Elecciones 23J

Esperando la carta (electoral)

He aprendido a valorar mi voto, pero las campañas me parecen más un duelo de monólogos con un montón de gente con auriculares canceladores de ruido

Los españoles que residen en España, pero que se encuentran de viaje, o de vacaciones en el extranjero pueden solicitar el voto por correo en el lugar en el que se vaya a encontrar.

Los españoles que residen en España, pero que se encuentran de viaje, o de vacaciones en el extranjero pueden solicitar el voto por correo en el lugar en el que se vaya a encontrar. / EFE

Miqui Otero

Miqui Otero

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aquí estoy, en la terraza de la casa de la aldea, con la postura de esos habitantes sureños de las pelis yankis que, en el cobertizo con mosquitera, se balancean en su mecedora mientras mascan chicle, beben ponche y acarician su rifle a la espera de que lleguen los malos.

En mi caso, no suena un banjo lejano, sino, acaso, una gaita. Lo que bebo es Estrella Galicia y lo que masco es un trozo de pulpo de la cena de ayer. Pero mi concentración es la misma y, de algún modo, a lo que temo es también a los malos, aunque lo que espero es la llegada del cartero que me debería entregar mi voto por correo. Tengo miedo de que no llegue o llegue tarde, como en esa escena de 'Tess' (el sobre pasado bajo la puerta queda bajo el felpudo) o de 'Mujercitas' (nadie revisa el buzón del jardín). Espero y espero y casi en lugar de a un cartero o una furgo amarilla imagino que aparecen correos del zar en corceles blancos. 

Hace un par de semanas lo pedí en una oficina del Eixample. Apunté municipio y código postal, pero como la casa patrucial de la aldea no está en una calle no pude rellenar determinadas casillas. La funcionaria casi colapsó, porque las casillas están para rellenarlas. Así que, primero con ella y luego con otra funcionaria del censo electoral que me llamó por teléfono, tiré de mis dotes de escritor y propuse rellenar los blancos con pinceladas del paisaje, con el nombre con el que se suelen referir los paisanos a esta familia, con el color de las paredes exteriores (la Casa Amarilla, suena casi a relato de Poe) y, si me dejan un poco más, habría acabado sugiriendo que en mayo se encienden las luces de las flores del magnolio y que las nubes de estorninos se van sin decir adiós.

Lo que quiero decir es que he puesto empeño en que me llegue el maldito voto, para luego poder registrarlo. Y creo que contar esto en los días previos a las elecciones es de lo poco que puedo hacer. Dudo que, a estas alturas, un tuit convenza a nadie (en realidad, tu 'timeline' vota mayoritariamente a quien votas tú). Y desde las columnas solo se predica para feligreses que ya han venido a escucharte.

En mi juventud voté nulo varias veces (ponía versos de canciones en la papeleta), cacareaba lo de no verme representado y, digamos, nunca he sido el Chimo Bayo o el Pocholo de la Fiesta de la Democracia. Es decir, he aprendido a valorar mi voto, pero las campañas me parecen más un duelo de monólogos con un montón de gente con auriculares canceladores de ruido. 

La prueba es el último debate, donde muy especialmente el candidato de las gafas sacaba un dato falso tras otro, con la misma sinceridad con la que contestamos “bien” cuando nos preguntan “qué tal”. Tu perorando en tu volcán, parloteando yo en el Polo. 

Y, sin embargo, sí creo que podemos apelar a eso, a vencer la pereza. Del mismo modo que a veces nos preparamos para lo peor para que lo malo sea menos malo, podemos convencernos de votar con el mismo mecanismo. Aunque, saturadas, hasta una buena canción es indistinguible de una mala, el caso es que no son la misma. Lo saben Santa Teresa, Buzz Lightyear, Orlando. Y todos los que no son lo que reaccionarios y fascistas consideran “normal” y todas esas personas que verdaderamente sienten miedo ante un gobierno de partidos que siempre han recurrido cualquier avance social que los protegiera. 

Así que únanse a mí. Les abro un quinto, les paso el plato de madera de pulpo, les canturreo 'Oliñas veñen' (oliñas que pueden ser tsunamis reaccionarios) y les pido, de verdad, que esperen al cartero o que se dirijan al colegio electoral. Lo que a usted le pueda dar pereza a otros les puede dar un miedo atroz.

Suscríbete para seguir leyendo