Guerra en Oriente Próximo

¿Hay fricciones reales entre EEUU e Israel por Gaza?

Por encima de las apariencias y sin negar la existencia de tensiones, el vínculo entre Washington y Jerusalén no está en peligro

Sigue la guerra en Gaza, al minuto

EEUU eleva el tono de las críticas contra Israel e insta a tomar medidas para proteger a los civiles

El presidente de EEUU, Joe Biden, se abraza con el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, a su llegada a Israel el pasado 18 de octubre.

El presidente de EEUU, Joe Biden, se abraza con el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, a su llegada a Israel el pasado 18 de octubre. / AVI OHAYON / GPO / DPA

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

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En plena segunda fase de la operación de castigo que Israel está realizando en la mitad sur de Gaza se ha producido un cierto revuelo mediático a partir de unas declaraciones del presidente estadounidense, Joe Biden, que darían a entender que existen fuertes diferencias entre ambos actores. Diferencias que podrían traducirse en una reducción de la ayuda militar y económica que el primero presta al segundo, poniendo en peligro los planes de Benjamin Netanyahu.

Es obvio que no hay sintonía personal entre Biden y Netanyahu, y que a Washington le gustaría que Tel Aviv no le generara tantos dolores de cabeza con su particular manera de defender sus intereses, dejando al descubierto una vinculación estratégica que conlleva un creciente deterioro para la imagen del aún líder mundial ante su necesidad de dar cobertura prácticamente incondicional a su principal aliado en Oriente Próximo. Pero yendo más allá de los titulares, lo primero que cabe considerar es que lo que Biden ha dicho –al calificar de desproporcionados los ataques israelíes contra civiles, o al apuntar la conveniencia de que Netanyahu se deshaga de sus socios gubernamentales más extremistas (como si él mismo fuera un moderado)– no son más que palabras pronunciadas en el contexto de un acto preelectoral de recaudación de fondos para los comicios del próximo noviembre, en el que el candidato (no el presidente) trató de conectar con los potenciales votantes demócratas que muestran un claro malestar con su alineamiento con un aliado tan supremacista y belicista.

Además, en cuanto ese gesto de aparente disgusto se contrasta con los hechos, la impresión de que exista tal fractura, o de que Washington esté decidido a mostrarle a Tel Aviv que existen líneas que no pueden cruzarse, queda de inmediato desbaratada. Basta con recordar, por ejemplo, que ese mismo Biden (el presidente, no el candidato) es el que instruyó a su embajador ante la ONU para que vetara una posible resolución del Consejo de Seguridad para establecer un alto el fuego, en contra de lo que votaron los demás miembros. Y también es el mismo que, aprovechando el resquicio que le dan sus poderes ejecutivos al margen del Congreso, acaba de aprobar un nuevo suministro de munición para los carros de combate israelís; que son los responsables de muchas de las muertes de civiles que el mismo inquilino de la Casa Blanca parece criticar.

Existe una diferencia sustancial, por tanto, entre dichos y hechos. Una diferencia que permite pronosticar, por encima de las apariencias y sin negar la existencia de lógicas tensiones entre actores cuyos intereses últimos no siempre coinciden, que no está en peligro el vínculo que une a ambas capitales, sea cual sea el nivel de calidez de la relación personal entre los coyunturales mandatarios. Y ese vínculo, en la actualidad, es el que se concreta en hechos como la cobertura diplomática que EEUU presta a Israel en el marco del Consejo de Seguridad, garantizándole un margen de maniobra que no tiene ningún otro Estado, el despliegue de dos grupos de combate naval en la región para disuadir a Irán de la tentación de provocar una escalada regional empleando sus peones (Hizbulá, milicias proiranís en Siria e Irak, huzís yemenís) y el suministro de armas y municiones para mantener el nivel de castigo que le sirve a las Fuerzas de Defensa de Israel para tratar de eliminar la amenaza de Hamás y acelerar el vaciamiento de la Franja.

Y lo demás, como ya decía Cayo Tito, son solo palabras que se lleva al viento.

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