Derecha y justicia
Pilar Rahola

Pilar Rahola

Periodista y escritora

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Abusos, impunidad y masa crítica

En el chat del CGPJ se tilda a Puigdemont de “cobarde”, se habla de la ley de amnistía en términos peyorativos e incluso se alimenta la idea de que los jueces que la apliquen sufrirán el escarnio público

Una imagen de miembros de la judicatura.

Una imagen de miembros de la judicatura.

Primera impunidad: la utilización del poder judicial como instrumento para vulnerar acuerdos políticos, driblar parlamentos y perseguir a opositores ideológicos. Esta práctica, que sufrimos durante la represión contra el 'procés' catalán, ha dado un paso más en una carrera delirante para intentar impedir la amnistía de Puigdemont por la vía de banalizar el terrorismo. Convertido en 'capo di tutti capi' del Tsunami -sin ninguna otra prueba que su liderazgo “carismático”-, el Supremo transforma una protesta ciudadana y deja desprotegido al ciudadano en su derecho a la protesta. Es un laminado togado de derechos fundamentales, inspirado en una posición ideológica, el objetivo del cual es puramente represivo. ¿'Lawfare'? Difícil encontrar un término más preciso. El hecho es que, con pública diurnalidad, los togados deciden intervenir en la esfera política y modificar su resultado, y lo intentan por la vía de la represión penal. Debería ser un escándalo monumental, pero la masa crítica española hace tiempo que mantiene un silencio atronador

Segunda impunidad, en un 'continuum' togado: la decisión de una decisión de jueces de colgar en un chat a gran escala, el correo corporativo del Consejo General del Poder Judicial, una guía para magistrados para ayudarlos a impedir la amnistía. En el chat (que ya dio alegrías parecidas durante el 'procés') se tilda a Puigdemont de “cobarde”, se habla de la ley de amnistía en términos peyorativos e incluso se alimenta la idea de que los jueces que la apliquen sufrirán el escarnio público. A pesar de que un chat como este, donde se dinamita completamente el principio fundamental de separación de poderes, sería muy grave en cualquier democracia seria, la gravedad primera no es que exista, sino que parezca normal que lo haga, totalmente naturalizado el carácter político de la judicatura española. También aquí la masa crítica tendría que estar escandalizada, pero no encuentra la voz...

Tercera impunidad: la última información sobre la policía patriótica que Rajoy bendijo y que maese Villarejo hizo efectiva con profusión de recursos, logística, aparatos del Estado y unas alcantarillas la profundidad de las cuales no tenía límite. La última alegría es el intento de implicar al FBI contra el independentismo catalán por la vía de una red de mentiras que incluía el papel activo de un catalán acusado de narcotráfico, convertido en testigo protegido de los americanos. Si bien esta última frase parece un guion patético de una película de bajo coste, el hecho es que todo lo que pasó con la 'operación Cataluña' traspasa los límites de la imaginación. Con el añadido de la cantidad de personas que sufrieron sus maniobras, entre otras los dos años de prisión de Sandro Rosell, directamente afectado por este capítulo concreto de la 'operación Villarejo'. Pero nuevamente lo más grave no es todo lo que policías y miembros de servicio de seguridad hicieron en nombre de la unidad de la patria (la española, 'of course'), sino la normalidad con la que se perpetró, con la que se ha asumido cuando se ha hecho público y la evidencia de que nadie espera que tenga alguna consecuencia judicial, con un Rajoy que vive felizmente su jubilación impune. Aquí los jueces del Supremo no tienen delirios erótico-festivos como los que sufren cuando hablan de Puigdemont, ni ninguna asociación togada considera necesario un chat para hablar de la barbaridad que se hizo contra el Estado de derecho y ofrecer una guía de actuación judicial para castigarlo. Y nuevamente, la masa crítica, ni está, ni se la espera.

Cuarta impunidad: el 'paseo' triunfal del rey emérito en la boda del año junto a otras testas coronadas y toda la dirigencia de la derecha, todos ellos bendiciendo la presencia de un jefe de Estado obsesionado por intereses espurios, los lujos más impúdicos, el carrusel de amantes y defraudador confeso de Hacienda –"la justicia es igual para todos"-, mientras su máquina de contar dinero trabajaba intensamente gracias a la generosidad de los amigos del petrodólar. Huido a una dictadura islámica amiga, lo peor no es que Juan Carlos se haya reído de todo el mundo, sino que ahora vuelve en olor de multitudes, aunque sean las más rancias de España. Nuevamente, también aquí la masa crítica está desaparecida, demasiado entretenida en admirar las cofias imposibles de la realeza, la real y la política. Es lo que tiene la masa crítica cuando deja de ser crítica, pero continúa siendo masa.