Último año de la legislatura

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Los republicanos confían en los logros de la mesa de diálogo para mantener el primer puesto en los comicios

El líder de ERC, en el Congreso, Gabriel Rufián.

El líder de ERC, en el Congreso, Gabriel Rufián. / EFE

Xabi Barrena
Fidel Masreal
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Las elecciones generales, como en menor medida las municipales, fueron, hasta hace una década, territorio del PSC en Catalunya. En 2011, CiU y, en 2015, los ‘comuns’ derrotaron a los socialistas. Una tendencia que renovó ERC, como ya hiciera En Comú, por dos veces en el mismo año. En el caso republicano, en abril y en noviembre. Esquerra presume ahora de una gran estabilidad interna y, además, lidera la Generalitat con un Govern monocolor y afrontará estos comicios con convencimiento, pero también con sombras, con el objetivo de volver a ganarlas. Precisamente por lo que de pica en Flandes tendría esa victoria, pero, sobre todo, porque para los republicanos, a la hora de negociar con el Gobierno, ser la fuerza más votada, entienden, les otorga cierta autoridad moral.

La principal duda que tiene ERC es en qué clave actuará el electorado catalán. Es decir, si, como en otras ocasiones, es arrastrado por la polarización entre PSOE y PP que se vivirá en el resto del Estado. Así, el escenario que ahora se dibuja en las encuestas, a un año vista, es el peor para Esquerra. Es decir, ventaja del PP, pero remontada del PSOE. Porque moviliza a los votantes socialistas, pero el temor a un triunfo popular puede hacer que votantes de los ‘comuns’ y de la propia Esquerra se sumen a un voto útil.

En todo caso, comportamiento ajeno a parte, el éxito o fracaso de ERC en las próximas generales está aun por escribir. El desenlace de la mesa de diálogo decidirá en gran parte su suerte. ERC esgrimió esa autoridad moral antes descrita para sentar a la mesa al Gobierno del PSOE (y Unidas Podemos), un foro que se granjeó desde el inicio la crítica de los sectores más hiperventilados del independentismo. El anuncio de este jueves de la futura reforma del delito de sedición supone el primer gran triunfo público del deshielo.

Insinúan los republicanos, ‘sottovoce’, que la mesa ya ha dado otros frutos destacados, pero que no se puede presumir abiertamente de todos ellos porque sería contraproducente. Es una referencia implícita a los indultos promulgados por el Consejo de Ministros, con Pedro Sánchez al frente, en julio de 2021. 

Así, cuando se culmine la reforma del delito de sedición podrán esgrimir su capacidad de influencia en Madrid, algo que siempre es premiado por el electorado catalán.

Se están negociando los Presupuestos Generales del Estado (PGE), pero el logro a conseguir no parece que sea algún gran traspaso, de esos que la sociedad catalana demanda desde hace tiempo, como pudiera ser el de Rodalies.

Todo ello redunda en un desgaste electoral en el ‘rere-país’ donde Junts siempre, y más ahora tras su salida del Govern, lanza toda su artillería contra lo que entienden como sumisión autonómica de ERC. 

El temor republicano, pues, es que se juntan las dos coordenadas. El voto útil anti-PP, en el área metropolitana, y el voto de castigo, en el 'rere-país', por no haber hecho de esta legislatura algo ingobernable y, además, no haber obtenido nada sustancioso a cambio.

En el sentido contrario, y habida cuenta de que aún falta un año, si la escalada de Sánchez, o el derrumbe de Alberto Núñez Feijóo, sigue al mismo ritmo y se desactiva ese miedo a un Gobierno del PP (con Vox) y, al mismo tiempo, ERC demuestra que su particular ‘peix al cove’, más político y desjudicializador, ha dado réditos, el horizonte se abre a un Gabriel Rufián que, eso es seguro, será, de nuevo, el candidato al Congreso.

El papel de Junts

En tanto, Junts per Catalunya espera que ese laberinto republicano se solvente con un trasvase de voto independentistas a sus filas. De fondo se esconde la voluntad, por no llamarlo necesidad, de volver a ser una fuerza clave en la aritmética del Congreso. Laura Borràs, jefa de filas de JxCat (entendida como alianza electoral entre el PDECat y las personalidades de la sociedad civil que respondieron a la llamada de Carles Puigdemont) perdió dos veces los comicios con Gabriel Rufián, ese 2019.

La escisión del PDECat por parte de Puigdemont transformó el grupo de ocho escaños en dos subgrupos de cuatro diputados cada uno. El PDECat recuperó el espíritu convergente de pactar con el Gobierno a cuenta de medidas favorables para su base electoral y Junts emprendió el camino del combate contra el Ejecutivo y contra ERC. El resultado es que los primeros han mantenido, y mantienen, un diálogo con el PSOE, acorde a sus cuatro escaños, y los 'puigdemontistas' se han instalado en la total inanidad.

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