Bebidas energéticas
Care Santos

Care Santos

Escritora

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Todo a favor

Nuestro estado de ánimo determina qué consumimos. Por eso es fácil deducir que no es energía lo que las marcas de esas insanas bombas de cafeína con azúcares venden a los jóvenes: es seguridad

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Las bebidas azucaradas, en el punto de mira

Las bebidas azucaradas, en el punto de mira / Agencias

Tengo de todo, o casi, pero quiero más, y lo quiero rápido. Más fiesta, más productividad, más nota, más diversión, más aguante. No me conformo con salir, quiero batir mis propias marcas. Que me admiren por ello. Quiero ser un monstruo, un tigre, una estrella de rock, quiero tener alas, quiero que vean cómo lo hago, que nadie me sepa cansado, ni débil. La juventud se ha convertido en un valor de mercado y a mi alrededor todo va a toda velocidad: la música que escucho, las series que me gustan, las redes sociales, hasta las relaciones personales. La lentitud, para los viejos y los 'losers'.

Todos somos víctimas, de un modo u otro, de esta desenfrenada carrera sin meta visible (ni apetecible). Aunque a los jóvenes les afecta más, claro. Ellos son siempre el conejillo de indias de todos los cambios y todas las tendencias de la sociedad, de todas las sociedades. El banco de pruebas de cada exceso nuevo. Porque llegan con más ganas y porque llegan antes. También con menos experiencia y sin conciencia del peligro. Gracias a ellos la humanidad sigue avanzando. Pero son carne de cañón.

Los oteadores de las novedades lo saben bien. Los expertos en publicidad se aprovechan de ello. En la sociedad de la comunicación es fácil conocer nuestros puntos débiles. Nuestro estado de ánimo determina qué consumimos. Por eso es fácil deducir que no es energía lo que las marcas de esas insanas bombas de cafeína con azúcares venden a los jóvenes: es seguridad. Y los jóvenes, por supuesto, la compran. Más ellos que ellas, aunque tal vez sea solo cuestión de tiempo (y de campañas de publicidad).

Todo parece dispuesto a favor de los inmensos beneficios de estas grandes empresas, y sus magníficos equipos de márqueting: un mundo hiperconectado, el futuro incierto y poco apetecible —más para los jóvenes—, en el que tan importante parece venderse a uno mismo. No estaría mal que alguien con capacidad para cambiar las cosas se parara a pensar y tomar medidas. Aunque pararse a pensar y hacer algo más que mirar son dos de las cosas más retrógradas que cabe imaginar hoy en día.   

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