Aniversario de la tragedia

Cientos de migrantes vuelven a acampar cerca de la valla de Melilla un año después de la masacre

Los subsaharianos que asaltaron la frontera el 24-J planearon un intento desesperado que llamaron “el juicio final”

Unos migrantes sudaneses caminan por  desde Nador hacia la localidad de Berkán, en Marruecos,en octubre de 2022. EFE Mohamed Siali

Unos migrantes sudaneses caminan por desde Nador hacia la localidad de Berkán, en Marruecos,en octubre de 2022. EFE Mohamed Siali / Mohamed Siali EFE

Juan José Fernández

Juan José Fernández

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En los días anteriores a la trágica jornada del 24 de junio de 2022, gendarmes, auxiliares mehanis y soldados marroquís habían hecho batidas contra los dos millares de migrantes acampados en el Gurugú, el monte que se adueña del paisaje a 13 kilómetros de Melilla. Llegaban a un asentamiento, cargaban contra sus ocupantes, quemaban sus chamizos y se iban; los subsaharianos respondían a pedradas, hasta que, en la retirada, se escondían en cuevas y bosques, esperando la llegada de la noche para volver a juntarse.

Había mucha rabia y desesperación entre ellos la noche del 23 de junio, tras una razzia particularmente dura. En la oscuridad, mientras algunos se curaban heridas y moratones, un numeroso grupo de africanos se lamentaba de aquel acoso. Un líder los arengó entonces: habían corrido demasiado desde el desierto sudanés como para echarse atrás; al día siguiente bajarían a Melilla sí o sí; ya daba igual si morían en el intento... Iba a ser, les dijo, “el día del juicio final”.

Así quedó bautizada la acción entre ese desesperado contingente que, al amanecer, bajó en formación hacia la valla fronteriza. Y ciertamente fue el último día para al menos 23 de sus integrantes. Pero un año después, y pese a las dispersiones montadas por Marruecos incluso a hasta 50 kilómetros a la redonda, vuelven a llamar a las puertas de Europa. Fuentes policiales melillenses certifican a este diario que centenares de subsaharianos han vuelto a acampar en el Gurugú, esperando una oportunidad.

Un gendarme del dispositivo marroquí de disolución de campamentos en el monte Gurugú de Nador, el 22 de junio de 2022.

Un gendarme del dispositivo marroquí de disolución de campamentos en el monte Gurugú de Nador, el 22 de junio de 2022. Al fondo, los migrantes que les hacen frente a pedradas. / EL PERIÓDICO

“Habrá un nuevo asalto tarde o temprano”, comenta hoy un responsable policial en la ciudad. Las Fuerzas de Seguridad del Estado observan con drones a los hombres que han regresado al monte. Las fuentes consultadas estiman que de nuevo los africanos siguen el viejo sistema: pago de alquiler a una mafia por estancia en los pinares y derecho a participar en un asalto a la valla.

La anécdota del “juicio final” pertenece a la colección de momentos íntimos de la tragedia que conocen solo los implicados, y que han relatado a las autoridades españolas algunos de los 134 migrantes que consiguieron pasar a territorio europeo.

Más verja, más zanjas

Un año después, el puesto fronterizo del Barrio Chino donde perecieron aplastadas 23 o más personas permanece igual, sin que se haya realizado modificación en su estructura de cara a un uso renovado. La bandera roja marroquí ondea en aquel patio que da a las puertas en las que se aplastó la avalancha humana, un solar que catastralmente pertenece a España, pero en el que hace 25 años, desde la construcción de la verja en 1998, que rige la ley de Marruecos.

El puesto permanece inalterado, pero sí hay cambios en torno a la valla. Los marroquís mueven excavadoras construyendo su propia verja y una zanja, de manera que en la línea de frontera ahora empiezan a sucederse la carretera de circunvalación de Nador, una zanja, una valla, otra zanja, otra valla doble, otra zanja y la carretera de circunvalación de Melilla.

