Pedro Sánchez
Rosa Paz

Rosa Paz

Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Y ahora, ¿qué hará?

Nadie cuestiona que los poderes públicos tienen que estar sometidos al control de la oposición y de los medios, pero los bulos y la inquina deberían estar fuera de ese ejercicio de vigilancia de la actuación gubernamental

Consulta el texto completo del discurso de Pedro Sánchez en el que anuncia que no dimite

Esperando a Sánchez: cinco días en vilo inéditos en la historia de la democracia española

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

La decisión de Pedro Sánchez de seguir al frente del Gobierno ha sido polémica, como casi todo lo que resuelve un presidente tan controvertido. Para algunos ha constituido la demostración de que su retirada durante cinco días al rincón de pensar era pura patraña, porque su reflexión solo podía concluir con la dimisión. Tal vez confundían deseo con realidad. Para otros, ha representado la mejor de las noticias, aunque también hay entre estos últimos los que piensan que se ha quedado corto, que debía haber anunciado grandes medidas. Se han hecho en los últimos días muchas conjeturas, chistes e incluso se ha destilado el desprecio, desde una masculinidad caduca, hacia un hombre que admite públicamente estar tocado, roto, porque los ataques no ya a su persona sino a su esposa le parecen insoportables. Así que, mientras los socialistas, sus aliados y sus votantes han vivido estos días con angustia, la oposición saboreaba su victoria. Por fin se iba. Ya en 2020, en plena pandemia, se veían en Madrid camisetas con el lema “Sánchez vete ya”, aunque acabara prácticamente de llegar.

Se puede criticar, y se ha hecho hasta la saciedad, que Sánchez haya hecho públicas sus debilidades y sus dudas. Eso se resuelve en casa y en silencio, decían. Sin embargo, publicitar su situación anímica ha servido para que al menos parte de la población española reflexionara también sobre la deriva de esta sociedad. Nadie cuestiona que los poderes públicos, el Ejecutivo en particular, tienen que estar sometidos al control y la crítica por parte de la oposición y de los medios de comunicación, pero los bulos y la inquina deberían estar fuera de ese ejercicio de vigilancia de la actuación gubernamental. La mentira existe desde que el mundo es mundo y la guerra sucia para acabar con el adversario, también. Lo novedoso en este momento histórico es que la máquina del fango, por usar las palabras de Sánchez/Eco, está propulsada por las incontroladas redes sociales de las que se sirven para sus nefastos objetivos medios de comunicación sin homologar y también, en ocasiones, la oposición y, desde luego, la extrema derecha.

Así que si Sánchez cumple con su palabra, pone punto y aparte y trabaja “sin descanso para la regeneración pendiente” de la democracia española, su parón habrá sido positivo para el bien común. Falta por saber cómo piensa trabajar para conseguirlo. Si tratará de integrar al PP en esa tarea, por difícil que resulte, ya que no parece que los populares estén por darle ni agua al presidente, o si lo hará impulsando leyes que faciliten el ejercicio normalizado de las instituciones, haciendo uso de la mayoría parlamentaria que lo sustenta. Esa normalización institucional es imprescindible y urgente, especialmente en lo que se refiere a la administración de justicia y no, como dicen los críticos del Gobierno, para controlarla, simplemente para que deje de ser un baluarte de oposición política y funcione con la neutralidad exigible en un país democrático. La mayor incógnita ha sido despejada, pero aún queda por dilucidar qué hará ahora.

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