultados no fue tan feliz para los de Carles Puigdemont.

Decidieron no seguir gobernando la Diputación de Barcelona con el PSC -en otra decisión controvertida a nivel interno- y quedaron fuera de las otras tres diputaciones provinciales catalanas. Perdieron la alcaldía de Girona -ahora forman parte del gobierno local que pilota la CUP- y la alcaldía de Sant Cugat del Vallès es la más destacada en manos de Junts, que una vez más ha cosechado malos resultados en el área metropolitana de Barcelona. "Si no fuéramos ahora decisivos en Madrid, ahora tendríamos que lidiar con un resultado patético, peor de la historia en unas generales y con el fracaso de los pactos postelectorales", zanja un exintegrante del Consell Executiu.

Este balance negativo es el que lleva a los que rechazaron la ruptura con ERC a insistir en que lo propio de un partido es acceder al poder, primero, y mantenerse en él, después. Y que Junts ha cometido errores graves tanto en la salida del Govern como en la negociación de las diputaciones.

El PSOE 'compensa' a Junts la pérdida de dinero

Económicamente, la salida del Govern fue un varapalo económico y una pérdida de cargos e influencia notable. El partido tuvo que arremangarse, pedir micropréstamos a sus bases y donativos a sus dirigentes. Solo así ha podido superar dos campañas electorales seguidas. Además, no dispone de fondos procedentes de las diputaciones. A finales de septiembre, Junts todavía estaba cerrando los números de los gastos electorales -como le sucede a todos los partidos- y en noviembre hará lo propio con las generales.

En este desierto económico ha aparecido un oasis, que ha sido la decisión del PSOE de facilitar a Junts y a ERC que dispongan de grupo parlamentario propio en el Congreso. Pese a no reunir los requisitos legales, los socialistas y Sumar han cedido algún escaño para facilitar esta medida que, en la práctica, significa más presencia pública en los debates (mucha más que si Junts se integrara junto a otras formaciones en el grupo mixto) y, sobre todo, representa unos 260 mil euros mensuales. Algo muy de agradecer para las arcas del partido independentista. Sin embargo, fuentes conocedoras de estas arcas apuntan que el partido tiene todavía problemas de tesorería y negocio un crédito puente para afrontar pagos a proveedores que son previos al cobro de la asignación del dinero de las Cortes generales.

Pero más allá de los números, el balance de este año de Junts fuera del Govern se hace siempre en oposición a ERC. Si Esquerra no ha obtenido un buen resultado electoral, si ERC carece de estabilidad en el Parlament -que ha votado resoluciones mostrando falta de confianza en el Govern de Pere Aragonès- y si ahora es Junts y no los republicanos la formación decisiva para que Pedro Sánchez sea, o no, de nuevo presidente del Gobierno en la próxima legislatura, esto hace que las valoraciones internas sean mucho más positivas que en octubre de 2022.

Respecto a la cohesión lograda, no son pocos quienes admiten que se trata de un cierto espejismo, de una situación coyuntural. Pero lo cierto es que por ahora la competición con ERC y el cierre de filas dictado desde Waterloo para negociar con el PSOE han servido para aplanar el ruido interno.

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