Escalada armamentística
Georgina Higueras
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Borrachera nuclear

Ya nadie se cree la disuasión, quien tiene armas quiere usarlas. Se acabaron los controles y la diplomacia nuclear

Planta de energía nuclear de Zaporizhia en Ucrania.

Planta de energía nuclear de Zaporizhia en Ucrania. / Wikipedia Commons

Con un orden internacional agónico y una tensión geopolítica 'in crescendo', el mundo se ha sumido en una borrachera nuclear que blanquea las armas más mortíferas fabricadas por el hombre. Con la comunicación prácticamente rota entre las potencias –Estados Unidos y Rusia—que tienen el 90% del arsenal atómico y rotos los controles alcanzados durante la guerra fría, gobiernos, ejércitos e institutos de opinión pública barajan el uso de la fuerza nuclear como si a nadie importasen los muertos ni las catastróficas consecuencias para el planeta

Un informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, publicado en junio, señala que en 2022 el número de cabezas nucleares operativas aumentó en 86, hasta 9.576, debido en gran parte al incremento del arsenal chino de 350 a 410 ojivas en uso. El SIPRI distingue entre la totalidad de cabezas atómicas, que incluye las antiguas que se prevé desmantelar (12.512, a principios de 2023), y las operativas, es decir, las que están listas para lanzarse. 

Al mismo tiempo, otro informe de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ganadora del Nobel de la Paz) revela que en 2022 los nueve países que poseen armamento nuclear gastaron 157.000 dólares por minuto en su incremento, modernización y mantenimiento. Según la ICAN, solo EEUU gastó 43.700 millones de dólares, algo más que la suma de los otros ocho países juntos (Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte).

En plena guerra entre Rusia y Ucrania, en uno de los momentos más peligrosos de la humanidad, un incomprensible fatalismo planea sobre el mundo, que parece aceptar impasible que hasta el momento se ha librado por suerte del holocausto atómico, pero que eso puede cambiar. La única respuesta es individual: los más agraciados se construyen un bunker, otros se aprovisionan de pastillas de yodo y el resto aguarda los acontecimientos, adormecido o echando leña al fuego.

Putin advierte de que es la primera potencia nuclear, con 4.489 ojivas en uso, y está dispuesto a usarlas si se pone en peligro la existencia de Rusia, o más bien la suya. Los medios internacionales debaten con normalidad sobre quién bombardeará la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, ucraniana, pero bajo control ruso desde poco después de iniciarse la guerra en febrero de 2022.

EEUU, el único país que ha lanzado dos bombas atómicas y estuvo dispuesto a volver a recurrir a ellas en Corea y en Vietnam, asegura que “será borrado de la tierra” el régimen que se atreva a utilizar este armamento contra él o contra alguno de sus aliados. Con este compromiso, Biden trata de calmar a Japón, Corea del Sur, Filipinas y demás socios del Pacífico oriental, que apoyan su política de contención de China por amenazar la supremacía estadounidense. 

A la descarada rivalidad entre Washington y Pekín se une, para agitar aún más las aguas, la imprevisibilidad de Corea del Norte, que ha llevado al 71% de la población surcoreana, según una encuesta del Consejo de Chicago de 2022, a declararse a favor de que Seúl desarrolle su propio arsenal atómico. Con el objetivo de impedirlo, el pasado abril Washington aceptó formar con Seúl un Grupo Consultivo Nuclear en el que se discutirá sobre planificación, respuesta y acción con este tipo de armamento. Además, enviará a los puertos surcoreanos submarinos de la clase Ohio, dotados de 20 misiles balísticos Trident II, cada uno capaz de transportar cuatro ojivas nucleares.

En Europa, a las 290 cabezas atómicas operativas de Francia y 225 de Reino Unido, hay que sumar alrededor de otras 150 de la OTAN estacionadas entre Italia, Alemania, Países Bajos y Bélgica. Por si fuesen pocas, Polonia insiste en albergar también en su territorio estas armas para responder a cualquier tentativa rusa. Moscú, mientras tanto, ha estacionado en Bielorrusia armas nucleares tácticas.

Conforme el espanto de la guerra de Ucrania se alarga en el tiempo, se va asumiendo el eventual uso de bombas atómicas sucias, tácticas o estratégicas. La decisión de Moscú de suspender su participación en el tratado de 2010 Nuevo START sobre reducción y limitación de armas estratégicas ofensivas puso fin al último acuerdo de control de armas nucleares que obligaba a Rusia y EEUU. Ya nadie se cree la disuasión, quien tiene armas quiere usarlas. Se acabaron los controles y la diplomacia nuclear. Con el mundo asomándose al abismo, ¡sálvese quien pueda!

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