Investidura

¿Y después de la amnistía, qué?

La amnistía reseteará toda la política catalana, y puede suponer el principio de una nueva era: ‘sorpasso’ en el soberanismo, fin del unilateralismo y nuevas elecciones con nuevos actores

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, interviene durante un acto público en Mérida

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, interviene durante un acto público en Mérida / Andrés Rodríguez - Europa Press

Ernest Folch

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La amnistía, de producirse, no será ningún punto final, sino un retorno al principio, al punto cero de todo el ‘procés’. Tampoco será, como sueñan algunos, el fin de todo lo que empezó el 2011 y culminó el 2017, ni será, como sueñan otros, un simple punto y seguido para retomar el camino. En realidad, la amnistía nos permitirá vivir una distopía real: hacer un ‘reset’ total, en una especie de fascinante F5 de la política española y catalana, y volver a empezar. Por eso, ahora que se acerca el momento culminante de la negociación es pertinente empezar a plantear la pregunta: ¿Y después de la amnistía, qué? De todos los actores que están pensando ya en el día después, quien más ha anticipado su propio futuro es sin duda Pedro Sánchez. El presidente del gobierno en funciones afrontará una fenomenal ira mediática que, paradójicamente, ya tiene descontada, como amortizado está el vendaval de rabia de la derecha y extrema derecha, y también de su propio partido. Felipe, Guerra, Feijóo, Ayuso y sus altavoces ya le han dicho tantos exabruptos, que cuesta imaginar qué más se podrán inventar cuando llegue el día D, cuando quedarán cuatro años por delante, un tiempo infinito en política para ir diluyendo tranquilamente el espeso alquitrán rabioso de sus detractores. Eso sí, Sánchez, sabedor de que hemos vuelto al punto cero, deberá inventarse algo nuevo para Catalunya, que no puede ser un referéndum, pero tampoco seguir como estamos. La cirugía de la amnistía no es una cura en si misma, hace falta un plan para sacar al enfermo del hospital.

El siguiente foco es para el independentismo. Es previsible que la amnistía provoque un 'sorpasso', al menos inicialmente, en la eterna carrera suicida entre ERC y Junts. El acuerdo, percibido como un éxito por una amplia mayoría de la sociedad catalana, catapultará otra vez a Junts y a Puigdemont al centro del tablero, porque podrán exhibir otra vez, después de muchos años, un perfil centrado, pragmático y resultadista. También tendrá un coste: al pactar con el partido demonizado del 155, Waterloo tendrá que justificar sus contradicciones y se verá ante el vértigo de tener que abandonar el relato nunca demostrado del unilateralismo. En contraposición, Esquerra, desaparecida en toda la negociación a pesar de los esfuerzos estériles de Aragonès, acentuará su debilidad, y es fácil imaginar que la amnistía comporte inevitablemente una convocatoria de elecciones: ¿Cómo podrá justificar este gobierno, ante este nuevo escenario, que tiene suficiente fuerza y legitimidad para continuar?

Para el PSC se abre también un nuevo escenario: Illa imaginaba una victoria plácida ante una Esquerra en declive y un Junts radicalizado y en horas bajas, pero el retorno de Puigdemont a la política, de producirse, le sitúa frente a un nuevo e imprevisto duro competidor. Si Puigdemont logra la cuadratura del círculo de conseguir la amnistía, evitar un gobierno de extrema derecha, volver a liderar el independentismo y maquillar sin que se note demasiado su relato unilateralista (un triple salto mortal harto complicado), la política catalana puede entrar en una nueva dimensión. Porque en realidad toda la discusión del día después va exactamente de lo mismo de siempre: de cómo narices encaja Catalunya en España, de cómo se la integra sin que se pierda su singularidad cultural, económica y política. Se equivocan quienes piensan que la amnistía es el fin de la historia. Justamente, si se produce, es la oportunidad de volver a empezar. Por enésima vez.

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