En las obras emprendidas, Rabat también ha elminado una arboleda que flanqueaba la vía de servicio marroquí enfrente del Pantano de las Adelfas de Melilla. Por ese bosquecillo, en la madrugada del 24 de junio de 2022, irrumpieron muchos subsaharianos corriendo hacia la valla ante gendarmes que, al parecer, no los vieron venir por ese punto.

Nos iban a matar”

A las 8:43 de la mañana del 24 de junio de 2023, “la impaciencia y desesperación de los numerosos migrantes congregados en el patio marroquí por entrar en España, sumado al hecho de que las fuerzas de seguridad marroquís estaban comenzado a entrar por la parte posterior del recinto, provocó una enorme presión en la zona de las puertas recién fracturadas, produciéndose una avalancha de cientos de personas que intentaban traspasarlas a la vez, quedando amontonados y atrapados un número indeterminado de migrantes que fueron aplastados y pisoteados por otros que consiguieron pasar, saltando sobre los cuerpos apilados en las puertas”.

El relato pertenece al decreto de archivo de la fiscal especial de Extranjería que investigó la tragedia, Beatriz Sánchez, emitido el pasado 22 de diciembre. Hubo antes de este concreto episodio unos minutos de altísima tensión, durante los cuales se cruzaron apreciaciones de la realidad contrarias, tremendas, histéricas, que han relatado migrantes que lograron pasar a territorio español.

Migrantes subsaharianos yacen en el suelo del patio del puesto fronterizo del Barrio Chino de Nador entre gendarmes marroquís.

Migrantes subsaharianos yacen en el suelo del patio del puesto fronterizo del Barrio Chino de Nador entre gendarmes marroquís. / El Periódico

Por un lado, los policías se veían ante una lluvia de piedras y palos. Por otro, los subsaharianos atrapados en el patio marroquí del puesto fronterizo, ante la puerta que daba al patio español, se veían rodeados de hombres de uniforme de un país que no es el suyo, y con los que llevaban dos horas de pelea. Al otro lado los esperaban otros hombres con un uniforme diferente e igualmente ajeno. En el patio marroquí, estaban recibiendo los impactos de bolas de goma, piedras, porras y botes de humo, en medio de una batalla campal con la gendarmería. “Creíamos que nos iban a matar a todos allí dentro”, han contado. Cuando cedió la puerta que unos intentaban forzar con una radial, la masa desesperada se lanzó hacia el hueco.

¡Estoy solo, ayudadme!”

Entre los episodios desconocidos de aquella jornada está un detalle inmediatamente anterior a la avalancha: el motivo por el que no había guardias en el recinto en ese momento crucial.

Después de recibir el aviso marroquí de las 6:05 de la mañana, mientras 2.000 hombres se dirigían a Melilla, el instituto armado desplegó a 63 agentes en la esquina sur de la verja. Los más operativos se dividieron en grupos de 18 guardias. Al principio, se dispusieron frente a un tramo de valla más vulnerable, uno que aún no tenía instalada la corona metálica en forma de media circunferencia invertida que dificulta la escalada. Era el área Alfa 62, la más débil de las 78 en que las fuerzas de seguridad tienen divididos los 11,5 kilómetros de perímetro fronterizo.

Al principio, la multitud de migrantes se dirigió efectivamente hacia el sector Alfa 62, pero viró ante la presión policial marroquí y corrió por la carretera de circunvalación de Nador en dirección al puesto fronterizo del Barrio Chino.

Allí había 12 guardias civiles. Cuando los migrantes toman el techo del recinto, cae sobre ellos una lluvia de piedras. Una pedrada acierta en la nuca a un guardia, que se desploma. El jefe del grupo ordena al resto evacuar al herido y salir todos de la zona batida por las piedras. En ese momento, otro canto le rompe un pómulo a otro guardia, que queda aturdido.

