Limón & vinagre

Shlomo Ben Ami: el último puente

Entrevista a Shlomo Ben Ami

Entrevista a Shlomo Ben Ami

Josep Cuní

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Hay personalidades que marcan a una generación aunque cada generación necesite sus propias personalidades. Yasir Arafat fue una de ellas. Cabalgando entre dos siglos, a mediados de la década de los noventa, el primer presidente de la Autoridad Nacional Palestina durante 10 años consiguió encumbrarse en la cima de la popularidad internacional defendiendo la causa de su pueblo hasta fundirla con su persona en una especie de simbiosis parecida a la de una estrella del rock aclamada por doquier.

Su imagen estaba representada en murales y estampada en camisetas, sus visitas internacionales en busca de complicidades le acercaron a todos los líderes de su tiempo, su presencia permanente en la televisión le convirtió en familiar para todas las sociedades informadas y su empatía impulsada por una sonrisa permanente instó a comprar una 'kufiya' palestina a quien, viviera donde viviera, le considerara el padre de una patria palestina tan imposible como la paz inalcanzable.

Supo entender y predicar que la tarea de un líder es llevar a su gente desde donde está hasta donde nunca ha estado pero la dejó en el camino porque no supo entender ni leer la realidad geoestratégica que hasta hoy no ha contado con los palestinos más que para utilizarles en momentos puntuales y volver a olvidarles después. Una condena a la frustración permanente que nada indica reversible a medio plazo. Así, la esperanza de un estado propio que conviva civilizadamente con su vecino a pesar de considerarle arrebatador de su tierra se sigue diluyendo a causa de la actual política de Israel que solo parece perseguir el aislacionismo de su contrario mientras va tejiendo relaciones con sus históricos enemigos árabes. Por esto, el conflicto árabe-israelí va camino de convertirse en uno más de los enfrentamientos crónicos entre vecinos desiguales, en una desavenencia local sin más trascendencia que la pugna por la mera existencia nacional.

Esta es la conclusión de Shlomo Ben Ami (Tánger, 17 de julio de 1.943) de la que deja constancia en su libro 'Profetas sin honor. La lucha por la paz en Palestina y el fin de la solución de dos estados' (RBA).

Quien fue ministro de Asuntos Exteriores de Israel y primer embajador de aquel país en España, reconstruye las negociaciones de paz en las que participó y alaba y critica a la vez los errores cometidos por ambas partes. Quiere comprender y comprende al contrario porque sin esta condición no se puede diluir el combate que en este tipo de situaciones emprenden razón y sentimientos y que nubla la vista y erosiona las posibilidades de acuerdo porque todos claman ¡esta tierra es mía! Y acreditan documentos y tradiciones, historia y memoria, religión y existencia.

Usando su habitual educación y hablando con la solvencia del académico, Shlomo Ben Amí entiende que la mayor parte de la culpa es de los suyos, los judíos, que han convertido en irreversible la desocupación de los asentamientos en los que calcula que ya se han instalado más de 600.000 colonos a los que nadie se atreverá a desalojar porque la densidad y la cantidad lo hacen inabarcable. Y a su parecer, esto convierte al actual gobierno de Israel, con Benjamín Netanyahu al frente a pesar de sus escándalos judicializados, en un ejecutivo proto fascista para quien la guerra es más fácil que la paz. Tristemente.

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