Gestión de residuos

Catalunya genera más de 20.000 toneladas al año de cenizas con la quema de basura que no recicla

El vertedero de Castellolí embolsa para enterrar las escorias de tres incineradoras, incluida la de Tersa, que costea 3,15 millones de euros para trasladar unas 12.500 toneladas anuales de restos peligrosos

Un bosque con 2.000 árboles enterrará el amianto y los residuos peligrosos de Catalunya

La basura de Europa: el 60% va a vertederos, una parte se incinera y otra se exporta a países pobres

Bolsas con cenizas de incineración de residuos y amianto, en el vertedero de residuos peligrosos de Castellolí.

Bolsas con cenizas de incineración de residuos y amianto, en el vertedero de residuos peligrosos de Castellolí. / JORDI OTIX

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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Una montaña de ceniza. La imagen que apela a Mordor no se emula en Castellolí. El único montículo que existe por ahora en el vertedero controlado de residuos industriales peligrosos de Can Palà son acopios de tierra para cubrir los despojos sepultados en el hoyo y evitar que los camiones circulen sobre polvo contaminante. No existe una réplica del Monte del Destino en la Anoia, si bien Catalunya podría erigir una cumbre lóbrega como la de Tolkien si se lo propusiera: cada año, la comunidad genera más de 20.000 toneladas de cenizas con la basura arrojada a los contenedores grises, la que no se recicla.

Castellolí es el destino de los restos de la cremación de desechos urbanos en las tres incineradoras que funcionan en Catalunya, situadas en Sant Adrià de Besòs, Mataró y Tarragona. Es el único tipo de desperdicio que se trata en una planta dentro de la instalación, donde se embolsa para solidificarlo mezclado con lixiviados, los líquidos residuales que el basurero desprende. “La ceniza se deposita en sacos. Tardan seis minutos en hacerse y reducen la peligrosidad del material”, explica Xavier Mundet, gerente de Atlas Gestión Medioambiental, la empresa que se encarga de Can Palà.

Parte de las cenizas son procesadas para estabilizarlas en unas plantas intermedias antes de enviarse a Castellolí, con lo que llegan sin identificarse su origen. En todo caso, los datos del Ministerio para la Transición Ecológica desglosan cuántas de estas escorias clasificadas como peligrosas son fruto de cada incineradora

12.500 toneladas del área metropolitana

Tersa es la central del Ayuntamiento de Barcelona y el Área Metropolitana, bajo investigación judicial por presuntas superaciones de los umbrales de polución y registros desorbitados de temperaturas, la clave para certificar si se quemó al nivel de calor adecuado para prevenir la dispersión de dioxinas y furanos cancerígenos. La fábrica donde arden los desperdicios de la capital y su conurbación para obtener energía produjo 10.918,26 toneladas de cenizas en 2022, el último año con resultados publicados en el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes. 

La cifra de aquel año fue inferior a la media habitual. Así lo da a entender el contrato por el que Tersa renovó el envío de sus escorias a Atlas por 3,15 millones de euros en 2023: el acuerdo prevé que se transporten 12.500 toneladas por año.

En Sant Adrià se calcinaron 342.827 toneladas de desperdicios en 2023, mientras que Mataró quema hasta 190.000 toneladas y en Tarragona, cerca de 136.000, de acuerdo a los últimos datos. Los balances del ministerio atribuyen 6.916,64 toneladas de escorias a la central del Maresme en 2022 y 3.809,53 toneladas a la de Tarragona. 

Entre las tres incineradoras, sumaron 21.644,44 toneladas de cenizas en 2022. Un año antes, generaron 23.120,52 toneladas. Can Palà puede absorber 24.000 toneladas al año.  

El vertedero de Can Palà, en Castellolí, el único autorizado para acumular residuos industriales peligrosos en Catalunya.

El vertedero de Can Palà, en Castellolí, el único autorizado para acumular residuos industriales peligrosos en Catalunya. / JORDI OTIX

Cancerígenos y persistentes

Las cenizas de incineración se clasifican como sustancias peligrosas “por el contenido en contaminantes potencialmente tóxicos” que poseen, precisa Joaquim Rovira, profesor de Toxicología de la Universitat Rovira i Virgili. “Si las analizáramos, encontraríamos casi toda la tabla periódica”, ilustra. “Todos los metales pesados y muchos de los subproductos generados por la combustión se concentran en estas cenizas: dioxinas y furanos, hidrocarburos aromáticos policíclicos, PCB, PBDE… Muchos de ellos son cancerígenos y tóxicos persistentes, concentrados en niveles muy peligrosos”, advierte.

Apostilla que las dioxinas y los compuestos “tienen un tiempo de media de degradación muy largo”: “Durante muchos, muchos y muchos años estarán allí concentrados. La toxicidad no desaparecerá y se deben depositar en un lugar seguro, que no entren en contacto con el medio ambiente y la población”.

Rovira aboga por tender hacia un modelo “completamente circular” para reutilizar más desechos, “minimizar mucho la fracción de resto” y, en consecuencia, disminuir las cenizas de incineración. “Pero estamos muy lejos”, otea. La Unión Europea insta a reciclar al menos el 55% de los residuos urbanos en 2025. En cambio, Catalunya acreditaba una tasa del 45,3% de recogida selectiva y el Área Metropolitana de Barcelona, del 39,4%, a tenor de las últimas estadísticas en 2022.

"Generamos mucha basura", constata el profesor. Resuelve que, mientras no se reduzca, las incineradoras continuarán segregando escorias nocivas en grandes proporciones en Catalunya: “El ideal no lo conseguiremos nunca pero, si la fracción de resto se minimiza, la incineración lo hará también y se reducirían mucho las cenizas. Hasta que no disminuyamos la fracción de resto, seguiremos generando cantidades y más cantidades de ceniza, que permite reducir la masa de basura, pero produciendo otro tipo de residuo que igualmente debe tratarse”.

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