Aniversario de la tragedia del 24-J

Masacre en Melilla: incógnitas sin resolver un año después

Policías marroquís retienen en el suelo del paso fronterioz de Nador a Melilla por el Barrio Chino a decenas de migrantes subsaharianos el 24 de junio de 2022. AMDH-NADOR

Policías marroquís retienen en el suelo del paso fronterioz de Nador a Melilla por el Barrio Chino a decenas de migrantes subsaharianos el 24 de junio de 2022. AMDH-NADOR / AMDH-NADOR

Juan José Fernández

Juan José Fernández

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Seis meses de investigación de la fiscalía española acabaron con el archivo de las diligencias por la tragedia registrada en la valla de Melilla el 24 de junio de 2022, uno de los sucesos más negros vividos en la frontera africana con España.

La fiscalía no apreció delitos cometidos en territorio español, pero su instrucción carece de información marroquí suficientemente contrastada sobre lo que pasó al otro lado, como la propia fiscal investigadora, Beatriz Sánchez, reconoce en su decreto de archivo. Numerosas dudas sobrevuelan el relato oficial de los hechos. Estas son las tres más fundamentadas.

El número de muertos

Como si se tratara de un frente de guerra, el dato más desconocido y manipulado de la tragedia del 24-J es el número de bajas. Y la duda cobra nuevo relieve con la consideración avalada por Amnistía Internacional, con ocasión de este aniversario, de que el número real de migrantes muertos fue de al menos 37 y hay además 76 personas desaparecidas. Si todas hubieran fallecido, el saldo de fallecimientos de aquella jornada superaría el centenar.

Pero la cifra oficial sigue siendo 23. Oficial, aunque sin contraste. Es el recuento de muertos del que informó Rabat, y el que fijó en un documento enviado a la ONU como respuesta a una pregunta de la oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos. Ese guarismo mana de una sola fuente oficial, el gobierno de Marruecos, sin participación española en el recuento, ni tampoco de oenegés u otro tipo de organizaciones, pues a nadie se permitió acceso a la morgue de Nador, custodiada por un piquete de gendarmes.

El cierre informativo en torno a la cifra oficial -como también sobre un supuesto y nunca confirmado número de gendarmes también muertos en el choque con los migrantes- ha abonado versiones apócrifas y sin ratificación. Un grupo de oenegés con presencia a ambos lados de la frontera elevó el número de muertos a 37 pasadas 72 horas de la tragedia. Un grupo de menor influencia difundió esa semana que eran 70 los muertos, pero lo hacían en base a lo que se podía ver en los vídeos.

Las imágenes de vídeo son indicio, pero no prueba de fallecimiento. Este principio está más que acuñado en la Justicia. Aquellos terribles fotogramas de la mañana del 24 de junio provocan una interpretación mediática, e incluso un uso político, pero no han servido para sostener una denuncia de fiscalía o argumentar un fallo judicial. El repaso de los vídeos que circularon en chats de Whatsapp ese 24-J acredita que hay numerosos migrantes (todos los que se ven en las distintas escenas) tumbados en el suelo. Muchos presentan signos de estar inertes. “Pero no se puede ir más allá -argumenta una fuente policial melillense-. Los antidisturbios marroquíes, cuando detienen a un grupo de individuos, siempre los tumban. Los mantienen en el suelo a la espera de que lleguen furgones o autobuses para evacuarlos. Cuando llegan, los levantan de 50 en 50 o de 12 en 12, según la capacidad del vehículo”.

De qué murieron

“Asfixia mecánica compatible con una presión torácica externa” es la razón que, como resultado de 23 autopsias, repite Marruecos en sus informaciones remitidas al exterior; no oficialmente a España, sino a Naciones Unidas. Tal y como interpretó la fiscalía española, esa razón del fallecimiento es compatible con “la estampida y el aglutinamiento de un número importante de personas en un espacio reducido”.

Las autopsias fueron realizadas por los forenses marroquís sin observadores internacionales. No hay pues fuentes alternativas de información. Al final de su investigación sobre el suceso, la fiscal de sala coordinadora de la Unidad de Trata de Personas y Extranjería de la Fiscalía General del Estado, Beatriz Sánchez, renuncia a esclarecer más detalles sobre las víctimas mortales por el bloqueo: “Ningún otro dato distinto se iba a obtener por parte de las autoridades del país vecino con independencia de la herramienta de cooperación judicial internacional que se empleara”, dice en su informe final.

Los fallecidos fueron enterrados con prontitud, “conforme a la costumbre musulmana, que presiona para acortar el plazo mínimo legal”, explica una fuente policial melillense. Fue sin oposición de autoridad judicial local y después de que se realizaran unas necropsias cuyo contenido completo no ha sido tampoco comunicado, solo el resultado general: muertes, pues, por asfixia y aplastamiento.

No obstante sí hay un punto de vista adicional, aunque interno, sobre esas muertes. “El médico de la Misión Informativa creada en Marruecos para el esclarecimiento de los hechos, indicó que de la exploración de los cadáveres resultaba que no había trazas de equimosis o hemorragias externas en ellos”, relata el informe de la fiscal. Esta versión, difícil de creer para el caso de personas que habían corrido, chocado con fuerzas policiales, caído y rozado contra elementos duros, saldría al paso de las dudas creadas en torno a cuántos migrantes pudieron perder la vida no en la avalancha, sino en el fortísimo choque previo con policías y militares marroquís en las proximidades del Barrio Chino de Nador.

Qué sabía Marruecos antes del asalto a la verja

A finales de junio, y desde la primavera, las fuerzas de seguridad españolas esperaban que de un momento a otro se produjera un asalto a la valla. Melilla ya había vivido dos muy duros en el mes de marzo. La Guardia Civil y la Policía Nacional constataron en aquellas dos ocasiones dos detalles clave: uno, que la nacionalidad de los migrantes subsaharianos había cambiado, de malienses, cameruneses o marfileños a sudaneses y chadianos; otro, que ahora llegaban a la valla con redoblada violencia y más organización en las embestidas.

Durante las semanas previas al ataque, por Nador y diversas pedanías alrededor de Melilla deambulaban cientos de migrantes que, al atardecer, se replegaban a sus chamizos en el monte Gurugú. Según información policial sin contrastar en documentos oficiales, en varios días del mes de junio habían sido vistos observadores recorriendo la valla, con la supuesta misión de detectar puntos débiles.

En las 48 horas anteriores, fuerzas marroquís cargaron contra los migrantes acampados en diversos núcleos de cabañas en el Gurugú y los dispersaron, pero tenían información de que, después de los ataques, volvían a juntarse, y de que ninguna cantidad significativa de ellos abandonó los alrededores de Melilla. Las cargas de dispersión contra los acampados se realizaron sin evacuaciones posteriores, por lo que solo sirvieron para precipitar la bajada de cerca de 2.000 hombres hacia Melilla el día 24 de junio.

Cuando la masa compacta de migrantes, organizada en cuadros o escuadrones, baja del Gurugú, las fuerzas policiales marroquís -que recibieron apoyo de auxiliares y de efectivos militares propios- les hacen frente de una forma muy contundente, pero renuncian a emplear medios clave que quizá podrían haber impedido la llegada del centenares de personas al patio del puesto fronterizo. Entre esos medios no utilizados en medio de una aparente desorganización, tres camiones con manguera para contención de multitudes.

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