Obituario
Rosa Paz

Rosa Paz

Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Ardanza, el poder de la discreción

Su largo paso por la lendakaritza contribuyó también a asentar las bases políticas y sociales del autogobierno vasco y a que Euskadi superara la crisis de la reconversión industrial

Los exlendakaris Urkullu, Juan José Ibarretxe y José Antonio Ardanza (en el centro), en Gernika.

Los exlendakaris Urkullu, Juan José Ibarretxe y José Antonio Ardanza (en el centro), en Gernika.

José Antonio Ardanza fue un político de aspecto tranquilo y de comportamiento sensato y discreto, a pesar de que le tocó bregar con los peores momentos del terrorismo en el País Vasco y sacar al PNV, su partido, de la crisis más profunda de su historia reciente. Hombre dialogante, forjó desde su llegada al Gobierno vasco los primeros ejecutivos de coalición con los socialistas, y logró ahormar el consenso político más amplio e importante contra ETA al aunar en torno al Pacto de Ajuria Enea a todas las fuerzas políticas vascas a excepción, claro está, de Batasuna. Su largo paso por la lendakaritza contribuyó también a asentar las bases políticas y sociales del autogobierno vasco y a que Euskadi superara la crisis de la reconversión industrial, que había generado una gran depresión económica en un territorio que basaba buena parte de su progreso en la siderurgia.

Cuando, en 1985, el entonces lendakari Carlos Garaikoetxea dimitió y, junto con sus seguidores dentro del PNV, se escindió del partido y creó Eusko Alkartasuna, el presidente del partido, Xabier Arzalluz, echó mano de Ardanza, en ese momento, diputado general de Guipúzcoa. La ruptura causó una honda herida interna, que tardó lustros en curarse, y tuvo como reflejo inmediato una sonada caída electoral en los comicios adelantados de 1986, en los que el PSE sacó menos votos pero más escaños. Fue en ese momento de debilidad política del PNV cuando Ardanza inauguró los gobiernos de coalición con los socialistas que, salvo en breves periodos, se mantienen hasta ahora. De hecho, Ardanza tuvo como vicelendakaris a figuras claves del PSE como Ramón Jauregui y Fernando Buesa. Este último asesinado por ETA en el año 2000.

Esa alianza con los socialistas favoreció, sin duda, la estabilidad gubernamental, pero también la buena relación, aunque con altibajos, con los gobiernos de Felipe González, una sintonía que, sin embargo, no se reprodujo cuando José María Aznar llegó al poder. Ardanza, que ha sido el lendakari que más funerales de víctimas de ETA ha presidido, fue el principal impulsor del pacto de Ajuria Enea. Ese acuerdo representó un hito en la lucha contra el terrorismo etarra, no solo en el combate contra la extorsión y el asesinato, también en la reconquista de la calle de la que en aquel momento, 1988, se había adueñado la izquierda aberzale. Ahora que tanto sorprende a algunos ver a una parte de sus herederos haciendo política en las instituciones, se podría decir, sin equivocarse, que el fin de ETA y la normalización democrática de quienes la apoyaron políticamente es, en buena medida, producto de aquel trascendental pacto que consiguió aislarlos socialmente. De hecho, uno de los puntos centrales de aquel acuerdo era precisamente conseguir que el mundo etarra abandonara la violencia y pasara a defender sus posiciones democráticamente. No obstante, Ardanza siempre criticó que la organización terrorista y la izquierda aberzale no hayan reconocido “el daño causado” y hayan pedido perdón por ello.

Ardanza bregó con el terrorismo y sus partidarios, pero también, y nunca con alharacas, con su propio partido, que en aquel momento presidía Arzalluz, una personalidad política tan impactante como difícil de capear. Más aún cuando en ocasiones, frecuentes, hacía declaraciones que contradecían las acciones o los acuerdos del Gobierno vasco. Nunca se vio, sin embargo, una mala palabra o un mal gesto públicos de Ardanza. Dejó la lendakaritza en 1999, tras 14 años al frente. Y abandonó la política con la misma discreción y el mismo saber estar.

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