Elecciones Generales

PP y Vox afrontan el 23-J a cara de perro: tensión, pactos convulsos y desconfianza mutua

Los acuerdos cerrados por toda España no han mejorado las relaciones entre los dos partidos, condenados a entenderse tras el 23-J

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la noche previa a San Juan en Alicante.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la noche previa a San Juan en Alicante. / David Mudarra

Paloma Esteban

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“No hay día sin susto”. Lo resume con esas palabras un dirigente del PP después de una semana en la que el debate sobre los pactos con Vox se ha ido enmarañando. La dirección nacional popular niega contradicciones —"si pactamos con Vox mal y si luego no lo hacemos también mal"— se quejan. Insisten en que cada comunidad tiene sus propias circunstancias y que la entrada del partido de Santiago Abascal en los gobiernos autonómicos depende del peso electoral logrado el 28M. "Es exclusivamente eso", tratan de zanjan, sin entrar en detalles que no han gustado nada en Génova, como los perfiles elegidos por el partido ultra para cargos institucionales en las Cortes de Aragón y el Parlamento balear.

En todo caso, el malestar interno y la sensación de que se ha gestionado mal apunta en otra dirección, según distintos dirigentes consultados: la incoherencia en los discursos de los líderes territoriales, los vetos que en un sitio valen y en otro no. Y la excesiva dureza en algunos mensajes contra Vox, que ya es el socio del PP en muchos lugares.

Que cada territorio tiene sus matices está claro. Por eso en la dirección nacional asumen con total naturalidad que el pacto de Valencia "era inevitable”. Lo que sí pudieron evitar, añaden en el PP de Carlos Mazón, fue que Carlos Flores Juberías, condenado por violencia machista, ocupara la vicepresidencia u otro cargo en el Govern. Eso no era asumible. Pero la presencia de Vox, “con más del 12% de los votos y, sobre todo, 13 escaños” no estaba en discusión. “Lo de Extremadura es distinto”, dicen en prácticamente todos los sectores del PP.

Incluso hay dirigentes que han visto con malos ojos la gestión de María Guardiola en la negociación con Vox. “Aquí el problema es la beligerancia. Si ella prometió no gobernar con ellos, que siga adelante. Pero ese señalamiento es innecesario y deja a los pies de los caballos a otros compañeros”. La extremeña, que ha visto cómo el asfixiante foco nacional giraba sobre ella, se mantendrá firme hasta el final. Si hay repetición electoral, la habrá. La confianza en el PP extremeño es que el 23 de julio cambie el escenario. “Se pueden abrir otras opciones”, dicen en su equipo.

Más desconfianza tras los pactos

El PP va en cabeza en los sondeos, pero faltan cuatro semanas para las elecciones generales y la derecha afronta esta cita llena de suspicacias. El equipo de Alberto Núñez Feijóo trabaja con el escenario de un gobierno en solitario, convencido de que el efecto del 28M podrá ser todavía mayor, y que los pactos con Vox (en realidad, matizan, “solo uno a nivel autonómico por ahora”, no le pasarán factura). El partido ultra, en cambio, mantiene su órdago: los votos a Vox “ni se regalan” ni serán “gratis” para nadie. Tampoco para el PP.

Las dos formaciones son conscientes de que deberán entenderse, de una u otra manera, con votos afirmativos o abstenciones. Ese es, al menos, el escenario que dibujan todas las encuestas. Y, sin embargo, tras firmar pactos por toda España (132 ayuntamientos, varios parlamentos autonómicos y la coalición en la Comunidad Valenciana) la relación ahora es de mayor desconfianza.

Vox ha encargado al eurodiputado y portavoz del comité de acción política, Jorge Buxadé, de la total confianza de Abascal y claro representante del ala más dura, los flecos finales de las negociaciones. Por eso ha acudido también a las sesiones constitutivas de las asambleas regionales. En todas ha enviado un mismo mensaje al PP: “Cuando se quiere, se puede”. 

El último acuerdo en cerrarse, el de las Cortes de Aragón, el jueves en plena noche, dio buena cuenta de las suspicacias que existen. Vox anunció el pacto que permitía a su diputada Marta Fernández acceder a la presidencia. Dejaban claro en su comunicado firmado solo con sus que nada tenía que ver con la investidura del popular Jorge Azcón. Pero el PP desmintió ese acuerdo para confirmarlo poco después. 

La tensión se ha hecho evidente y los dos partidos reconocen que “irá a más”. En este contexto, el PP ha diseñado una campaña veraniega (con su “verano azul” recurrido por RTVE y que ha enfadado a la familia de Antonio Mercero, creador de la serie convertida en icono popular) con la que pretende evitar la confrontación y los discursos catastrofistas. El mensaje de que es necesario aglutinar el voto útil, para “echar a Pedro Sánchez de una vez” sin ataduras ni coaliciones que hagan más difícil la gobernanza, se convertirá en un mantra. “Feijóo dio su visto bueno a Mazón. Pero su modelo no es el valenciano. Su modelo es el suyo, el de Galicia. El de Juanma Moreno también y el de Ayuso, no tanto en el mensaje, sino en los números. Quiere gobernar solo y evitar a toda costa a Vox”, resume un dirigente nacional.

Una campaña dura

Abascal pondrá toda la carne en el asador y desde este fin de semana empieza una intensa precampaña en la que recorrerá muchas ciudades de España. Vox ha negociado por primera vez a distintas bandas con el PP y ha logrado objetivos que hasta hace meses no tenía nada claros: entrar en gobiernos municipales y en una gran plaza, tras la experiencia de Castilla y León, como es la Comunidad Valenciana. “Que lo de Castilla y León no fuera un hecho aislado es la clave. Había que asentarse como fuerza política”, recalcan en el partido. Eso es lo que ocurrió el 28M y ahora empiezan a recoger los frutos.

Los gobiernos de Baleares y Aragón siguen en el aire y podrían no materializarse hasta después de las generales. Pero las presidencias de ambas asambleas ya son una realidad y tienen al frente políticos con perfiles muy polémicos que no gustan nada al PP. En Extremadura las cosas se han complicado más. Y la vicepresidencia valenciana y otras consejerías, además de los muchos ayuntamientos que empiezan a gobernar, son una carta de presentación que trunca la estrategia del PP: “Sirve votarnos porque entramos en los gobiernos”, resumen.

En Vox afirman que sus mensajes en campaña se dirigirán contra Pedro Sánchez. Que el PP no es su enemigo y la idea que repetirán es “mano tendida para construir una alternativa” al Gobierno actual. Pero las críticas al PP, tomando como ejemplo el caso de Extremadura, irán cogiendo fuerza bajo la idea de que sin Vox "Feijóo se acercará al PSOE"

El PP no tiene muchas más bazas que la de Isabel Díaz Ayuso para contrarrestar a Vox en ese sentido. La presidenta madrileña ejerce como principal contrapeso y, al mismo tiempo, exhibe sin complejos una mayor sintonía con los ultra. Lo hizo durante el discurso de investidura, ya con una mayoría absoluta, eso sí. Y Rocío Monasterio se lo agradeció. En lo demás, Génova advierte que “Feijóo no dejará de ser Feijóo” y que la opción que ofrece es la que se ve. Su único objetivo, dejando al margen los porcentajes de voto con los que también se enredó, es sacar los suficientes escaños como para que Vox no entre en ningún ministerio en caso de que el PP llegue a la Moncloa.