Populismo
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Inmigración: la tentación independentista

A los de Junts les convendría no mirar tanto hacia Ripoll y fijarse en aquello que permite una visión menos demagógica de los inmigrantes

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El Gobierno da 20 días a la alcaldesa de Ripoll para que explique su gestión del padrón

Leonard Beard

Leonard Beard / Jordi Otix

Cuando la transición se le atragantó al Partido Comunista, Manuel Vázquez Montalbán dijo aquello de que contra Franco vivíamos mejor. Con su sonrisa socarrona, precisó más tarde que la frase iba entre interrogantes para subrayar lo retórico de un recurso con el que pretendía cachondearse de los errores de la izquierda. No podía asumir semejante tontería quien no pudo conocer a su padre hasta los cinco años porque estaba en la cárcel, y pasó él mismo tres años en la prisión de Lleida, poco después de casarse. Más allá de la 'boutade', la frase encierra una verdad perenne. La desaparición de un enemigo que habíamos llegado a odiar puede llegar a producir más desconcierto que satisfacción. Le ocurrió a parte de la izquierda española. Le ocurrió a Estados Unidos con la caída del muro de Berlín. Le ocurre al independentismo catalán, desde que el Estado ha dejado de ser causa de todos los males de Catalunya. Contra España vivíamos mejor, deben pensar hoy algunos independentistas desencantados, pese a todo lo que ocurrió.

La política siempre se ha construido tanto o más contra algo que a favor. Y en tiempos de populismo y escepticismo como los actuales, no digamos. Caído el muro, Bush (padre) se inventó al general Noriega. Luego, ya más en serio, el yihadismo sustituyó al comunismo. Muerto el perro, no siempre se acaba la rabia, y puede que China sea el nuevo enemigo, aunque sea capitalista. El malvado Occidente también le ha servido a Putin para justificar sus tropelías. Parte de aquella izquierda española de la que formaba parte Vázquez Montalbán intentó hacer lo mismo con la OTAN. Qué difícil es hacer política, sin tener enfrente un pim-pam-pum. ¿Y en Catalunya? ¿Dónde está el enemigo necesario para galvanizar el independentismo, si Pedro Sánchez acepta todas las enmiendas que le echen? Menuda desorientación, sobre todo en las filas de Junts per Catalunya. ¿Por qué no probamos con la inmigración, president?, le han sugerido a Carles Puigdemont algunos de los suyos, argumentando que se lo piden muchos alcaldes del partido.

Puigdemont se lo está pensando. Dio un primer paso, añadiendo la gestión supuestamente integral de las migraciones a la cesta de los acuerdos con el PSOE. Él lleva más de seis años en Bruselas y sabe perfectamente que aquello tenía más de gesto de cara a la galería que otra cosa, porque el control de fronteras y el reparto de los flujos son cosa del Estado (y de la Unión Europea). Sabe que poner cara de pocos amigos cuando hablas de los inmigrantes da réditos y que será el tema estrella de las próximas elecciones europeas. No cabe duda de que Junts lo explotará. Sin embargo, debería saber que una cosa es dejarse ir durante una campaña electoral, y otra muy distinta creerse el discurso de que no cabe más gente y de que todos los problemas que antes no se revolvían por culpa de España ahora son culpa de la inmigración. El empleo, la sanidad, la escuela, la lengua e incluso la identidad. El informe Pisa, las colas en urgencias, los desafíos del catalán y los retos patrios.

A los de Junts les convendría no mirar tanto hacia Ripoll y fijarse en aquello que permite una visión menos demagógica de la inmigración. No se trata de decir que aquí no pasa nada. Claro que la llegada de inmigrantes crea problemas. Tantos como déficits tienen las administraciones. Sin embargo, la mayoría de estos problemas se resuelven con más recursos y con una gestión de mayor calidad. Les convendría repasar los años de Jordi Pujol y hacer el ejercicio de ver lo que habría sido de Catalunya sin inmigrantes. Españoles y extranjeros. En vez de estar tentados por las simplificaciones de Sílvia Orriols, les recomiendo que hablen con los empresarios que no encuentran candidatos para trabajar en una cadena de producción porque implica turnos de fin de semana. O que lean el último informe de La Caixa sobre migraciones, donde descubrirán que la economía española necesitará 250.000 migrantes cada año, a partir del 2030, durante las siguientes dos décadas. ¿Que no resulta fácil gestionarlo? Seguro. Pero el populismo no es la solución. Puede que contra los inmigrantes se ganen algunos votos, pero se pierde mucho. Incluso la identidad de Catalunya, que siempre ha sido de aluvión.

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