Ágora

Barcelona tiene alcalde, ¿pero tiene futuro?

La mayoría de la ciudad quería un cambio de liderazgo en el gobierno de la ciudad

El alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni.

El alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni. / QUIQUE GARCÍA / EFE

Elisenda Alamany

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Los resultados de las últimas elecciones municipales en Barcelona han sido claros. La mayoría de la ciudadanía quería un cambio de liderazgo que, con la investidura del nuevo alcalde, no se ha visto del todo cumplido.

En cuanto a las negociaciones hay que ser muy claro: nunca hubo la posibilidad de construir una mayoría progresista. Nunca el PSC quiso sentarse a explorar esta posibilidad. Solo sirvió para justificar que ante la imposibilidad que ellos mismos acariciaban, hacía falta una alianza con el PP. La hemeroteca es dura. Y, especialmente, a quien deja más desnudo de cualquier pátina de pureza es a los Comuns. Todo esto pasó. Y ahora Barcelona debe mirar hacia el futuro. Y, para hacerlo, hacen falta unas reflexiones previas.

En 2015 se inició una etapa que tenía como principal objetivo “recuperar” la ciudad: proteger a la gente, dar respuesta a las necesidades del momento y garantizar un futuro para todos aquellos que queremos vivir en esta ciudad. Pero en ocho años los Comuns (con el PSC) no consiguieron responder a las expectativas. No demostraron tener un proyecto a la altura de Barcelona. Con una agenda limitada a pocos temas y una actitud cerrada y desconfiada con la ciudad, se alejaron de la ciudadanía.

La mayoría de la ciudad quería un cambio de liderazgo en el gobierno de la ciudad. Un Gobierno que hiciera funcionar la ciudad. De hecho, la mala gestión municipal ha sido un elemento problemático recurrente en los barómetros de Barcelona. La gestión de la movilidad, la limpieza o la seguridad ha sido señalada como una de las debilidades del Gobierno municipal y, de hecho, fue uno de los grandes temas de campaña. Demasiada improvisación y pocas soluciones en estos ámbitos han llevado la ciudad a no gustarse, a no tener un rumbo claro, a no poder construir un horizonte de futuro ilusionante.

Los próximos años serán decisivos para fijar las bases de la Barcelona que vendrá. Porque Barcelona no quiere dejar de avanzar, ni perder su carácter y las políticas progresistas. Quiere ser una ciudad líder del siglo XXI. Quiere ser una ciudad abierta, dinámica y atractiva. Pero, también, quiere garantizar que sigue siendo Barcelona. Barcelona es una manera de vivir y este es el activo más valioso que tenemos. Es aquello que nos hace diferentes y que tenemos que garantizar y conservar. Esto pasa por proteger a los barceloneses y barcelonesas, los barrios, los comercios, nuestra lengua y cultura. Pasa para proteger nuestro carácter y estilo de vida, en plena oleada conservadora por todas partes.

En este sentido, el último anuncio de Pedro Sánchez que acaba con el blindaje de los precios de alquiler y la ausencia de reacción de Collboni no es un buen augurio. Queremos una Barcelona abierta y que, a la vez, garantiza que no deja de ser lo que es. Una Barcelona que proteja a la gente y su futuro sin renunciar a ser una ciudad de éxito. Entonces, ¿qué proyecto político de esta ciudad podrá garantizar que continuamos siendo Barcelona y que a la vez avanzamos hacia la nueva Barcelona que está viniendo con políticas progresistas? Se hace difícil pensar que lo pueden hacer quienes tuvieron la oportunidad de hacerlo y no lo consiguieron hacer. ¿Lo hará el gobierno del PSC, con mayor o menor presencia de los Comuns -hoy ya resignados a ocupar el espacio tradicional de ICV- y con el PP?

Difícilmente estos tres aliados podrán dar respuesta a los retos de los próximos años en la ciudad: defender Barcelona, proteger a la gente y ganar nuestro futuro. Quizás había suficiente para una investidura, pero difícilmente valdrá para una ciudad que hace demasiado tiempo que espera abrir una nueva etapa.