El grupo abandona el recinto… excepto el agente mareado por el golpe en la cara. Cuando se da cuenta de su situación grita por radio: “¡Estoy solo, ayudadme, socorro!”. Unos guardias entran a por él y se lo llevan. Unos minutos después, en el recinto ya vacío, la puerta cede y, con gran violencia, se estrella la ola humana contra el hueco de hierro a medio abrir.

Pateras y paterillas

Ha pasado un año sin nuevos asaltos a la valla de Melilla, con los migrantes chadianos alejados a la fuerza de la zona, pero la inmigración ilegal no cesa en la frontera más desigual del planeta. Ahora ya no son grupos de subsaharianos los que intentan poner pie en suelo melillense, sino, de nuevo, magrebís. Y su renacido sistema es el de “los nadadores, las pateras y las paterillas”, cuenta un guardia civil de base, veterano de las patrullas nocturnas.

Los nadadores que parten del puerto de Beni Enzar hacia el de Melilla lo tienen más difícil, porque ahora los ven los guardias con cámaras térmicas, y se los señalan con un puntero láser a la lancha de los gendarmes marroquís para que los recojan antes de llegar a la bocana española. Hubo así el año pasado más de 40 interceptaciones. Pero las embarcaciones son más rápidas, y a menudo no dan tiempo a reaccionar.

La última vez, el domingo 18, quince jóvenes marroquís entraron en lancha rápida, matriculada en Melilla, por la cala de los Galápagos y a plena luz del día, ante la estupefacción de los bañistas.

Inmigrantes entrando en Melilla en una lancha

Una quincena de migrantes magrebís llegados en lancha entra en Melilla por la Cala de los Galápagos el domingo 18 de junio. /

Los guardias de la ciudad autónoma dividen esas embarcaciones entre “bañeras” y “cabinadas”. Las primeras, más modestas, son puras barcas con motor, casi todas ellas marroquís; las segundas tienen ya un pequeño puente para el timonel y, a veces, todo es aspecto de un barquito de pesca “hasta con los focos para faena nocturna u todo”, explica uno de los patrulleros del instituto armado.

Toman esos barcos jóvenes marroquís que han pagado alrededor de 4.000 euros. Se camuflan como simples bañistas en la playa de Beni Enzar. “Ahí se juntan 20 o 30 bañándose -sigue explicando esta fuente-, como pasando un día de playa, y de repente doce se montan en la barca y tiran para Melilla antes de que se den cuenta los gendarmes”. En este método no tienen cabida los subsaharianos; nunca se les ve bañándose en la playa, y llamarían la atención si de repente lo hicieran.

Personal de refresco

El decreto de archivo de la Fiscalía sobre la masacre de la valla de Melilla encomendó a la Guardia Civil examinar el comportamiento de dos antidisturbios que habían devuelto con piedras las pedradas de los migrantes. El expediente quedó archivado por el área disciplinaria del instituto armado, informan fuentes del cuerpo, por no haber sido identificados.

Las asociaciones de la Guardia Civil y los sindicatos de Policía siguen reclamando más medios y más personal. La plantilla de guardias, primeros en responder en caso de asalto a la verja, oscila entre 650 y 700 en la comandancia. Tienen, denuncian esas entidades, material de protección con cinco años ya de uso. Al otro lado, los gendarmes marroquís muestran material renovado, equipos de protección negros que portan a bordo de nuevos toyotas, nissanes y quads también nuevos.

Prácticamente ninguno de los mandos marroquís activos el 24-J sigue en Nador. Paulatinamente, todos los jefes, incluido un caíd que enlaza órdenes entre la jefatura policial y la militar en la frontera, fueron cesados o trasladados por Rabat tras la tragedia.

También ha sido renovado una porción importante del personal de gendarmería, si bien podría obedecer este movimiento a la costumbre en ese cuerpo marroquí de cambiar de destino con frecuencia para que los agentes no arraiguen y pierdan autoridad ante los vecinos.

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