La convención de los conservadores

Aznar avisa de que el PP deberá ser ahora más duro que en 1996

José María Aznar y Mariano Rajoy saludan a los militantes que asistieron ayer a la primera jornada de la convención del PP en Málaga.

José María Aznar y Mariano Rajoy saludan a los militantes que asistieron ayer a la primera jornada de la convención del PP en Málaga.

GEMMA ROBLES / PILAR SANTOS
MÁLAGA

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Si la pasada semana el expresidente Felipe González secolabaen la conferencia del PSOE para tratar de insuflar ánimos a un Partido Socialista en sus horas más bajas, ayer José María Aznar tomaba la palabra en la convención de los populares con el objetivo contrario: dar un baño de realidad a todos aquellos dirigentes del PP que, llenos de triunfalismo, sueñan con que Mariano Rajoy les regale una cartera ministerial si se cumplen los pronósticos y se hace con la victoria el 20-N. Aznar, que ve cerca el momento en que su sucesor en el partido llegue a la Moncloa (si no fallan los sondeos será en su tercer intento), advirtió a sus compañeros de que la coyuntura económica les obligará, bajo su punto de vista, a adoptar medidas aún más duras de las que él mismo aprobó en elposfelipismo. «En 1996 recibimos una pésima herencia y hubo que tomar decisiones muy serias. Lo hicimos y podemos decir que con éxito. Ahora, la herencia será peor. Tendremos que tomar decisiones y llevar a cabo las ambiciosas reformas», sentenció.

Como suele ocurrir en los cónclaves populares, ayer se volvió a hablar de «reformas ambiciosas» que no se detallaron. Se volvieron a repetir los trazos gruesos del PP que prometen una reforma laboral, otra de las administraciones, una tercera en el ámbito de la educación; un proyecto para emprendedores y rebajas de impuestos selectivas. «Cuando las cuentas estén cuadradas bajaremos los impuestos a las familias», puntualizó ayer la popular Fátima Báñez. Pero no se desveló nada más. De hecho, el programa electoral que se iba a presentar en esta conferencia no está cerrado.

DEBATE INTERNO / Y no está terminado porque hay temas, sobre todo de índole social, que la dirección del PP no se ve capaz de plasmar de forma genérica en el programa. Así, hay sectores del partido que desean que en esta convención y en ese programa quede reflejado qué piensa hacer Rajoy en materias como la ley de la memoria histórica, el matrimonio gay, la ley del aborto, la asignatura de educación para la ciudadanía, la prohibición de los toros y la educación en catalán, entre otros asuntos. Losdurosdel PP toleran ambigüedades en economía para no perder votos, pero no en asuntos que consideran ligados a sus convicciones más íntimas. Aznar, el más relevante representante de eseala dura, dijo ayer para que el equipo de Rajoy tomara nota que «lo normal es que se reconozca y se proteja el valor de la vida humana». De paso, arrojó otro dardo al PSOE al recalcar que ha salido «muy cara la invención de derechos que no son tales».

SIN CARTAS DE EUROPA / Tampoco estuvo suave el expresidente al referirse a la lucha contra ETA y a la actitud que, a su entender, tienen algunos políticos ante los últimos pasos de la banda o sus presos. «Derrotar a ETA significa que no se suplique, se mendigue cada día a la banda terrorista que, por favor, haga algún gesto», espetó, al tiempo que afeó a los socialistas que quieran convertir a los integrantes de la izquierda aberzale en «los hombres de paz del momento, porque no lo son», remachó.

Se fue gustando Aznar según fue transcurriendo un discurso cuyo fin último, según desveló a su término, era pedir un apoyo mayoritario para su delfín. «Es el tiempo de Mariano Rajoy», proclamó ocho años después de elegirlo como sucesor. El ahora presidente de honor del PP auguró tiempos difíciles para el próximo presidente del Gobierno, aunque matizó que, si es Rajoy, sabrá tener ideas propias (y eso que él le dejó sobre la mesa ayer algunas) y no tendrá que esperar a que le manden cartas del Banco Central Europeo dándole instrucciones. «La normalidad significa que un Gobierno sabe lo que tiene que hacer y nadie tiene que mandarle cartas detallando deberes pendientes», concluyó Aznar.