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Gemma Martínez

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Directora adjunta de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA

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Las renovables y el clasismo catalán

Proyecto de parque eólico en La Jonquera, desarrollado por Endesa.

Proyecto de parque eólico en La Jonquera, desarrollado por Endesa.

Las energías renovables no se pueden poner en el comedor principal, sino que deben estar en la habitación de atrás. Está proclama típica de las comarcas de Girona, citada por el conseller David Mascort en una entrevista con Guillem Costa, es un ejemplo del clasismo más rancio de una parte de la sociedad catalana, contraria a que haya parques eólicos y fotovoltaicos en la Costa Brava o en el Alt Empordà en vez de en la Catalunya vaciada y pobre. Disfrazada de verde ecologista, reniega de los molinos de viento por el impacto paisajístico y por el ruido, por mucho que los territorios de Girona sean deficitarios en energía eléctrica (producción sobre el total de consumo).

Si los antirrenovables dejasen de mirarse tanto en el ombligo, frenarían su oposición a unas energías limpias tan poco desarrolladas en Catalunya, que deben ser respetuosas con el medio ambiente, aunque no puedan ser inocuas al cien por cien. Ellos las necesitan tanto como el aire que respiran. Solo el parque eólico Galatea (Albera, Alt Empordà) está en tramitación en una zona que no puede depender solo de la producción energética de sus territorios vecinos y que es donde más sopla el viento.

Europa camina ya en esta dirección y en 2023 ha vuelto a batir su récord de producción de renovables, con el 43% de la energía generada en el Viejo Continente procedente de fuentes limpias. Un año antes esta cifra se situaba en el 36%, según datos hechos públicos hoy por la agencia europea de datos espaciales y climáticos Copernicus en el marco de la celebración del Día de la Tierra. La hidroeléctrica y la eólica fueron las dos principales fuentes renovables. 

En España, pese a la oposición de los negacionistas y a los retrasos burocráticos en la tramitación de los proyectos, las renovables han adelantado a los combustibles fósiles y ya suponen un 60% de la producción del país. Catalunya no puede quedarse al margen. La transición energética y la descarbonización obligan a todos en una comunidad autónoma que va con mucho retraso en sus compromisos contra el cambio climático. 

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